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¿Corruptos?

¿Corruptos?

viernes 07 de noviembre de 2014, 18:49h
Una de las frases más sonadas de Susana Díaz, por rotunda, es la que pronunció cuando fue proclamada sucesora de Griñán en la presidencia de la Junta de Andalucía: "seré implacable en la lucha contra la corrupción". El problema de las afirmaciones grandilocuentes, en política, es que, cuando no van acompañadas de hechos, terminan convirtiéndose en grandes estafas. En los tiempos que corren, en los que la corrupción se ha enseñoreado de la vida pública, las promesas rimbombantes están haciendo un daño terrible a la política y a los políticos. Al final todos los políticos expían las culpas de una minoría, por muy grande que esta sea.

¿Quiénes son culpables de esta metonimia diabólica? Yo lo tengo claro, son los que proclaman frases pomposas al tiempo que buscan, hasta rizar el rizo, una excusa que salve a los miembros del clan que, en definitiva, son los que los han aupado al cargo. Y en esta espiral, al final, nadie entona el "mea culpa", antes al contrario, lo que funciona es la estrategia de siempre: el ventilador. O lo que es peor, la gradación de la corrupción: mi corrupto no es corrupto, o es menos corrupto que el tuyo.

Cuando empezamos a establecer categorías en los delitos, según nuestra interpretación interesada, estamos empezando a poner en cuestión el propio estado de derecho. Si caemos en la simplificación, con argumentos torticeros como "no es violencia de género porque sólo le pegó un par de veces" o "no es violación porque no opuso resistencia", nunca erradicaremos prácticas tan indeseables en una sociedad.

Para el prestigio de la política esta estratagema dialéctica es más peligrosa, si cabe, que la propia estrategia de las frases aparatosas. En ella está cayendo en estos días el presidente del PP andaluz, "Juanma" Moreno (por cierto alguien debiera decirle a los dirigentes populares que para aspirar con seriedad a un cargo tan importante como presidente de la Junta, deberían empezar por darle seriedad al nombre de su candidato), cuando ha sentenciado que no es igual la imputación por corrupción que por gestión administrativa.

La RAE establece el significado de corrupción como aquella práctica de los gestores públicos  consistente en la utilización de las funciones y medios de la administración en su provecho económico o de "otra índole". Está claro, a mí al menos me lo parece, que no sólo es corrupto el que menoscaba las arcas públicas en su beneficio.

Acaso no es corrupto el alcalde que para ganar unas elecciones malgasta, a sabiendas, el dinero de todos los ciudadanos; acaso no es corrupto un alcalde que tolera, a sabiendas, que la fábrica de "un amigo" incumpla la normativa municipal de ruidos a pesar de que molesta a los vecinos; acaso no es corrupto el alcalde que, a sabiendas, arruina a una empresa y a sus trabajadores porque no les paga sus facturas y gasta su dinero en ferias y festejos que tienen más rédito electoral. Acaso todos éstos no son provechos de "otra índole". ¿No son éstos ejemplos claros de corrupción política? Si aceptamos que no lo son seremos todos un poco cómplices de que la corrupción siga envenenando nuestras vidas.


Manuel Visglerio Romero - secretario provincial del PA en Sevilla
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