Por
Pascual Hernández del Moral.
jueves 05 de junio de 2014, 01:24h
Me vas a permitir,
camarada Venancio, que yo también diga algo sobre lo que se viene hablando
desde hace unos días: la dimisión-abdicación de Juan Carlos I. Al fin y al
cabo, una opinión tan poco "acrisolada" como la mía puede competir con la de
tantísimos politólogos, intelectuales de vía estrecha, y comunicadores de pan y
melón como hay en todas las tertulias radiofónicas y televisivas. La opinión de
un tonto más -yo mismo- ni se nota.
Porque yo creo, en
sintonía con otros muchos, que su majestad el rey Juan Carlos I podía haberse
esperado un poquito. Podía haber recordado (o sus asesores podían habérselo
dicho) aquello que San Ignacio aconsejaba en sus ejercicios espirituales: En
tiempos de tribulación, no hacer mudanza. Y haberse esperado un poquillo a ver
si escampaba. Los momentos difíciles no son los mejores para tomar decisiones
trascendentales. Y lo cierto y verdad es que ahora pintan bastos.
Tenemos sobre la mesa
el problema de las nacionalidades y su deseo irrefrenable de conculcar la
Constitución, y, mediante un procedimiento u otro, llegar la secesión; el paro,
esa lacra social que nos come -aunque parece que va a menos-, todavía nos está
enseñando sus fauces. Hay mucha pobreza en nuestra sociedad, que no lleva
camino de mejorar de manera inmediata; la corrupción está corroyendo los
fundamentos de la sociedad; la justicia no funciona, y los españolitos que
respetan las normas ven que no hay
ningún corrupto que vaya "caminito de Jerez"; y los resultados de las últimas
elecciones han hecho temblar los cimientos del algunos partidos, hoy en pleno
saldo de ideas y figuras. Sí, parecen tiempos de tribulación, querido Venancio..
Siempre ha habido
problemas en la sociedad, que se resolvían con la aplicación de las Leyes. Y
hoy, no sabemos a qué ley invocar, ni quién tiene que defenderla. Los últimos problemas
en Can Vies, es una continuación de cómo se resolvió el problema de Gamonal; y
La Madreña, en Oviedo, es la continuación de Can Vies. En ellos se ha
comprobado que la autoridad es débil, y no resiste el ruido callejero de los
fascio-comunistas, y los cachorros "ninis" y yayos-flauta, enseñados en los
altercados de 15-M y siguientes. Ante el altercado, las autoridades se allanan,
o sea, que se pliegan y se acobardan. O sea, aquí manda "la calle", y el método que emplea, el grito, el acoso a las
fuerzas del orden, o sea, lo previsto en "los manuales", tú me entiendes,
camarada Venancio.
Por eso, ante el
hecho de la dimisión- abdicación del rey, ya ha comenzado a oírse la voz de los
mismo de siempre, pidiendo un referéndum porque tienen la seguridad de
conseguir un cambio de régimen. Y yo, vuelvo a recordar a San Ignacio.
Cuando los políticos
fascio-comunistas de extrema izquierda, tengan el apellido que tengan, (IU,
Podemos, anarquistas, okupas, antiglobalización, CUP, los verdes, y tantos
-hasta 116 grupos y grupitos-) salen a la calle, y, no siendo en su totalidad
más de unos cientos de miles en toda España, y dicen representar al pueblo, a
las plazas, a la sociedad, a la gente... cuando se recurre a los sustantivos
abstractos para escudarse en ellos, puede que no sean tantos. Ruido harán
mucho, en las plazas, en las calles, cercando el Congreso... y como están
acostumbrados a que con al ruido consiguen sus propósitos, van a convertir el
próximo mes en un circo vociferante. Recurrir al "pueblo" era lo que hacía
Franco cuando comenzaba sus discursos con el "Españoles todos".
Hay un modo de
cambiar el régimen: la iniciativa popular, y los partidos que quieran, que se
mojen, la asuman y propongan el cambio
constitucional. Al fin y al cabo, la Constitución no es inamovible; pero tiene
su camino: de la Ley a la Ley pasando por la Ley, que fue el arranque de
nuestra Constitución.
A mí, la monarquía o
la república me traen al pairo. Pero yo hablo de una república moderna y
europea, capaz de cobijar a todas las ideologías. Una república como las dos
que hemos sufrido en nuestra historia, que es la que demandan los nostálgicos
de los cuentos del abuelo, come-curas, estalinistas, inadaptados, castristas,
esa no la quiero.
Por eso, querido
Venancio, y acabo: ¡Salud, y a ver qué república! O no.