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A dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César

A dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César

Por José-Miguel Vila
martes 03 de junio de 2014, 12:24h
Hace ahora justamente dos años ( a mediados de mayo de 2012) pedíamos en estas mismas páginas electrónicas , de forma quizás un tanto dura, que SM el Rey don Juan Carlos "....debiera pensar en dejar paso al futuro mucho antes de que líderes y pueblo lleguen a pedir, más que un jaque al rey, jaque a la monarquía".

Las reglas del juego democrático en España están marcadas desde 1978 en la Constitución, cuyo título II recoge en 10 artículos todos los aspectos relativos a la Corona. Aunque para algunos bastaba con esta mínima regulación, otros pensábamos que el título II hubiese necesitado, poco después del refrendo de la Constitución, el desarrollo de esa ley orgánica que ajustase al máximo las posibilidades y el camino a recorrer de los 10 artículos Han tenido que pasar 36 años y que los acontecimientos adelantasen a la voluntad del constitucional ,para que esa Ley orgánica se llevase a cabo. Más vale tarde que nunca.

Parece que , en época tan crucial como la que atravesaba España poco después de la muerte de Franco, el consenso se imponía frente a cualquier pretensión partidista porque entonces era mucho lo que teníamos que perder y, lo mismo que el régimen anterior -según creían algunos de sus más furibundos adeptos- creía tener "todo atado y bien atado", y luego les salieron las cosas justo en dirección contraria de la prevista, desembocó en la monarquía parlamentaria que consagraba la Constitución Española de 1978, esta podría haber hecho aguas si no se andaba con tiento y delicadeza para no exacerbar ánimo alguno de todas las sensibilidades políticas del momento (básicamente UCD, PSOE, AP y PCE).

La precaución no era baladí como pudo comprobarse apenas 3 años después, el 23 de febrero de 1981, cuando el coronel Antonio Tejero, como cabeza visible de un grupo de golpistas militares y civiles, tomó a la fuerza el Congreso de los Diputados, al frente de unas docenas de guardias civiles . Ese fue uno de los días más cruciales para la Monarquía y para España. El Rey , Juan Carlos I, estuvo a la altura de las circunstancias y, por segunda vez en su corta vida como monarca, dio un paso claro al frente y abortó la intentona. La primera , obviamente, había sido su voluntad de transformar la monarquía en un sistema político no implantado sino refrendado por todos los españoles.

La decisión que Don Juan Carlos hizo pública ayer de abdicar en la persona de su hijo Felipe, que pronto pasará a ser Felipe VI, es una vez más , una prueba de sensibilidad política y lealtad institucional que SM ha dado , cuando a sus 76 años, ha visto que en una nueva época se imponen nuevos modos y se necesitan nuevos bríos para seguir conduciendo a España desde la Monarquía parlamentaria por nuevos y cada vez más complejos retos.

Al César lo que es del César

La cacería de elefantes en Botsuana, a mediados de abril de 2012, y los algo más que devaneos económicos de su yerno, Iñaki Urdangarín, han pesado mucho en la popularidad del Rey y, sin duda, han afectado también al prestigio de la Monarquía en España. Se diga o no se diga, estos han sido dos elementos clave en la decisión de SM a la hora de decidir abdicar a favor de su hijo y futuro rey Felipe VI.

Pero, una vez dicho esto, sería una infamia imperdonable no reconocer a Juan Carlos I la paternidad de una época -la más larga en la historia de España-marcada por la democracia, la libertad y la prosperidad económica, a la que su intervención no es ajena. Bajo su reinado hemos visto la alternancia política del centro, la izquierda y la derecha políticas. Hemos visto -y seguimos viendo- como también aquí hay cabida para voces que cuestionan, incluso, la forma del sistema político y pueden salir a la calle , enarbolando la bandera tricolor de la República Española.

Hasta aquí queríamos llegar, precisamente para recordar a Cayo Lara, y a algunos neófitos y henchidos líderes de la izquierda próxima , y hasta hija de la que preside el líder manchego, que estamos persuadidos , por no decir absolutamente convencidos, de que en una hipotética III República española, no habría cabida a que pudieran darse manifestaciones promonárquicas que abogasen por la restauración . En esas circunstancias, y aunque les pese a los antiguos comunistas -hijos de un Santiago Carrillo que, a buen seguro, no compartiría con ellos mucho más que la postura estética de sus correligionarios, pero nunca la práctica- recobren su cordura porque , a fuer de viejos y trasnochados objetivos cuyo único sentido puede ser recorrer otro camino para desembocar en el punto que ya estamos (democracia y libertad) puede ser un experimento que podría costarnos nuevamente muy caro al que no estamos dispuestos a jugar la inmensa mayoría de los españoles. Entre otras cosas, porque hace ya más de dos mil años alguien dijo aquello de "a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César", y que Cayo Lara pueda proclamar pública y tranquilamente su republicanismo, se lo debe , aunque le pese, a Don Juan Carlos I, Rey de España.
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