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La gente está harta del discurso de madera

La gente está harta del discurso de madera

Por Iñaki Anasagasti
sábado 31 de mayo de 2014, 16:56h
Las sociedades democráticas son regímenes de opinión pública. Y, la opinión pública, devuelve lo que a la opinión se le da. En la noche electoral el Ente Público RTVE le dio más importancia a la victoria en Lisboa del Real Madrid, frente al otro equipo del ombligo de España, que a la contienda europea. Y resulta que en el Parlamento Europeo se aprueba el 70% de la legislación que nos afecta. El Pan y Circo de los romanos goza de una espléndida salud en España confundiendo al personal y pensando que con la abstención se castiga a no sé quién. Nada más sagrado en democracia que el voto.

Hoy todos analizan e incluso tratan de minimizar o ridiculizar (Pablemos) el éxito de Podemos, que ojo, en Lekeitio tuvo 66 votos y en pueblos euskaldunes más pequeños llegó a casi el 50%. Algo debe pasar.

Hace siete años, solicitado por una editorial, escribí el libro "Una monarquía protegida por la censura". Entregado el texto no se les ocurrió mejor cosa que enviarlo a La Zarzuela para solicitar su aquiescencia. Lógicamente la denegaron y no se editó. Fue Javier Ortiz quien lo hizo y el libro contó con seis ediciones. Y, de repente, y después de haber hecho en política mil cosas de todo tipo, me empezaron a encasillar en el renglón del republicanismo anti Borbón, que no está mal. Ni Sabino Arana, ni Aguirre, ni Ajuriaguerra, ni Arzalluz fueron o son monárquicos y por tanto no estaba contraviniendo ninguna regla de mi partido, sino todo lo contrario. Lo que ocurría es que no se verbalizaba. Y yo, encima, la escribí.

Hace un año y tras el procesamiento de Urdangarin me llamaron de Cuatro. Allí, Berta Fernández llevaba un programa de opinión política y lo que querían era que argumentara mis razones del por qué la Institución tutelada, protegida por la censura, por el PP y el PSOE, por González y Rubalcaba, estaba podrida. Y lo hice. Estuve seis meses. El único mérito, en todo caso, fue hablar claro y sin pelos en la lengua. Y hoy, si voy a Cáceres, a Sevilla o a Gibraltar, no me conocen por la Loapa o por ocho apellidos vascos, sino por las denuncias a tan impresentable familia. Me di cuenta del poder del medio cuando se traspasa la barrera del sonido de un tabú. Y tabú siguen siendo los Bancos, los consejeros de administración, los ladrones de guante blanco.

En mayo del año pasado se procedió al cambio de Berta por Cintora así como de los opinadores ¿y quien entró en nuestras casas a través de la pequeña pantalla? Entre otros Pablo Iglesias, a quien conocía porque además de profesor universitario tenía un programa televisivo llamado La Tuerca que se difunde por toda América. Él con Juan Carlos Monedero han asesorado en el pasado a Hugo Chávez y su modelo es el bolivariano. En ciertas oportunidades me llamaron para contraponer sus puntos de vista a los que yo puedo representar. Y fui. No me asusta la polémica argumentada y el programa fue de confrontación, pero no de machaqueo. No era Intereconomía. Y aquello me pareció interesante. Luego me llamó para hablar de la República y cosas así. Posteriormente y desde hace un año, le he visto en los programas de Cuatro hablando el lenguaje de la calle, llevando la denuncia social a los debates, insobornable ante un poder corrupto, comprensivo de los hechos nacionales, llamando ladrón al ladrón, corrupto al corrupto y asesino al asesino en esta sociedad hipócrita utilizadora de un lenguaje de plástico "políticamente correcto" pero inaguantable. Y en un año, con esto, con redes sociales, con su activismo universitario, utilizando el menor resquicio, dándose cuenta que debía darle forma al 15M y huyendo del aparataje de una izquierda controladora y ensimismada ha logrado llevar el aire de la calle a una política española putrefacta donde votar al PP era muy parecido a votar al PSOE, donde el bipartidismo le decía al Lehendakari Ibarretxe que se fuera a su casa y le daba a Artur Mas con la puerta en las narices. Donde no distingues al nieto de un republicano socialista fusilado con el nieto de Romanones en su borbonería, donde la justicia, que cínicamente dijo el rey que era igual para todos, trabaja para que, con un ponente constitucional como Miguel Roca, logre que una presunta ladrona, por el mero hecho de ser la hija del rey, no sea encausada, o que Miguel Blesa siga paseando sus corruptelas tras hundir a miles de familias con las preferentes, o que Rato, tras quebrar Bankia, ingrese en pingües consejos de administración, o que Bárcenas esté en la cárcel y sus jefes dando clases de moralidad, o que haya desahucios de ancianos enfermos por unos bancos que solo anuncian números azules en sus dividendos, o que en Europa, la Luxemburgo de Juncker, sea un paraíso fiscal, y éste el candidato del PP. O que España siga siendo con Camboya el país con más cunetas sin abrir.

Un discurso así, claro, contundente, continuo, bien dicho, sin líos internos, en una situación de crisis ha sido el óxido que ha comenzado a destruir un bipartidismo que no está en la Constitución española y que los medios consagran. ¿Qué es eso de jefe de la oposición que tontamente muchos partidos atribuyen a un presidente o secretario general del PSOE porque sí?

Y es que el lenguaje no es neutral. Hay jefe de oposición porque esa es la oposición que quieren, y los demás no cuentan.

Bueno, pues eso es lo que ha golpeado al PSOE por la izquierda (paradojas de la vida se llama como el fundador del partido socialista) y con Ciudadanos y UPyD, por la derecha. Unos por una cosa y otros por otra, pero fundamentalmente por hablar claro y ser consecuente con lo que la calle demanda.

Lo peor en política es estar fuera de la realidad. Vean esto: Ramón Jauregui, diputado por Araba vive en Madrid y su política es la española. Juan Moscoso, es diputado por Navarra, pero vive en Madrid. Txiki Benegas, diputado por Bizkaia, vive en Madrid. Eduardo Madina, diputado por Bizkaia vive en Madrid. ¿Qué credibilidad tienen estos señores para conocer y defender los intereses vascos? ¿Cuestión menor? Si como lo que ocurrió con la moción de censura a Yolanda Barcina en Navarra. Pues que sigan creyendo así. Para nosotros estupendo.

En treinta años el PSOE no ha logrado un Parlamento que controle al gobierno. Legisla, pero no controlamos nada. Mandan los funcionarios de los ministerios, los lobis, la casta. Un ejemplo. Torres Dulce, Fiscal general del Estado en la Comisión Constitucional, dijo hace dos meses esto sobre el combate a la corrupción: "Falta de medios legales y personales, ausencia de mecanismos de acceso a base de datos públicos, legislación insuficiente, enrevesada y no acorde con la gravedad que se demanda por la ciudadanía. Actuación exasperadamente lenta, absoluciones difíciles de entender y sin recuperación de dinero, prescripciones incomprensibles, indultos a corruptos y agujeros negros en la ejecución de sentencias". Estas son parte de las denuncias de un Fiscal General puesto ahí por el gobierno. ¿Y qué ha hecho el PSOE en treinta años? Nada. Y es en este contexto de habitación cerrada que un joven con coleta decide abrir la ventana y tocar el nervio peludo de tanta hipocresía y de tanta basura. Y se quejan y asombran que le hayan votado.

La política es diferenciación. Si tú quieres una naranja vas a una frutería. Si quieres un par de zapatos, vas a una zapatería. Pero aquí en treinta años, los zapatos estaban confundidos con las naranjas. Ya lo dijo Pla. "Lo más parecido a un español de derechas, es un español de izquierdas". Es lo que le ha pasado al PSOE. Ha sido un PP bis. Y todo a cuenta del camelo ese de la "política de estado" que no está en la Constitución y que solo tiene que ver con "la unidad de la Patria". Española, por supuesto.

Jose María Velasco Ibarra fue presidente de Ecuador en cinco ocasiones. Solo completó constitucionalmente una. Los militares y la oligarquía se lo cargaban. Era un magnífico orador que decía: "Dadme un balcón y volveré a ser presidente". Y lo lograba. Pues eso. A Iglesias le han dado un balcón y él lo ha utilizado y ha obtenido cinco eurodiputados y más de un millón de votos.

¿El secreto? Conectar con la calle, denunciar la corrupción y lograr ser oído.

Que no es poco.
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