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Felicidad y razón

Felicidad y razón

Por José-Miguel Vila
lunes 19 de mayo de 2014, 20:42h
Acaban de caer en mis manos dos informes recientes -uno proveniente de la Unión Europea y el otro de fuentes patrias- que abundan en la misma dirección y en el mismo sentido. Vamos, que coinciden por una vez y sin que sirva de precedente. Parece, según estos estudios, que los españoles somos mayoritariamente felices. No sé dónde habrán preguntado los encuestadores de los trabajos, o donde tengo yo los ojos porque, aunque trato de ir más allá de la apariencia, mirando incluso con ánimo optimista, no noto esa alegría vital generalizada en las calles de nuestros pueblos y ciudades si no es cuando el club de fútbol de sus entretelas se acaba de proclamar campeón de Liga o de la europea Champion.

Pero, en fin, para que todos juguemos con las mismas cartas, voy a darle los datos estadísticos esenciales extraídos, que están referidos al pasado mes de marzo. Unos provienen de Eurostat -la agencia estadística de la Unión Europea-, y otros del Barómetro de marzo del español CIS -Centro de Investigaciones Sociológicas-. Según este último, el estado de ánimo de los españoles es espléndido, pues un 13,2% de nuestros compatriotas se considera una persona 'completamente feliz', al tiempo que más de la mitad (53,1%) pone una nota de 8, 9 o 10 a su felicidad. Por el contrario, y según esta misma estadística, los que se ponen un suspenso representan sólo un 4,1%.

Por la otra parte, según los datos de Eurostat, la media de bienestar general se sitúa en la UE en 7,1 puntos (también en una escala de 1 a 10), mientras que en España asciende a 7,5. Los países nórdicos -Suecia, Finlandia y Dinamarca- son los más felices (y, por cierto, también los más ricos junto a Luxemburgo), mientras que, en sentido contrario, Bulgaria y Hungría son los más infelices. Si bien lo más sorprendente es que España sea, incluso, un país con mayor felicidad que Alemania (7,2 puntos). O que Francia o Italia.

Psicología
Parece claro que, generalmente, son más felices los ciudadanos de los países que cuentan con mayor poder adquisitivo, aunque nuestro país es la excepción que confirma la regla porque a través de ese baremo, nosotros deberíamos ser más desgraciados que los alemanes o los franceses y, sin embargo, no lo somos. Pero, digo aún más: las mayores y las mejores sonrisas y los más grandes gestos de generosidad, pueden encontrarse entre las personas que menos tienen, entre aquellos que, si te dan algo, no es de lo que les sobra, sino de lo que ellos mismos renuncian a tener. Estoy pensando en ciudadanos africanos o latinoamericanos en donde, casi todo el día, y con muchas menos razones que nosotros si tenemos en cuenta su situación objetiva de recursos (alimentación, salud, educación,...) dan muestra de saber ver la vida con mayor optimismo, en razón a la amplitud y la frecuencia de sus sonrisas.

La estadística, pues, no siempre se aproxima a la verdad sobre nuestro estado de ánimo, que suele tener aristas y detalles mucho más sutiles, mucho más relacionados con otra de las ciencias modernas, la Psicología. Aunque, si escuchamos al padre de esta disciplina, Sigmund Freud, probablemente lleguemos a cuestionarnos hasta qué punto nos consideramos felices, porque el científico austriaco sostenía una de las mayores falacias sobre el tema, al afirmar que hay dos maneras de ser feliz: una, hacerse el idiota; y otra, serlo. Más bien habría que concluir que, posiblemente, nos alejaríamos de esa anhelada felicidad leyendo las obras de Freud o, peor aún, tomándolas en serio.
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