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La respuesta está en el viento

La respuesta está en el viento

Por José-Miguel Vila
lunes 12 de mayo de 2014, 09:50h
Ha tenido que ser el premier británico, el conservador David Cameron, quien ha puesto el dedo en la llaga al recordar a los países occidentales su obligación y su responsabilidad a la hora de ayudar a los países no desarrollados o en vías de desarrollo. Cameron vino a decir que los pobres del mundo "no pueden esperar a que los países ricos pongan sus finanzas en orden". Claro, sobre todo, si en esa espera, como es el caso, a los ciudadanos de esos países pobres les va la vida.

Los españoles recibimos lecciones casi diarias de que la afirmación de Cameron no es baladí. Las decenas y decenas de personas subsaharianas que apuestan todos sus medios, todo su dinero, y el de su familia, poniendo en riesgo su vida a lo largo de un larguísimo periplo, que muchas veces dura varios meses, incluso años, para atravesar el continente africano y presentarse en las faldas del monte Gurugú, a los pies de la valla de separación que el Estado español ha puesto en Melilla, para intentar evitar lo inevitable (el intento de salto a la soñada Europa), es la prueba evidente de que hay que hacer mucho más que levantar un metro más de valla o profundizar dos el foso de separación.

La ayuda al desarrollo, según todos los expertos, es decisiva para afrontar retos como la gestión migratoria o el cambio climático. Planteada así, teóricamente, ese anhelo es bien acogido por todos. El problema viene luego, cuando de lo que se trata es de llevarla a la práctica. Y más aún, en momentos de crisis económica como el que estamos atravesando desde hace ya 7 años, porque entonces la duda es si no se debería invertir ese dinero en paliar las carencias propias, en lugar de las ajenas.

Ese ha sido el camino recorrido por nuestro país en los últimos años ya que España ha reducido su partida de cooperación un 70% desde 2008, dejándola en un 0,17%, muy por debajo del perseguido 0,7% que se tenía que haber alcanzado en 2012, según el objetivo del Comité de Ayuda al Desarrollo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, del que forma parte nuestro país.

No es lo mismo

Los trabajadores españoles han mirado estos últimos años hacia la neutral Suiza deslumbrados por sus elevados salarios, su alto nivel de vida y su estabilidad económica. Hasta ahora, y desde la entrada en vigor del Acuerdo Schengen, en 2002, los ciudadanos españoles y los miembros de su familia tenían derecho a entrar en Suiza con la única presentación de un pasaporte o de un documento de identidad válido en la frontera sin necesidad de visado y podían ejercer una actividad laboral en la Confederación.

Pero el establecimiento de cuotas a la inmigración, que votaron los ciudadanos suizos a primeros de este año, va a cambiar progresivamente esta situación y se irá revirtiendo en contra -entre otros- de los trabajadores españoles.

Esto no es nada si se compara con los problemas que arrastra el subcontinente africano, en donde amplias zonas adolecen de lo más básico para subsistir: alimentos básicos, vacunas para los niños, o construir escuelas para que estos puedan acceder a la educación,... Una sola cifra : En el Reino Unido, anualmente el estado dedica entre 8.700 y 10.885 euros por persona en políticas sociales. En algunos países africanos esta cifra es menos de 108 euros, es decir, entre 80 y 100 veces menos.

Hasta que gobiernos y ciudadanos occidentales no asuman como necesario la adopción de políticas sostenidas de ayuda al desarrollo seguiremos asistiendo casi a diario a esos asaltos masivos a la valla de Melilla. La respuesta a si esa circunstancia se dará pronto o no, como Bob Dylan, lo mismo hay que buscarla en el viento...
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