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Día de los trabajadores

Día de los trabajadores

Por Pascual Hernández del Moral.
lunes 05 de mayo de 2014, 09:42h
Algo se está desvirtuando en España: que un país con 47millones de habitantes, con seis millones de parados, casi un 26 % de la población, con un gobierno que ha recortado las prestaciones sociales, que ha subido las pensiones sólo un 0,25 %, y tantos y tantos otros reproches como le hace la izquierda al gobierno de Rajoy no haya salido a la calle el Primero de Mayo, muestra que algo raro está pasando. Bueno, corrijo: sí ha salido a la calle, pero se ha ido de vacaciones, a las playas: hacía muchos años que no se producían las caravanas que este año se han sufrido. ¡Bendito puente de mayo!
 
A pesar de que en el 54 Pío XII "santificó" el día internacional de los trabajadores declarándolo festividad de San José Obrero, en nuestro país el 1º de Mayo seguía sonando a reivindicación obrera. Después de que en el 37 se suprimiera el día de los trabajadores, y se "trasladara" al 18 de julio, además del día del Glorioso Alzamiento Nacional, se celebraba, que yo recuerde, el Día de la Exaltación del Trabajo, un modo "muy genuino" de intentar tapar su verdadero origen, con imposiciones ideológicas bastardas. Los de mi generación, sin embargo, celebrábamos el día como lo que fue en sus comienzos: de reivindicación obrera de la mano de CCOO, única organización seria que había en tiempos de Franco. Ni UGT, ni CGT ni CNT tenían la fuerza y la capacidad de arrastre de CCOO.
 
Si en 1889, en la Segunda Internacional, las organizaciones sindicales anarquistas y socialistas declararon la jornada del 1º de mayo como una jornada de reivindicación de los llamados mártires  de Chicago (aquellos que fueron ahorcados en 1886, tras la llamada Revuelta de Haymarket), hoy parece que los ahorcados estén amortizados. No se trata de rememoraciones históricas, sino de ver si hoy se dan circunstancias que harían necesarias las manifestaciones de los trabajadores. Mucho desempleo, sueldos cortos, servicios sociales menguados y desigualdad, mucha desigualdad. Todo, pues, parece obligar a los trabajadores a manifestarse. Lo de los mini jobs no es invento contemporáneo, porque en 1886, con una fuerte crisis de trabajo, la petición de la jornada de 8 horas (ley Ingersoll, que nadie cumplía) se argumentaba en la necesidad de repartir el que había: si la jornada laboral era de 16 horas, con la jornada de ocho se veía la posibilidad de, aún ganando un poco menos, reducir el paro.
 
Hoy, al parecer, estamos casi igual que hace 125 años. ¿Dónde están los trabajadores? Porque si en estas circunstancias, las setenta manifestaciones convocadas en España sólo ha conseguido juntar a 150.000 manifestantes, lo que supone una media de poco más 2.000 manifestantes, ¿qué está pasando?
 
En las manifestaciones están los energúmenos que, al finalizar, acaban quemando el mobiliario urbano y destrozando oficinas bancarias y comercios, mostrando así su disconformidad con todo, sin ofrecer nada a cambio; están (o deberían estar) los representantes sindicales de los trabajadores, que son los líderes de los movimientos sindicales en las empresas; están (o deberían estar) los liberados sindicales, auténticos "funcionarios" de los sindicatos; y, por último, deberían estar los trabajadores de a pie, afiliados o no a los sindicatos de izquierdas. Pero ya me dirán ustedes dónde estaban, si de promedio no llegaban a 2.000 manifestantes. Probablemente, de puente, en las playas, o en los embotellamientos, camino de ellas.
 
La gran manifestación fue convocada en Bilbao, como ya saben "presidida" por Tojo y por Méndez, y, ¡gran éxito! consiguió juntar a quince mil manifestantes, dicen ellos. Discursos llenos de lugares comunes, de gracietas sin gracia, seguidos con poca a tención por grupitos inconexos de trabajadores, en los que no se hizo alusión a ninguna de las podredumbres sindicales, que expulsa de las organizaciones sindicales a los trabajadores. Ni una referencia a los ERE, ni a los cursos de formación, ni a las "ayudas" para el empleo de los discapacitados, ni a ninguna de las mugres sindicales. Y al acabar, todos a tomar cervezas, que la vida sigue, y alguien las pagará.
 
Lo que era un símbolo de la lucha obrera hoy se ha convertido en una "paseata" de unos pocos, que sacan a que les dé el aire unas pancartas antiguas, con olor a alcanfor, tras unos líderes sindicales más antiguos que la tana, que no han sabido explicar la corrupción que los enfanga.
 
¿No será que estamos necesitando una renovación auténtica del concepto "sindicalismo"? ¿No estará necesitando nuestra sociedad de unos líderes nuevos, con un concepto de sindicato moderno, y no del modelo decimonónico? Por el camino que van, acabaremos haciendo otra vez "manifestaciones sindicales" en el Santiago Bernabéu, o desfilando, como en Cuba, marciales y entusiastas, ante las autoridades políticas.
 
La "lucha sindical" sigue siendo necesaria, pero no ésta.
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