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García Márquez, aficionado y defensor de los toros

García Márquez, aficionado y defensor de los toros

Por Emilio Martínez
viernes 18 de abril de 2014, 14:22h
Una aguja en el esófago, un alarido de acantilado, una cornada en el espíritu, a todo el dolor que sentimos los millones de admiradores de ese ser genial y sublime sin interrupción personaje que fue el fallecido Gabriel García Márquez, se suma otro pequeño gran detalle entre los aficionados a los toros: la pérdida de un amante de la Fiesta. De un defensor de la misma. Una vez más un enorme artista a la par que un espléndido intelectual, cargado de bonhomía, no se avergonzaba de su afición a esa religión compulsiva y laica que son los toros. Cual centenares de otros antecesores, como Menéndez Pelayo, García Lorca -encabezando el paseíllo de sus compañeros de la generación del 27- Picasso, Manuel Azaña, Ortega y Gasset, Enrique Tierno, y los actuales Javier Villán, Vargas Llosa, Luis Eduardo Aute y Joaquín Sabina, entre otros.

Con el inigualable Gabo se continúa demostrando que el amor a la liturgia táurica -y también el odio- es independiente de la ideología o del nivel mental e incluso humano de la gente. El impulsor del realismo mágico, dentro de su complicadísima agenda profesional, aprovechó en muchas ocasiones la oportunidad de acercarse a la representación teatral que son las corridas, sobre todo en sus visitas a Madrid, sin olvidar que se le vio en muchas tardes en la -hoy fenecida en este aspecto por la dictadura nacionalista, que ahora intenta la hazaña de la independencia- Monumental de Barcelona, así como en México donde vivía y en su tierra colombiana -su paisano César Rincón era,con argumentado acierto exento de nacionalismo, uno de sus matadores favoritos-. Precisamente está muy cerca el último festejo que disfrutó en México: fue el pasado 8 de febrero en Juriquilla, cuando Joselito Adame -que compartía cartel mano a mano con ElJ uli-, le brindó el toro de su triunfo.

Como otro Joselito, el nuestro ya no en activo, José Miguel Arroyo -uno de los pocos espadas con inquietudes culturales, aparte del intelectual Esplá- que hizo lo propio el 15 de mayo de 1996 en Las Ventas cotando las dos orejas al toro del brindis, por cierto las dos últimas de su carrera y la postrera vez que descerrojó la mítica Puerta Grande. Debe ser que Gabo les alumbrabra con su magia y ponía a los juguetones hados del destino a su favor. Sin olvidar la íntima amistad que el de Arataca mantuvo con unos destacados personajes del planeta táurico, los polivalentes -ganaderos, apoderados, empresarios y dos de ellos también toreros- hemanos José Luis, Eduardo y Pablo Lozano.

En definitiva que sin querer comparar en lo taurino la enorme pérdida literaria e intelectual que es su muerte, también es justo recordar -los medios de comunicación generalistas parecen haberlo olvidado -o quizás ocultado a propósito- en sus informaciones y biografías- que el genial, único e irrepetible creador 'Gabriel García Márquez tenía entre sus pasiones la de la Fiesta. Una Fiesta en declive, sobre todo por sus propios profesionales que sólo piensan en el negocio y en la adoración del becerro -ni siquiera toro- áurico-, una Fiesta que se viste por él de catafalco y oto, de sombrío luto. Una Fiesta tan necesitada de 'toreros virtuales' como él en su defensa. Gracias, inmortal torero literario y olé.
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