En defensa de la Guardia Civil
Por
Pascual Hernández del Moral.
miércoles 05 de marzo de 2014, 17:22h
Las fronteras, junto
con el ejército, el sistema monetario y el poder judicial, es lo que define la
soberanía de los pueblos. España ya hizo cesión-dejación de su soberanía en
favor de la Unión Europea: tenemos el territorio Schengen, la moneda única,
nuestro ejército parece más una ONG que otra cosa, en economía nos exigen el
cumplimiento de unas metas que no nos hemos marcado, y nuestro sistema judicial
tiene unos órganos superiores que son los Tribunales europeos. Hemos cedido,
pues, nuestra soberanía, como se supone que han hecho el resto de los países
comunitarios (excepto Gran Bretaña, que ni usa el euro ni está en Schengen).
En cuanto a las
fronteras, los españoles somos los cancerberos de la del sur, así como en Barajas
lo somos de los hispanoamericanos. Debemos defenderlas de la entrada de "ilegales"
que vienen a España como primera etapa, (en muchas ocasiones última y
definitiva) para el acceso al resto de los países de la Comunidad Europea. Los que
intentan entrar por el sur, ya lo saben, se acercan a los ochenta mil,
repartidos entre Mauritania y Marruecos. Y las fuerzas que tienen como
misión evitarlo son las de la Guardia
Civil.
Por eso es
inaceptable el ataque que está sufriendo la guardia civil a cuenta de las
quince víctimas en la frontera del Tarajal, el 6 de febrero pasado. Las
acometidas procedían, hasta hace dos días, del PSOE, que comenzó pidiendo
explicaciones, como es su deber como partido de oposición al gobierno, desde el
mismo día en que se produjeron los desgraciados incidentes. Se han olvidado de
la crisis de 2005, y continúan hasta hoy pidiendo una comisión de investigación
en el Congreso, reprobaciones y otros tocamientos de narices al gobierno.
Quizás la urgencia con que comparecieron varios miembros del gobierno, entre
ellos el Director General del cuerpo, a dar explicaciones no siempre
coincidentes, han espoleado a la oposición al acoso y derribo del
gobierno. A este coro de gritones hay
que añadir a la Comisaria de Interior de la Comunidad Europea, Cecilia
Malmström, con acusaciones, después desmentidas, contra la guardia civil por
haber usado material antidisturbios, lo que ella considera "causa eficiente" de
las quince muertes.
La guardia civil ha
reaccionado con energía ante tanta acusación. Así, ha presentado una demanda
contra la comisaria europea, una de cuyos asesores es la socialista Anna
Terrón, capaz de liarla en Bruselas por razones partidistas, porque la guardia
civil se siente vejada y desautorizada en sus intervenciones en la frontera.
Tras el trágico incidente del Tarajal, se le ha prohibido a la guardia civil
emplear material antidisturbios en nuevos asaltos a la frontera, y las
consecuencias sido claras: el último asalto lo han protagonizado dos mil
inmigrantes, que han sido disueltos por la guardia de frontera marroquí. Y el
efecto llamada sigue. Los miles de subsaharianos que quieren entrar en Europa
lo seguirán intentando una y otra vez, ante la incapacidad de los guardianes de
la frontera para cumplir su misión.
Aún está en nuestro
recuerdo el fatal caso de Lampedusa, que conmocionó al mundo. Pues si la Unión
europea no se toma en serio el asalto a su territorio y la defensa de las
fronteras, Lampedusa no será ni el último acontecimiento ni el más grave. Si se
proponen reventar las fronteras de Europa, ¿qué hacer? ¿Criticar a los que, con
medios mínimos y sin ningún respaldo legal intentan defender el territorio o,
como dijo alguien, esperarlos con música y bocadillos?
Estamos todos de
acuerdo en que para los subsaharianos, Europa es un Eldorado que les promete
comer todos los días, y el acceso a la sanidad y a la educación. Y nadie
discute que tienen derecho a ello, como seres humanos que son. Para muchos
defensores de los derechos humanos, las fronteras son un agravio para los más
pobres, y deberían desaparecer. A lo mejor es la gran solución para resolver
los problemas humanos de los inmigrantes; pero antes hay que prever los
problemas que se derivarían para los ciudadanos europeos. ¿Se está en
condiciones de atender a ochenta mil inmigrantes, de momento, de dales cobijo,
asistencia médica, educación, trabajo, alimentación... en los distintos países
europeos? No conviene olvidar lo que está pasando en Centroeuropa con los
gitanos y los rumanos, para los que algún francés ha pedido su internamiento en
campos de concentración, y deportaciones de los ilegales al norte de África. Ni
de Suiza, que ha cerrado su frontera a cualquier emigrante, comunitario o no.
Enfréntense Europa con
los grandes problemas de sus fronteras, y déjese en paz a la guardia civil; y mientras
no desaparezcan las fronteras, denle los medios para que cumplan su misión,
protéjanlos de los ataques insidiosos, y no den patadas al gobierno en el culo
de la guardia civil. El cuerpo sabe cumplir con su obligación, y tiene especial
esmero en prestar ayuda humanitaria a quien la necesita. Léanse la Cartilla del
cuerpo, donde está recogida la abnegación del cuerpo.
Recuérdese el lema
del cuerpo: El honor es su divisa, lema que le han copiado otras fuerzas de
seguridad del mundo.