Para mear y no echar gota
Por
Pascual Hernández del Moral.
sábado 11 de enero de 2014, 11:53h
Muchas son las cosas,
querido Venancio, que, por raras, extrañas, insospechadas, sorprendentes, impensables
y todo eso, nos hacen decir aquello de "es para mear y no echar gota". Sin
embargo, no es raro que, cuando menos lo esperemos, las urgencias de obrar el
cuerpo o de aliviar menores nos asalten de manera intempestiva, donde no
podemos darle rienda suelta a naturaleza. Igual que Ricardo III de Inglaterra
estaba dispuesto a dar su reino por un caballo, en esas ocasiones daríamos
nosotros lo que se nos pidiera por un retrete.
Me acuerdo, camarada
Venancio, de esas encuestas chorras que se anuncian como grandes
descubrimientos sociológicos de validez incuestionable y que valoran cosas que,
en realidad, no le importan a nadie: ¿a quién le preocupa cuántos donuts se
comen al día los americanos del norte, si las rubias son más tontas que las
morenas, o si nos molestan los amores extramaritales del presidente francés? Me
parece verdaderamente una tontería dedicar tiempo de "especialistas" y dinero a
esas mediciones de opinión, aunque algunas de las que se publican divierten por
lo que tienen de peregrinas: no hace mucho leí, amigo Venancio, que el 86 % de
los encuestados cree que el maquillaje es la causa del incremento de las
agresiones sexuales; no sé si este dato debe interpretarse como que la mayoría
de las agredidas sexualmente estaban muy maquilladas, o que los maquillajes
ponen a cien a los posibles agresores, y de ahí su comportamiento criminal.
Yo debo tener cara de
espécimen atípico, porque en mis muchos años, nunca me han hecho ninguna
encuesta de esas cuyos resultados se publican y se toman como verdades
incuestionables: ni sobre una marca de dentífrico, ni sobre mis gustos en la
mesa, mi de mis costumbres sexuales, ni de los calzoncillos que uso, ni... como
te digo, querido Venancio, nada de nada; ni tan siquiera me han pedido que
conteste para la EPA esa que esperamos todos cada inicio de trimestre. A lo que
se ve, no doy el tipo, o tengo la cara tan rara o el gesto tan adusto que
"mejor no acercarse", que pensaría el entrevistador o entrevistadora, que ambos
dos sexos pueden ejercer el oficio. Ahora que caigo, también el tercer sexo
puede profesarlo, pero esto ya es otro tema que ahora no toca, como diría el
señor Rajoy.
Viene todo esto
porque ADIF ha hecho los retretes de la estación de Sans de pago, lo que ha
levantado otra vez la polémica que ya creó el pago en los retretes de la
estación de tren de Atocha. Una de esas encuestas a las que hago referencia
asegura que a un 70 % de los encuestados no les parece bien la "privatización"
de los evacuativos (permíteme el palabro, compadre Venancio, tú me ya
entiendes).
Pero vamos por partes,
y empleemos bien los términos: no se están privatizando los retretes, sino su
gestión, más o menos como en la medicina pública que, digan lo que digan las
"mareas", lo que se hace es privatizar la gestión, como en muchos hospitales de
Andalucía, porque el servicio sigue siendo público. Nadie va a poner en los
retretes el cartel de "Propiedad privada - Prohibido el paso". Lo que van a
hacer es cobrarte unas perras por aliviarte, supongo que para costear el
servicio de mantenerlos limpios y proveer de papel y demás "adminículos". No
eran pocos los bares, restaurante y discotecas en los que, a la puerta de las
letrinas, había una persona, habitualmente una señora, que te facilitaba el
papel a cambio de una propinilla. Pues eso mismo.
Antes, en la
posguerra que recuerdo, en los lugares de paseo como la Plaza de Cataluña pongo
por caso, frente al Banco Español de Crédito había unas escaleras que conducían
a un cuartelillo de la guardia municipal, y a la derecha, a unos urinarios
públicos, en los que la señora y el platillo eran los cancerberos de los
mingitorios. Y en Sol también los había. No era obligatorio, pero casi todos
dejaban la calderilla para la señora "de los lavabos". Ahora es, pues, lo
mismo, pero sistematizado.
"La verdad es que", compañero
Venancio, en ocasiones darías tu reino por un retrete, aunque fuera pagando.
Sólo te salvaría de la necesidad, la valoración de ciertas decisiones
judiciales, actos del gobierno y opiniones de la oposición que son para mear y
no echar gota.
Que en momentos de
apretura, Venancio, tengamos uno a mano, aunque sea de pago.