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Después de Mandela

Después de Mandela

Por Javier Fernández Arribas
miércoles 11 de diciembre de 2013, 12:40h
Nelson Mandelase merece todos los elogios que está recibiendo pero todos sabemos que después de su fallecimiento el horizonte que se abre para Sudáfrica no está ni muchos menos despejado. No se trata de hacer de agorero pesimista. Tampoco de empañar una labor como político que es un ejemplo a seguir para toda la clase política mundial y como personaje a estudiar y a interiorizar en los colegios. No, la cuestión es analizar el futuro más o menos inmediato para un país emergente como Sudáfrica, que ha sufrido un parón económico y social preocupante después de la celebración del Mundial de Fútbol en 2010 y que se despierta cada mañana con un nuevo caso de corrupción política. Algo, por desgracia, demasiado extendido por el planeta. Solo hace falta seguir los medios de comunicación en España, por no irnos muy lejos, ni al Tercer Mundo subdesarrollado. Sin embargo, el legado de Nelson Mandela es claro y muy valioso.

Fue capaz de reconciliar a un pueblo, negros y blancos, después de un cruel y despiadado régimen de segregación racial con diálogo y manteniendo firmes principios y valores que no dependen ni conocen el color de la piel. Evitar una guerra civil o que la mayoría negra laminara a la minoría blanca tras la caída del apartheid es una obra histórica de cómo los seres humanos razonan y pueden actuar de corazón. El riesgo y el temor que anida en muchas mentes es que la desaparición del gran líder pueda desatar las más bajas pasiones, ambiciones insaciables de poder y dinero y, lo más delicado, enfrentamientos políticos que puedan trasladarse estúpidamente a la población. Quizá esto sea más complicado y ciertamente improbable. Cuando uno observa cómo en toda Sudáfrica el pueblo unido y sin distinción alguna entre negros o blancos; cristianos, musulmanes, judíos o hindúes, ricos o pobres; sin la injerencia envenenada de la ruindad política, llora, baila, recuerda y disfruta de Madiba y sus lecciones crece la convicción de que nadie podrá destruir un legado político y humano tan arraigado en cada uno de los sudafricanos. Pero la corrupción está presente; la ineficacia, también; la mediocridad es osada y traicionera. Pero ante las miserias humanas, Sudáfrica tiene una prensa libre que denuncia y un poder judicial bastante independiente. En cualquier caso, cierta incertidumbre después de Mandela.

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