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El asombroso parecido de Esperanza Aguirre y Tomás Gómez

El asombroso parecido de Esperanza Aguirre y Tomás Gómez

martes 03 de diciembre de 2013, 00:37h
Cada día se parecen más en sus comportamientos políticos. Cada día se imitan más en su forma de aparecer ante los ciudadanos y en buscar con el ataque descarnado y continuo a sus propios líderes una forma de estar en la vida pública. Esperanza Aguirre y Tomás Gómez, tan distintos y tan distantes, se miran de reojo en cada amanecer y se han hecho cómplices en una forma de ejercer la política: es más rentable y más notorio atacar a sus jefes que a sus adversarios. Ser los " versos sueltos" les permite decir lo que quieren son importarles el daño que hacen a sus formaciones políticas y a sus propios compañeros. Ejercen de lo que no dejaron ejercer a otros cuando el timón del poder estaba en sus manos.

La expresidenta regional decidió tras presentar la dimisión que sus venablos principales no se iban a dirigir contra los líderes del Partido Socialista, que esas críticas no le proporcionaban titulares en los medios de comunicación. El morbo, la foto, la noticia, el impacto social estaba y sigue estando ( por lo que se ve cada día en su comportamiento) en el ataque continuo a las medidas del gobierno de Mariano Rajoy, da igual que sean fiscales, laborales, educativas o judiciales. A cada acción de un ministro o del propio presidente le sigue una reacción crítica de su compañera de partido y jefa del PP en la Comunidad de Madrid, un detalle este último que hay que tener en cuenta a la hora de entender tanta y tan recurrente discrepancia. Si uno de los perjudicados más directos es su antiguo número 2 y sucesor no importa. Ignacio González no tiene más remedio que tragar carros y carretas y esperar a que se acerquen las elecciones autonómicas soñando con que Rajoy y María Dolores de Cospedal le mantengan como cabeza de lista, que pueda ganar, mantener el gobierno y cerrar el largo capítulo de sus relaciones con Aguirre.

El secretario general del PSOE madrileño descubrió tras su última y sonora derrota ante Esperanza Aguirre en la primavera del 2011 que si quería sobrevivir dentro de su partido debía enfrentarse al líder nacional. Un día si y el otro también. Sus aspiraciones no se quedaban en la Comunidad que le acoge, creía y le hacían creer que podía aspirar a ser el sucesor del sucesor de Rodríguez Zapatero, que la mejor forma de esconder su propia derrota era el asalto al poder general de los socialistas. Primero lo intentó apoyándose en Carme Chacón, luego intentando una entente con los secretarios generales de otras Federaciones. Perdió en todas las operaciones de acoso y derribo a Alfredo Pérez Rubalcaba pero se sentía y se siente fuerte en su territorio, cree que controla al partido y que desde la dirección nacional no se van a atrever a montar una operación contra él. Ganó a Trinidad Jiménez y no ve en Jaime Lizavestky a un rival a su altura.

Si por un lado es de agradecer su discrepancia e incluso es más que saludable para la vida pública que hay disensiones dentro de los partidos y éstas no se oculten tras el aberrante dictamen de que " los trapos sucios se lavan en casa", las posiciones de Aguirre y Gómez no responden a que crean en la necesidad de mayores dosis de democracia y libertad dentro de sus respectivas formaciones políticas. Responden más bien a sus deseos de mantenerse en la primera línea, en encontrar huecos informativos en los medios de comunicación y en " impedir" que desde dentro les desalojen de la posición que ocupan. Sus actos obedecen más al miedo a perder que a la voluntad de implantar en nuestro país otras formas y maneras de ejercer la política, tan necesarias y urgentes como la autocrítica que deberían practicar los dos pero que no está, ni se la espera.

Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba conocen muy bien a sus dos enemigos internos. Los sufren y esperan el momento oportuno para apartarles definitivamente de la vida pública. Lo tiene más fácil el líder del PP que el líder del PSOE, por su situación personal y por los propios estatutos de sus partidos. El tiempo que le queda a esta comedia de enredo o a este drama skasperiano es distinto para uno y otro. El secretario general de los socialistas tendrá que anunciar, programar y celebrar unas elecciones primarias como mucho dentro de los próximos doce meses, y en ellas jugarse el todo por el todo, si es que decide presentarse a las mismas y luchar contra la triple entente que se ha formado en su contra, y en la que Tomás Gómez jugará el papel más duro y menos agraciado. Por el contrario, el doble presidente del gobierno y del PP puede esperar unos meses más y mover mejores fichas desde el poder. Paciencia, resistencia y habilidad ya han demostrado los dos que tienen y en grandes dosis.
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