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'Benedetti, crítico'

Irigoyen, colaborador de Diariocrítico recuerda a Benedetti

Según el catecismo del padre Astete, retirado de la circulación hace ya algunas décadas, las postrimerías del hombre son cuatro: muerte, juicio, infierno y gloria. En la muerte del uruguayo Mario Benedetti, autor de más de 80 libros de poesía, narrativa y ensayo,  voy a montarle, ateniéndome a las postrimerías del padre Astete,  un juicio sumarísimo comentando su labor como crítico literario. Mario Benedetti publicó en 1995 el libro El ejercicio del criterio que, en casi 600 páginas, reúne una selección de la obra crítica que publicó entre 1950 y 1994. El título del libro – El ejercicio del criterio – es gris y, al asociarlo con El Criterio, un libro decimonónico de gran éxito del filósofo y sacerdote catalán Jaime Balmes, me pareció doblemente gris aunque, por supuesto, no condené el libro sin leerlo.  Por más que los muertos tengan todo el tiempo por delante y, en consecuencia, anden sin prisas, desde estas líneas quiero decirle a Mario Benedetti, sin hacerle esperar más, que, aunque él hubiera escrito sólo este libro, para mí ya sería un autor inmortal. Acabo de releer sus textos “Vallejo y Neruda: dos modos de influir” y “Antonio Machado: una conducta en mil páginas” y constato, una vez más, que el primer deber de un escritor es pensar bien, es decir, como piensa Mario Benedetti. Quienes somos hinchas de  estos  tres extraordinarios poetas quedamos fascinados por la profundidad de Benedetti a la hora de abordarlos. 

Al releer estos textos tan profundos, y de prosa tan ágil, me he acordado de la crítica literaria de primerísimo nivel que escribe Mario Vargas Llosa. Mario Benedetti, en estos prodigiosos ensayos, alcanza el Himalaya de Vargas Llosa e incluso con un punto a su favor. Mario Benedetti, que tan bien ha educado musicalmente su oído por escribir versos, escribe una prosa ágil que a Vargas Llosa, por no haber leído suficientes versos, se le resiste un poco.  Como crítico literario, Vargas Llosa, por su extraordinario pensamiento, nos hace olvidarnos del ritmo, tantas veces renqueante, de su prosa. Algo parecido nos ocurre con los versos de Neruda: sus aciertos son tan radicales que nos hace olvidarnos de la no poca negligencia que percibimos las frecuentes veces en que el poeta ya no sólo echa una cabezadita, como dice el latino Horacio de Homero en un célebre verso, sino que se ha tomado un orfidal y duerme a pierna abanicada por Morfeo.  ¿Estará ahora  Benedetti con el padre Astete en la gloria o en el infierno?
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