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Opinión

Un Gobierno 'concentrádamente' débil

Un Gobierno 'concentrádamente' débil

Daba pena verlos. A todos los del Gobierno, pero especialmente al presidente y a su vicepresidenta segunda. Era como si hubieran tocado a degüello, como cuando El Álamo, y estuvieran esperando sólo el asalto final. Les salvó la campana, un solo voto de diferencia; pero ése es un favor que Zapatero le debe única y exclusivamente a Josep Antoni Durán i Lleida. Él y sólo él -Coalición Canaria y UPN, también abstencionistas, no cuentan, por otras razones- ha salvado a Zapatero de una moción de censura encubierta, aunque no real ni constructiva, como dice la Constitución.

         Durán se la ha jugado, porque la dirección de Convergencia Democrática de Cataluña, el partido de su socio
Artur Mas, había votado unas horas antes por 18 a 3 tumbar el 'decretazo' del Gobierno. O, lo que es lo mismo, tumbar al Gobierno de Zapatero. Pero, antes de esa votación, una llamada suplicante del presidente a Durán, líder de Unió Democrática de Cataluña y portavoz de CiU en el Congreso, conquistó el corazón del líder catalanista, convirtió la roca en gelatina: le había entrado por la lágrima fácil y por la 'razón de Estado'. Y Durán, que sabe del coste que tumbar ese decreto, en estos momentos, hubiera tenido para España en los mercados, se la jugó e impuso disciplina en su grupo, aunque se despachara a gusto contra un hombre ya caído. Zapatero, que le miraba con el rostro muy serio y con la mandíbula apretada, escuchaba en impenetrable silencio: “Esto ya no se aguanta más: su etapa como presidente está finiquitada".

          En los pasillos del palacio de la Carrera de San Jerónimo corrió la especie de que si Zapatero hubiera perdido la votación, si su decretazo, el más serio recorte social de toda la democracia, impuesto por Europa y por su 'amigo planetario'
Obama, hubiera arrojado la toalla. ¿Dimisión? ¿Elecciones generales? Eran rumores, rumores, rumores, tan sólo buenos -o malos- deseos de quienes se vislumbran ya a las puertas de La Moncloa.

Zapate
ro se ha salvado in extremis, y él lo sabe, como sabe que ya ha partido su último tren. Acorralado por todos los grupos políticos, por todos, menos por el PSOE, naturalmente, ha visto en el Pleno de este jueves en el Congreso cómo ganaba una votación, pero perdía una moción imaginaria. Rajoy -hoy sí- podía decir en pasillos, como realmente dijo en pasillos: “¡Pero… si no se ha atrevido siquiera a salir! Al menos, que tenga un poco de gallardía”. No, Zapatero, pudiendo hacerlo, no respondió. Acaso no tuvo fuerzas, acaso no las tiene. Su vicepresidenta tampoco usó el turno de réplica al que tiene derecho. La verdad es que no hubiera tenido sentido: todos la ningunearon, ninguna intervención se dirigió a ella.

         Si esto ha sido un palo para Zapatero, sus ministros y su grupo, que se prepare, porque vienen tiempos peores. Muchos parecen creer que, acorralado, tirará la toalla a finales de año. Lo creen muchos, menos
Llamazares: "Afortunadamente, quien tiene los instrumentos no son ni un Durán ni Rajoy, los tiene el presidente del Gobierno y convocará cuando más le beneficie a él. ¡Faltaría más!". Cuando más le convenga a él, sí, pero ¿cuándo le conviene más a España?

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