La razón es que, a diferencia del calzado cerrado con horma que se ajusta a los pies, ojotas y chancletas los dejan al descubierto y modifican el movimiento al caminar.
Si no lo crees, pensá:
¿tendés a doblar los dedos intentando sostenerlo para que no se salga?
¿solés dar pasos más cortos?
¿tensas los músculos de las pantorrillas en exceso?
¿solés perder el equilibrio o lastimarse con más frecuencia?
¿te duelen los pies y las piernas al final del día?
Características
Algunas condiciones de estos tipos de calzados los hacen poco convenientes. Por ejemplo:
Falta de horma: altera el arco y obliga al pie a estirar demasiado la planta. Consecuencias: fascitis plantar, inflamación del tejido en la parte inferior del pie.
Falta de taco: los talones chocan con el suelo y alteran el ritmo natural al caminar impactando en la postura. Consecuencias: sobrecargo en rodillas, caderas y columna vertebral.
Suela plana y chata: el impacto repercute en las extremidades y la columna. Consecuencias: dolor de espalda y lesiones en los pies.
Falta de sostén: las tiras del frente son insuficientes y se obliga a una flexión forzada del primer dedo para sujetar el calzado. Consecuencias: problemas de equilibrio, más riesgo de caídas, torceduras y esguinces.
Exposición completa: por tener los pies sin cubrir. Consecuencias: aumenta el riesgo de golpes y lastimaduras.
Qué hacer
Lo más conveniente es reservar su uso para la pileta o la vuelta a casa.
Reemplazar la ojota o chancleta simple por una sandalia con más estructura y soporte puede brindarte la misma frescura con más confort y seguridad.