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Dos caminos diferentes

Por Iñaki Anasagasti
viernes 18 de septiembre de 2015, 16:52h
Estamos a una semana de las elecciones catalanas. Una fecha que traerá cola, para bien y para mal. La fiera desorientada y herida del centralismo español no va a parar hasta volver a poner a los catalanes en la misma sintonía de onda que en el pasado. Otra cosa es que lo consiga. Y para ello, al darse cuenta que para sus fines el Tribunal Constitucional no tiene elementos coercitivos para hacer cumplir sus leyes, el PP, por si y ante si, le ha dado estos días un garrote con púas tras una reforma hecha de forma solitaria deprisa y corriendo. Ya nos hubiera gustado a nosotros en estos años haber recurrido a ese árbitro casero como es el Constitucional con el fin de que una ley orgánica refrendada por el pueblo vasco como es el Estatuto de Gernika se hubiera cumplido automáticamente y no hubiéramos tenido que escuchar que la transferencia de prisiones y la de la seguridad social, entre otras, aun siendo partes de esa ley orgánica, para ese agresivo centralismo, son incumplibles y aquí no pasa nada.

Y así como Artur Mas está amenazado con todas las penas del infierno, recordemos que ante la posibilidad de la convocatoria por parte del Lehendakari Ibarretxe en 2003 de un referéndum consultivo sobre la reforma del estatuto, Aznar montó en cólera y con la ayuda de aquel siniestro personaje apellidado Astarloa, ex letrado mayor del Parlamento Vasco, modificó el artículo 506 bis, aprobando un nuevo artículo, que penalizaba con prisión de tres a cinco años e inhabilitación absoluta de diez a la autoridad que osase hacerlo. Y lo plantearon aprovechando una Ley Orgánica sobre el Arbitraje en una enmienda del Partido Popular en el Senado. Afortunadamente el gobierno Zapatero la derogó.

El detonante de la situación catalana ha sido su pésima financiación, junto a un estatuto corto que Zapatero prometió defender en su reforma y el PP lo llevó al Constitucional y, según Guerra, le pasaron la garlopa y lo cepillaron, dejándolo irreconocible. Ni Nación catalana, ni Pacto Fiscal, ni capacidad para convocar consultas, ni nada que oliese a una Catalunya Nación dentro de un estado plurinacional. Y vino la Diada del 2012, en la que estuve y volví con la boca abierta ante aquel océano colorista, entusiasmado y familiar, y ante su inmenso éxito la sociedad se motorizó.

Soy un nacionalista vasco no obsesionado por la estatalidad. Quiero a Euzkadi dentro de Europa como una Euzkadi Nación muy poderosa. Un gran lobby pionero en todo. Los mejores en todo. Tenemos tamaño, tradición, e ideas claras y como decía Xabier Arzalluz, ”el pequeño lo que tiene que ser es inteligente”. Y no perder el tiempo en debates estériles que no conducen a nada más que a tapar las vergüenzas del pasado.

Y miro hacia atrás y lo que se ha hecho en cuatro décadas que arrancan en 1976 y en los cuatro años siguientes a los que veo como los años de la puesta en tierra de los grandes cimientos hincados por una generación de oro, de cuyas apuestas vivimos, invirtiéndolas hoy en acciones de futuro.

Franco muere hace cuarenta años, en 1975. ETA decide continuar su lucha armada y mata policías, guardias civiles y al empresario Aingeru Berazadi. El PNV, tras este asesinato y muerto el dictador, marca un antes y un después y condena durísimamente el salvaje atentado. Pero hace mucho más. Llegaba la política y había que hacer honor a ella.

Y el PNV se mira en el espejo y mira a su desorganizado ombligo producto de la represión y con la acrisolada experiencia del pasado se pone metas. Organizarse interiormente, buscar aliados, mantener el Gobierno vasco en el exilio hasta obtener un nuevo estatuto de Autonomía, recuperar el euskera, lograr la devolución del Concierto Económico para Gipuzkoa y Bizkaia, formar a la gente joven, predicar por todas las esquinas, abrir batzokis, y repudiar la violencia.

Esto ahora se ve fácil y no se valora. No lo era en 1976. La gente joven lo que tenía en sus habitaciones era el poster del Che Guevara y mucha pólvora en la cabeza. Pero se hizo. En 1977, había que crear partido y tras discutir en unas neonatas organizaciones municipales cuatro ponencias claves como la cultural, la política (siendo los únicos en apostar por Europa), la socioeconómica y la de organización se elige territorialmente a unas nuevas autoridades internas en un compensado juego de generaciones tras cuarenta años de imposibilidad en hacerlo. Y en Iruña, en marzo sale el PNV de la clandestinidad como un trueno con un EBB y unos Consejos regionales (territoriales) dispuestos a comerse el mundo. Un navarro euskaldunberri, Carlos Garaikoetxea, presidía aquel proyecto que era “bendecido” por D. Manuel de Irujo llegado ex profeso del exilio para la ocasión. Y es que Navarra era, en aquel momento, era y es, la gran obsesión de aquel proyecto que no quería prosperara el fraude logrado por la derecha navarra en tiempos de la República.

Y el PNV se registra en marzo en Madrid. Era condición sine qua nom para hacer política. Y lo hacemos. La incipiente Izquierda Abertzale nos tilda de traidores, pero nos da igual. Nos registramos. En política quien anda con complejos, se queda lamiendo sus heridas. Cuarenta años después y miles de días y esfuerzos perdidos, esa Izquierda Abertzale acomplejada hace exactamente lo mismo. Aciertan cuando rectifican. Tampoco les hacemos el menor caso cuando en Txiberta nos piden no acudamos a las elecciones convocadas para junio mientras hubiera presos en la cárcel. Les decimos que había que hacerlo precisamente para sacarles. Y en octubre, con la ley de Amnistía, no quedaba ni uno. ETA se ocupó de volver a llenar aquellas prisiones.

Y el 15 de junio de 1977 con ocho diputados y un pacto en el Senado con el PSE y ESEI, teníamos las ideas claras. Una Constitución buscando la reintegración foral plena, una antigualla, para algunos amigos, hoy desesperados. Y aquellos diputados y senadores jelkides dieron la batalla y la talla y lograron que se consagrara la diferencia entre nacionalidades y regiones, y un artículo 150-2 que fue una enmienda del PNV para ir ampliando poder, y disposiciones transitorias y adicionales perchas estratégicas para ir colgando nuestra foralidad en ese ”constitucionalismo útil” definido así por Herrero de Miñón y Ernest lluch. La Euzkadi Nación, antes de que en estos años, nos echaran océanos de agua para dejar irreconocible aquella demanda del año 77, solo reivindicada por Catalunya, Euzkadi y Galiza. ¿Alguien en España podía pensar que Madrid iba a ser una autonomía con parlamento, bandera con estrellas vietnamitas e himno pachanguero?. Pues no.

Pero aquel partido se jugó y se ganó con goles suficientes para lograr en 1980 nos devolvieran el Concierto Económico para Gipuzkoa y Bizkaia, verdadera gasolina para la incipiente autonomía y si no, que se lo pregunten a nuestros amigos catalanes que no quisieron saber nada de lo que solicitábamos diciendo que no reivindicáramos antiguallas y que no había ”nada más odioso que la recaudación” y que eso lo hiciera Madrid. Ya, ya.

De aquella Constitución y tras una multitudinaria manifestación convocada por el PNV en octubre de 1978 contra ETA, para que las cosas quedaran claras, fuimos a lograr la aprobación de un estatuto superior al del 36, y lo logramos, hasta el punto que generalizado el proceso autonómico por presión militar, en Madrid nos decían que era incumplible porque generaba envidias, vaciaba el estado, y era demasiado bueno. Pero no hemos cejado en el empeño de colmarlo aprovechando cualquier resquicio. Somos la gota malaya que al final orada la piedra.

La llegada en diciembre de 1979 del Lehendakari Leizaola en avión desde Paris, tras cuarenta años de clamar en el exilio, con su digno sombrero y ante aquellos gudaris que llorando le recibían en Sondika, se cerraba toda una página de nuestra historia. Teníamos un nuevo estatuto, la ikurriña ondeaba en todas partes, y empezaba el gran tajo de poner en marcha todo un edificio desde la nada de una tierra quemada.

Catalunya y los catalanes eligieron su camino y el domingo lo volverán a elegir. Nosotros tenemos el nuestro. Y de momento no nos van mal las cosas. La Izquierda Abertzale solo sigue acertando cuando rectifica, ETA es un mal recuerdo del pasado, el Concierto es nuestra piedra angular a la que debemos mimar frente a las envidias y los golfos apandeadores que lo tratan de privilegio y nos lo quieren quitar y en Madrid se habla de reformas constitucionales.

En aquellos años no hicimos caso a los cantos de sirena. Había una hoja de ruta, avalada por el pasado y la experiencia y se siguió con brillantez. Y ahí están los resultados.
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