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¿Nos lo merecemos?

Por Pascual Hernández del Moral.
viernes 18 de septiembre de 2015, 01:49h

Es lugar común decir que cada uno tiene lo que se merece. Me resisto a aceptarlo. Muchas veces, la vida es injusta, claro que con nuestro sentido de la justicia, y nos hace soportar un trato inicuo por parte de nuestros adversarios. Digo mal: los que denomino “adversarios”, se consideran “enemigos” de los que piensan distinto. Al menos, así se consideran ellos. Y estos enemigos odian a los que piensan distinto: “No hemos odiado bastante”, afirmó un representante político hace unos meses, y así nos va.

En los estados democráticos, tienen derecho a la representación todas las sensibilidades políticas, mientras sean respetuosas con la legislación que ampara, precisamente, su representatividad. Las tropelías que muchos cometen intentan justificarse en el concepto de “libertad de expresión” (como las “celebrities” de Telecinco), que debe proteger a los representantes políticos frente a cualquier tipo de represión política, judicial, o social, se formule como se formule. Pero no es tolerable que, en nombre de esa libertad, se dañe al resto de la colectividad, y se humille a toda una sociedad mediante la falta de respeto a los símbolos de todos. Algo de eso ya se comentó cuando se quemaban banderas españolas o se pitaba el himno nacional. La libertad de expresión lo justificaba todo.

Cada día vamos a más en el desprecio a las instituciones, por representarnos a todos, se merecen un profundo y total respeto de todos los españoles (aunque no se sientan tales), y especialmente de aquellos que fundamentan su representación en la legalidad que juran aceptar, aunque sea por “imperativo legal”, al tomar posesión de su cargo.

Ayer se produjo un suceso más en la línea del desprecio y la humillación, en la cámara de representación de todos los españoles: un descerebrado más de los que no faltan en el Parlamento, ataviado ridículamente con una “estelada” –lo que da una idea de la consistencia de sus opiniones políticas- se atrevió a proferir gritos subversivos (“¡Visca Catalunya lliure!”), y, en la tribuna de oradores, romper las páginas de la Constitución de 1978, que precisamente es en la que se fundamenta su presencia en la cámara, y le otorga inmunidad, muchas exacciones, amén de un sabroso sueldo, una pensión, dietas etc. Este SABINO CUADRA, un animal que debe morar en donde su apellido indica, acabó así su intervención ante la cámara, cuando se debatía el otorgamiento al TC de capacidad para hacer cumplir sus sentencias. Y acabó muy orgulloso, supongo, de su intervención. Una bofetada a casi todos los diputados (supongo que algunos impresentables debieron aplaudirlo). Más o menos como en un “Sálvame” cualquiera.

Es uno más de los insultos a que nos tienen acostumbrados determinados representantes políticos. Recuerdo a DAVID FERNÁNDEZ, “EL ZAMORANO” de la CUP, alias “EL SANDALIO”, que amenazó a Rato con una sandalia sudada, y al que despidió con una frase antológica: “NOS VEREMOS EN EL INFIERNO. HASTA LUEGO, GÁNSTER”. Toda una manifestación de buena educación, de brillante lenguaje parlamentario, y con una indumentaria que dejó mucho que desear. En la comisión Pujol todos esperaban que amenazara también con su sandalia sudada al prócer ASTUTO MAS, pero no: con él se abrazó sollozando de placer (político, no piensen mal, por favor) junto a las urnas de cartón del referéndum de paripé del 9 de noviembre. Y ahí sigue, sin propósito de enmienda.

Por poner otro ejemplo de la buena educación y cortesía parlamentaria: ¿Recuerdan a JUAN TARDÁ, el ímprobo representante de ERC? En el debate de los presupuestos auguró el triunfo de los independentistas, con la expresión siguiente: “EL 27-S VAMOS A DARLES UNA PATADA EN EL CULO DEMOCRÁTICA”. Lo de “democrática” lo añadió a última hora, supongo que para arreglar un poco la grosería.

Pues ante estos insultos a la ética, a la estética y a todo lo que ustedes quieran, ¿qué hacen los que tienen autoridad para evitarlo? ¿Qué ha hecho el presidente de la Cámara? Pues NADA. En el caso de Cuadra, podía haber ejercido los derechos que le otorga el artículo 110 del reglamento de la cámara, debía haberle quitado la palabra, expulsarlo del hemiciclo y suspenderlo de sus funciones durante 30 días. Pero nada. Como buen picha-floja, prefirió mirar al tendido, y reaccionar sólo ante las protestas airadas de UPyD, la única formación que protestó airadamente ante el insulto.

De verdad: ¿nos merecemos esto? Yo creo que no.

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