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Solidaridad frente a xenofobia

Por Javier Fernández Arribas
miércoles 02 de septiembre de 2015, 16:13h

La canciller alemana, Angela Merkel, es objetivo de críticas y descalificaciones porque dice, casi siempre, las cosas muy claras. En la crisis creada por el flujo imparable de refugiados (personas que huyen de guerras y conflictos como Siria, Irak, Afganistán, Pakistán, Somalia o Eritrea) e inmigrantes que, además del riesgo bélico tienen que afrontar la miseria y la explotación en sus países, la mayoría africanos, toda Europa tiene un papel que cumplir. Cada país de la Unión Europea debe aportar lo que haga falta para buscar una solución a la situación de catástrofe humanitaria que se está viviendo en pleno corazón de la Europa de los principios y de las libertades que sirven para unas personas nativas, que sufrieron dos guerras mundiales, pero no para las que vienen de su propia guerra provocada por múltiples intereses externos.

El plan preparado por Alemania y Francia será presentado a los socios en la cumbre extraordinaria del próximo 14 de septiembre y, además, del planteamiento de una política común que todos deben aceptar y cumplir, la exigencia es aceptar las cuotas previstas para cada país. La posición española insiste, con razón, en atacar el origen de los refugiados (las guerras) y de los inmigrantes (la miseria en parte de África) e intenta acoger a menos refugiados que los que se le atribuyen por el esfuerzo que ya viene realizando durante años frente a otros países del norte que siempre han evitado involucrarse en un problema de migraciones que consideraban que competía únicamente al sur. Ahora, las percepciones en el centro y este de Europa son diferentes al estar sufriendo directamente la desesperación de unos seres humanos que no se van a amedrantar por la valla húngara, el maltrato policial macedonio, los controles austríacos, la negativa británica, la doble moral francesa o los ataques xenófobos en Alemania.

Una xenofobia que se extiende a otros países y que provoca reacciones espeluznantes que nos hace recordar la frase “el hombre es un lobo para el hombre”, creada por el comediógrafo latino Plauto (254-184 a.C) en su obra Asinaria y popularizada por el filósofo inglés, Thomas Hobbes, en su obra Leviatán, en el siglo XVII. El egoísmo nos convierte en un peligro para otros seres humanos pero un exceso de permisividad sin control y sin el cumplimiento de las normas puede representar el caos para el estado de derecho que tanto nos ha costado construir para beneficio de las mafias sin escrúpulos que explotan la necesidad imperiosa de unos seres humanos desesperados. Ese es el gran desafío de nuestra época, dar respuesta adecuada a la crisis migratoria.

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