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Warhol tenía razón

jueves 27 de agosto de 2015, 15:46h

Cuando Warhol aludió a los 15 minutos de gloria en la televisión, como aspiración colectiva, se adelantó a su tiempo, porque entonces todavía la televisión, ni siquiera en Estados Unidos, se había convertido en la referencia de una sociedad. Eran tiempos en que una crítica adversa del New York Times obligaba a suspender una obra recién estrenada en Broadway, pero ahora, si la crítica es demoledora, pero los intérpretes de la obra tienen cuatro minutos de gloria en una entrevista de televisión, el efecto queda neutralizado y la taquilla se ve atacada, en los días siguientes, de una fiebre en la demanda de entradas.

En la historia de la crónica negra y su amplio espectro de modalidades criminales, en ese abanico que va del parricidio a la venganza y de la avaricia al tormento, eran raros o estaban ausentes los asesinatos en directo en un programa de televisión, que, por otra parte, es el sueño de un idólatra del share. Pero lo más insólito no es el crimen "en vivo y en directo" -habría que escribir "en muerte y en directo"- sino la grabación de la acción por el propio asesino, que demostró ser una persona polivalente, capaz de apuntar con una pistola, disparar y, a la vez, grabar todo eso en su móvil.

No hace mucho, un amigo me contó su experiencia de contemplar, en un terrible accidente automovilístico, cómo la mayoría se dedicaba a auxiliar a las víctimas, mientras unos pocos se dedicaban a grabas las cruentas imágenes en sus móviles. Su narración me produjo un atisbo de esperanza, porque mucho me temo que, dentro de poco, ante un accidente, la inmensa mayoría se dedique a tomar imágenes para enviar por mensaje a continuación, mientras dos o tres pringados de misericordia, se dediquen a ayudar y asistir a los heridos.

Cuando la fascinación de algo llega a los asesinos es que no hay camino de retorno. "No asesines en la clandestinidad: grábalo", podría ser el santo y seña de los próximos crímenes. Y no estamos tan lejos. El acoso escolar con mayor éxito es que se graba y se cuelga, después, en internet. Porque la próxima duda del asesino en busca de sus minutos de gloria será si es más eficaz la televisión o Internet.

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