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La marca España

Por Ismael Álvarez de Toledo
lunes 24 de agosto de 2015, 19:17h

Probablemente nunca hayan estado menos valoradas las instituciones del Estado como lo están en este momento. La crisis económica y la corrupción, han colocado a España en el punto de mira de la opinión pública mundial. Si bien es cierto que es digno de elogio el trabajo de nuestros gobernantes a la hora de atajar la maltrecha economía y sacarnos de las cifras que nos abocaban directamente a uno o varios rescates, la opinión pública nunca perdonará al gobierno del Partido Popular, el que para hacerlo, haya acabado con el estado del bienestar y puesto en situación crítica a millones de españoles.

Durante la crisis económica, y con el objetivo de mejorar nuestra imagen externa, el gobierno creó un proyecto propagandístico denominado “La marca España”, una idea que trataba de poner en valor lo mejor de nosotros mismos, como españoles, y en la que participasen todas las Administraciones del Estado, entidades públicas y privadas, y la sociedad civil. Pero con lo que no contaba el gobierno de Mariano Rajoy, es que la marca España se vería inexorablemente ligada a la corrupción política, a los escándalos de todo tipo, y a la quiebra de la confianza de los ciudadanos en nuestras instituciones y gobernantes.

La nefasta gestión social de la crisis, la falta de comunicación entre el gobierno y los españoles, y el apoyo descarado a la banca, en detrimento de los ciudadanos, ha dado lugar a la aparición de partidos populistas, a la fractura del bipartidismo, y a la proyección de una imagen externa, que nada tiene que ver con lo que nuestros gobernantes pensaron para fortalecer a nuestro país con la marca España. Un verdadero galimatías del que la mayoría de los españoles no tiene conocimiento y, el que lo tiene, se avergüenza de que nuestra carta de presentación sean casos como la trama Punica, la Gurtel, Rato... que implican directamente a políticos.

El esfuerzo de nuestros deportistas, empresarios, militares, y todo el amplio abanico social que conforma un país, no se ve proyectado a través de ninguna marca, sino como casos individuales. La imagen que proyecta nuestro gobierno, a través del partido que lo sostiene, tiene que ver con la corrupción, con la falta de medidas para luchar contra ella, y con la perdida de confianza entre los ciudadanos. Si repasamos la prensa internacional, en lo referente a España, lo que se cuenta de nosotros es un caso tras otro de impunidad ante la corrupción, de lo barato que sale delinquir, de la oferta en turismo de borrachera o de cualquier otro tipo poco saludable. Se habla del auge de partidos como Podemos, de la baja credibilidad del ejecutivo, a pesar -como digo- de que también coinciden en el “milagro” de la recuperación económica. Un milagro que no es tal, si se tiene en cuenta todo lo que el gobierno se ha llevado por delante, en materia social, para cuadrar las cuentas.

La imagen de España no necesita, precisamente, de una marca. España tiene una historia, una trayectoria universal que no necesita de propaganda gubernamental, entre otras cosas, porque en el exterior, como en casa, se nos conoce por nuestro trabajo. Se reconoce, individualmente, a nuestros deportistas, que son los mejores del mundo, a nuestras empresas, en faraónicos proyectos, a nuestros investigadores y científicos, y así, el esfuerzo de hombres y mujeres honrados que componen el tejido social de nuestro país. Pero al mismo tiempo, se nos conoce por la mala gestión interna de quien nos gobierna, una gestión que provoca que nuestras regiones quieran ser independientes del Estado, por la nefasta política internacional que nos sitúa en el hazmerreír de Europa frente a Gibraltar, por ser los peones de países con menos historia, pero que han tenido la gran suerte de contar con mejores gobernantes.

La marca España no es un proyecto que se pueda achacar a un determinado partido político, porque de serlo, estaríamos a merced de la imagen de la corrupción, de la falta de transparencia a nivel institucional y de nuestro sistema financiero. La marca España no puede estar en entredicho de la propia Unión Europea, sancionando y advirtiendo constantemente a nuestros gobernantes sobre lo que hacen mal. La marca España, si de verdad queremos avanzar en el camino de una buena imagen, debe hacerse lo más lejos posible de nuestros gobernantes, para que nos conozcan por lo que somos, y no por lo que de nosotros transmiten quienes nos gobiernan y ofenden.

Ismael Álvarez de Toledo

periodista y escritor

http://www.ismaelalvarezdetoledo.com

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