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Renuncias

Renuncias

Por Fernando Franco Jubete
jueves 26 de septiembre de 2013, 17:59h
Inevitablemente nos tenemos que acostumbrar a medida que cumplimos años. Salvo al que nada tiene, por circunstancias del destino o por voluntad propia, a todos nos llegan. Suele ocurrir más tarde cuanto más tienes, pero siempre llegan las renuncias. Al Rey de España le están llegando las renuncias y nos estamos enterando todos los españoles. Un manto de silencio había amparado a la monarquía española, con el beneplácito de una gran mayoría de los españoles. Incluso presumíamos que nuestra monarquía era un ejemplo de comportamiento, moralidad y estilo de vida, frente al lamentable comportamiento de los descendientes de las monarquías inglesa y monegasca.
Nos sentíamos orgullosos de nuestro Rey, por su comportamiento en la transición y durante el frustrado golpe de Estado de Armada y Tejero. Profundamente agradecidos por haber transformado una dictadura en un país democrático, moderno y con futuro, evitando el enfrentamiento sangriento entre españoles. Han sido 38 años de esperanza, de tranquilidad y sosiego, trabajando juntos para mejorar y hacer más habitable España.
Pero, de repente, todos los españoles estamos descubriendo, tirando del hilo de Urdangarín, del hilo de los elefantes y las caderas, del hilo de Corinna, del hilo de los 1.800 millones de capital y de otros tantos hilos publicados y no desmentidos, que nuestro Rey, oculto bajo el manto de silencio que le tejía la clase política, los sucesivos presidentes de Gobierno y todos los periodistas que se han callado durante 38 años, es un excepcional personaje al que tenemos que renunciar.
A mi padre le operaron de las dos caderas por artrosis. En la cadera derecha le pusieron una prótesis en la Seguridad Social sin problemas. En la cadera izquierda no quiso esperar tres meses y se fue a Valladolid a una clínica privada en la que el mejor traumatólogo le puso una prótesis que se le infectó y se la tuvieron que quitar seis meses después en la Clínica La Paz de la Seguridad Social. Tenía la misma edad que el Rey, pero los traumatólogos nos aconsejaron no volverle a poner otra prótesis, dejar que los huesos soldasen para evitar demasiados riesgos. Se resolvió con su pierna izquierda más corta y un zapatón que redujo su movilidad radicalmente. Tuvo que renunciar a ella y nunca abandonó las dos muletas.
El Rey y los que le rodean y aconsejan no quieren renunciar ni a una nueva cadera ni a seguir siendo el Rey. Pero los riesgos de ambas decisiones son enormes, porque cuando llega el momento de afrontar las renuncias hay que aceptarlas. Es una ley de vida que no se puede ignorar ni aplazar. 
Por muy agradecidos que seamos, como bien nacidos, y muy juancarlistas que nos hayamos sentido, los últimos cinco años, coincidentes con la crisis, han tenido la virtud de descubrirnos que la corrupción es consustancial con los que detentan el poder sean quienes sean y de la ideología política o religiosa que sean. También hemos descubierto que las tecnologías de la información y las telecomunicaciones son el arma más poderosa, de que acaba de dotarse la sociedad, para defenderse de los que detentan el poder, para eliminar todo tipo de mantos y mantas palentinas de silencio, para descubrir sus corrupciones y acabar creando sistemas políticos más limpios y sociedades más justas.
Puede parecer una utopía, porque ni los reyes ni los políticos van a renunciar fácilmente a seguir disfrutando de sus privilegios, pero estoy convencido de que, la sociedad de la información que vivimos, conseguirá provocar las renuncias necesarias para que sólo los políticos limpios sigan siéndolo. 
De momento la sociedad española seguirá tan inestable como la cadera del Rey que, probablemente, acabará con la pierna izquierda más corta y un zapatón, como mi padre. Si le hubiesen operado en la Paz es lo que le habrían aconsejado sus traumatólogos, renunciar a una nueva cadera, a la movilidad, a seguir siendo el Rey.
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