Kilómetros de valores

Cansado de reuniones, de horas y horas frente al ordenador, llamadas de teléfono y ansiando mis creo merecidas vacaciones, el pasado fin de semana tuve la ocasión de disfrutar junto a los compañeros/as de Cruz Roja juventud, un par de días de su Campamento Itinerante.

El campamento Itinerante, como su propio nombre indica, trata de avanzar día tras día, durmiendo cada noche en un sitio diferente y andar durante buena parte del día a través de la senda del río Duero, recorriendo en su totalidad más de 180 km cargados de aventura, educación en valores y aprendizaje del medio ambiente que nos rodea. 

Muchas cosas me llamaron la atención de la experiencia y me gustaría compartirla con vosotros/as. Para empezar quiero ensalzar la labor de los monitores/as. Jóvenes  voluntarios, que en la mayoría de los casos, piden vacaciones en sus respectivos trabajos para dedicarse por completo durante una semana a chicos y chicas que interactúan y participan en un ambiente que no es del colegio o instituto, pero que igualmente está cargado de aprendizaje. 

De lo primero que te das cuenta al llegar a la zona de acampada, es el respeto y cariño que los participantes tienen hacia sus monitores. Apenas llevan unos días conviviendo con ellos y ya se han ganado el respeto  que permite que todo tenga un orden y la convivencia sea aprovechada al máximo por todos/as. Rápidamente ves, que no es un campamento organizado por una empresa con ánimo de lucro, ya que el número de monitores/as está muy por encima de los mínimos que marca la ley de juventud. Su objetivo es mucho más ambicioso que el económico, su objetivo es trabajar por y para los jóvenes. 

El campamento itinerante de Cruz Roja Juventud es duro en cuanto a lo físico se refiere. Día tras día recorren una media de más de 20 kilómetros, pero allí nadie abandona. Todos los días se realizan curas en los castigados pies de los participantes, se levantan muy temprano para evitar las temidas horas de sol y recorren kilómetros y kilómetros rodeados de naturaleza, mientras los monitores se encargan de enseñar de la más divertida de las formas, la fauna y flora que les rodea. Aflora el compañerismo entre jóvenes que hace unos días no se conocían de nada, ayudándose unos a otros mediante ánimos por acabar la etapa  y empujando o transportando la mochila de otros/as si fuera necesario.

Es encomiable y a mi parecer poco reconocida, la labor que realizan entidades juveniles como la citada hoy aquí, pero son muchas las entidades juveniles, como los Scouts, Aspaym, Inice, Joce,Oje, etc.  las que dedican los veranos y eligen el ambiente del ocio para seguir formando, educando y trabajando por y para los jóvenes. Ojalá pronto la educación no formal sea reconocida y valorada como se merece y se deje de ningunear la labor tan importante que realizan desde hace años aquellos que no se mueven por dinero, aquellos que se mueven por valores.

Roberto Carlos López Martín. Presidente del Consejo de la Juventud de Castilla y León.