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Francisco y la corrupción

Francisco y la corrupción

Por Fernando Franco Jubete
lunes 24 de junio de 2013, 21:42h
El Papa Francisco acaba de eliminar el grupo más selecto de personajes de la familia pontificia, el título más importante y uno de los más altos honores que la Santa Sede puede otorgar a un laico, el de los llamados "Gentiluomo de Sua Santità". Formaban parte de la Casa Pontificia junto con la Congregación del Ceremonial, el Mayordomo de Su Santidad, el Maestre de Cámara, la Comisión Heráldica para la Corte Pontificia y el Maestre de la Casa de los Sacros Palacios. Todos ellos, junto con el Prefecto de dicha Casa, ayudado por un Prefecto Adjunto y un Regente, el Delegado de la Comisión Pontificia para el Vaticano y el Comandante de la Guardia Suiza, constituyen toda una  parafernalia de personajes de relumbrón y boato que encajan muy mal con la sencillez del Papa Francisco.

Más aún si consideramos que, los Gentilhombres de Su Santidad, dignatarios laicos con carácter vitalicio, acompañaban a los visitantes ilustres, jefes de Estado y autoridades extranjeras o diplomáticos acreditados ante la Santa Sede, acompañándoles a San Pedro del Vaticano desde su residencia en Roma, vestidos de frac, con chaleco negro, corbata blanca, condecoraciones y el dorado collar con las llaves de San Pedro que les distingue. Los 147 Gentilhombres destacan por sus contactos, su poderío y su patrimonio. En el grupo abundan los banqueros, empresarios, príncipes, aristócratas, políticos y diplomáticos. Italia encabeza de largo la lista, con 114 "gentiluomini", siguiéndole Estados Unidos con siete y Austria y España con cinco.

El Papa Francisco, que acaba de cumplir cien días de mandato, ha eliminado dicho título honorífico afirmando que se trata de una distinción arcaica e inútil pero también considera que, el comportamiento de varios de Gentilhombres, dañan a la Iglesia por su comportamiento y, lo que es más grave, considerando el ideario del Papa, han originado escándalos de corrupción y de prostitución homosexual, con seminaristas implicados.

Es decir, el Papa Francisco ha comenzado la limpieza y regeneración de la política vaticana por los personajes que más aborrece: los corruptos. ¡Pecador sí, corrupto NO!, es una frase que Jorge Bergoglio repitió en sus homilías y escritos y fue título de un librito "Corrupción y pecado" escrito en 2005 y que acaban de publicar los claretianos en España. La diferencia sustancial entre el pecador y el corrupto es que el pecador pide y espera el perdón. El corrupto no tiene esperanza porque ha triunfado y no se siente en pecado.

El cardenal Bergoglio afirma que la corrupción no es un acto, sino un estado personal y social en el que el corrupto se acostumbra a vivir porque no percibe su corrupción, del mismo modo que el halitoso no percibe su mal olor de boca. Pero como la corrupción siempre crece y se expresa en una atmósfera de triunfalismo, llega el momento en que no puedo contenerse y estalla y desparrama su olor a podrido. Por ello, el corrupto siempre se caracteriza por mantener las apariencias, incluso cultivando la exquisitez y los buenos modales o ejerciendo de inmaculados guardianes del templo de la honestidad pública.  Es decir, el corrupto tiene que sentirse ganador, por encima del bien y del mal, sin necesidad de amistad porque sólo la complicidad le interesa y, por esta razón, ante cualquier crítica se erige en juez de los demás porque él es la medida del comportamiento moral y descalifica a quienes se atreven  a cuestionarle. Su triunfalismo le ha llevado a calificar a los demás en amigos y cómplices o enemigos, porque la corrupción es proselitista, necesita implicar a otros en su propia podredumbre.

Son pensamientos escritos del Papa Francisco, sobre la corrupción y los corruptos, que a mi me han hecho reflexionar y me han permitido identificar mentalmente a muchos corruptos por sus hechos, palabras y actitudes que he podido observar a la largo de mi vida cotidiana o a través de lo que nos describen los medios de comunicación todos los días.

Después de conocer el pensamiento del cardenal Jorge M. Bergoglio sobre la corrupción y su potencial actitud demoledora ante los corruptos, que probablemente conocían los cardenales que lo eligieron, cabe preguntarse si no es esta la razón de su elección como Papa. Si la mayoría de los cardenales, que confiaron en él, no estaban esperando que, poniendo en práctica su pensamiento, en cuanto tomase posesión como Papa Francisco, iniciaría la limpieza política, económica y sexual de la Curia romana y de la Iglesia Católica en general. Quizá los cardenales más optimistas también pensaron que, con su ejemplo, también los gobernantes de los países tradicionalmente católicos iniciarían la eliminación de la corrupción en sus partidos, instituciones y administraciones públicas, que tanta falta hace y tanto necesita España.

¿Será posible la utopía o matará antes al Papa Francisco cualquiera de los tres lobbys, financiero, homosexual y político, que actúan en la Curia romana?
 
Fernando Franco Jubete. Ingeniero Agrónomo, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia.
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