red.diariocritico.com
Las sucursales y la oficina principal

Las sucursales y la oficina principal

lunes 12 de noviembre de 2012, 16:25h
Esta es la historia de un amigo mío, sudamericano, chaparrito, con mucha vitalidad y muy simpático. De esos amigos circunstanciales, que surgen en los viajes y a los que acabas cogiéndole cariño, unas veces por ternura y otras por la enorme distancia que separa sus esquemas mentales y los tuyos. Era un hombre que se ponía el mundo por montera y al que ni siquiera 24 horas al día podían tumbarlo por agotamiento. Su trabajo le llevaba a recorrer durante todo el año mas de 20 países distintos, de los cinco continentes. Mujeriego como el solo, tenía una novia en cada puerto y era muy divertido escuchar sus historias amorosas.

Un día en Nueva York, hace mas de cinco años, después de una jornada agotadora, nos llevó a una discoteca a rematar el día, a relajar nuestras mentes y "hacer unas risas" como decía el. Era un local latino, de esos que hay a montones en la ciudad de los rascacielos, con música salsa y muy ruidoso. Allí fue donde nos contó su increíble sentido de la fidelidad y su particular y encendida defensa de la posibilidad de  mantener una relación amorosa distinta con mas de diez novias al mismo tiempo sin que eso, para el, fuese motivo del mas mínimo reproche.

No es este el lugar para explicar su teoría, que a mi me resulta particularmente pueril, muy reprochable y falta de premisas solidas, pero si quiero contarles únicamente que para el, la primera condición fundamental para evitar el sufrimiento de cualquiera de ellas y que no se enterasen de que tenia otra novia distinta, era llamarlas a todas igual. Llamase a quien llamase por teléfono, o hablase con quien hablase de todas ellas, a todas, las llamaba "mamita". No podía haber error. Lo mas sorprendente de este amigo mío es que al mismo tiempo que mantenía a esas diez novias en diversas partes del mundo, mantenía su matrimonio desde hacia mas de veinte años y afirmaba sin rubor, que continuaba enamorado de su mujer. A la que por cierto, también llamaba "mamita". Así vivía el, feliz, enamorado a su particular manera y derrochando, ya me dirán ustedes, vitalidad por los cuatro costados.

Le perdí la pista durante los últimos cinco años y me lo volví a encontrar hace unos meses en Madrid. Me sorprendió el cambio. Ya no era el tipo vital, simpático y conquistador que yo recordaba. Lógicamente, me paré con el un buen rato y nos tomamos una cerveza tranquila y amistosa. Allí, en ese rato de confidencias, me contó el porqué de su tristeza vital. A mi, lo primero que se me ocurrió fue pensar que la vida había trascurrido indefectiblemente y que esa energía que hacia posible su vida amorosa, se había terminado y ya no podía mantener su teoría. Pues nada mas lejos de la realidad.

Lo que le pasó es  que se había enamorado locamente de una de sus mucha novias y ni corto ni perezoso, creyendo que era el amor de su vida, dejo a su mujer y se fue a vivir con su nuevo amor.

Al cabo de una temporada, ese nuevo amor, que le aguantaba muy bien una vez cada seis meses, se dio cuenta de que ya no tenia gracia la relación y lo abandono. El intentó, entonces, regresar al hogar matrimonial, pero su mujer, lógicamente, ya no quiso saber nada de el. Este hombre, todo vitalidad en el pasado, todo alegría, estaba literalmente hundido. Yo pensé que iba a reconocer su error, su arrepentimiento mas profundo, que su tristeza radicaba en el verdadero amor perdido, pero no, sin cortarse lo mas mínimo, sin pestañear siquiera me dijo: "Daniel, aprende de mi error. Abre en tu vida todas las sucursales que puedas, pero nunca, nunca, cierres tu oficina principal"

Es una historia mas que, sin entrar a valorar el enorme cinismo que implica su frase final, espero que  les haya arrancado una sonrisa en sus labios y les haya hecho olvidar, por un momento los rotos y descosidos que se cuecen por ahí fuera. Y para que recuerden también, que, normalmente, la vida se encarga de colocarnos en algún momento y de manera muy dura, frente a los errores que cometemos. La frase final de mi amigo no hace sino remachar ese enorme error en el que había convertido su vida y a pesar de ello, no estaba dispuesto a reconocerlo. Se fue del bar donde estábamos y yo le vi marchar. Iba triste, cabizbajo, pero empecinado en su error y seguro que buscando a otro amigo a quien contarle su teoría de las sucursales y la oficina principal.

Daniel Movilla
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios
ventana.flyLoaderQueue = ventana.flyLoaderQueue || [] ventana.flyLoaderQueue.push(()=>{ flyLoader.ejecutar([ { // Zona flotante aguas afuera ID de zona: 4536, contenedor: document.getElementById('fly_106846_4536') } ]) })