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Resignados, no: ¡hartos!

Resignados, no: ¡hartos!

domingo 07 de octubre de 2012, 22:45h
Sería de necios negar la realidad. Y además de absurdo, inverosímil. Sin embargo, tan pernicioso -o más- como negar la evidencia es dejarse caer por el plano inclinado de la resignación. No hay peor mal que aceptar a destiempo una derrota, con sumisa impotencia, como excusa para la comodidad.

Es verdad que el tejido empresarial de la Comunidad se ha reducido en entorno a un 12% durante los últimos cinco años. Es verdad que, como consecuencia de ello, la tasa de desempleo se ha disparado hasta el 20%. Y que la lógica prudencia ante la incertidumbre, el alto endeudamiento y el progresivo deterioro de la tesorería, han provocado el desplome de la demanda interna y de la inversión.

La economía de la Comunidad, como la nacional, clama por un ajuste rápido, igual que el enfermo busca la cirugía después de cinco años de sufrimiento e incertidumbres: ¡Hágase, por favor!, ¡metan el bisturí sin miedo, pero pronto! Las familias están hartas. Y las empresas, al borde de la desesperación. Los beneficios empresariales han vuelto a reducirse este año hasta extremos insostenibles: -76% al cierre del primer semestre. Los costes de financiación siguen al alza (+3,6% hasta junio). Y su valor añadido bruto, en tasas de principios de los años 90.

Aunque a regañadientes, el proceso de empobrecimiento generalizado ha sido asumido más pronto que tarde por las familias. Y por las empresas, claro. No son pocos los empresarios que, a la espera de una rápida recuperación, empeñaron su propio patrimonio o confiaron en poder refinanciar su deuda... Y ya no están en el mercado.

Sin embargo, muy pronto se sumó a la intensa crisis la vanidad política, cuyos principales responsables o siguen disimulando ante la evidencia, vendiendo humo, o se han convertido en radicales pregoneros del catastrofismo. Aquí sobran políticos, ¡seguro!, pero se echan en falta líderes.

En todo caso, lo que se advierte después de cinco años, cinco, es que las administraciones públicas se siguen retorciendo de dolor, pero no adelgazan ni con laxantes. Primero proclamaron eufemísticamente aquello de la congelación del gasto. Más tarde se pusieron de moda los ajustes. Pero hoy, en el periodo más intenso de los recortes, las administraciones son el origen del descrédito nacional y el motor del encarecimiento de la financiación.

La administración autonómica de Castilla y León, que no es el peor de los ejemplos, cerró el ejercicio 2008 a 413 millones de alcanzar la estabilidad presupuestaria. Pero a partir de ese año, aunque el objetivo de estabilidad figura entre los primeros de cada una de las leyes de presupuestos, la cifra de déficit presupuestario ha crecido al ritmo de la Fórmula 1: -787 millones en 2009, -1.294 millones en 2010, -1.446 millones en 2011... Y este año, el más dramático desde el punto de vista del gasto público, la desviación ya era de 490 millones al cierre del primer semestre.

Claro, así se entiende que la deuda pública de la Comunidad supere ya los 5.800 millones de euros (más del 10% del PIB regional, 2.317 euros per cápita) y que el déficit se situara ya a finales de junio en el 0,87% del PIB (193 euros per cápita), cuando el límite para todo el ejercicio es el 1,5%.

Cinco años de congelación, ajustes y recortes con tan pobres resultados... Sí, ya se sabe que las comunidades autónomas son instituciones concebidas para el gasto, para el lucimiento, para la reivindicación. No estaban preparadas para gestionar la pobreza. Pero, tras la experiencia de estos cinco años, ¿aún no han entendido que, así, son inviables? ¿Aún no han comprendido que la mejor solidaridad fiscal es predicar con el ejemplo? ¿No han entendido que una mayor carga fiscal, como la ya anunciada, es interpretada como un abuso de poder, para sobrevivir cual parásito en un cuerpo anémico?

Algunos ingenuos -ciertamente algo incautos- confiaban en un golpe de timón decisivo en las cuentas del Presupuesto de Castilla y León para 2013. Pero están aún en el horno y ya se sabe qué novedades presentan: más impuestos, más deuda, menos inversión y un gasto relativo similar al de años precedentes. Ahora bien, la gran duda es la siguiente: Si la razón de ser de los presupuestos de Castilla y León para 2013 es el cumplimiento del déficit y ya se sabe que es prácticamente imposible de lograr, ¿por qué no se sinceran y admiten que el único objetivo es "seguir sobreviviendo"? Porque, en fin, hace ya unos años que la Junta confecciona el presupuesto anual de la Comunidad con el único fin de mantener abiertos los edificios públicos (incluidos los servicios fundamentales, cierto).

No es fácil, ya se ve. Pero, a pesar de todo, lo peor sería sucumbir a la oleada de la resignación crónica.

Manuel Trapote. Periodista
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