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¿Lo ecológico es más sano?

¿Lo ecológico es más sano?

Por Fernando Franco Jubete
martes 11 de septiembre de 2012, 19:28h
La superficie de cultivos ecológicos se ha cuadruplicado en la última década en España hasta convertirse en el primer productor de Europa con 1,6 millones de hectáreas (Mha), por delante de Italia (1,1 Mha) y Alemania (0,9 Mha). En el mundo se cultivan 37 Mha en agricultura ecológica, biológica u orgánica (las tres denominaciones equivalentes, admitidas mundialmente) cuyas normativas prohíben la utilización de productos fertilizantes o fitosanitarios sintéticos y semillas transgénicas y exigen que los alimentos producidos se identifiquen con su logotipo que garantiza su control. 


Su cultivo y producción se concentra en el sur (del mundo, de los continentes y países) zonas de clima benigno, más productivas y también más pobres y atrasadas y el consumo en el norte, zonas más ricas, de climatología fría y grandes limitaciones productivas. En España, por lo tanto, producimos para la exportación y nuestro consumo de productos ecológicos es muy reducido, sólo el 0,22% de las ventas en las grandes superficies españolas, que suponen un mercado de 37 millones de Euros (ME). Cifras muy distantes de los 5.800 ME que se gastan en Alemania y los 22.000 ME que invierten en Australia, mayor productor (con 12 Mha) y consumidor mundial.  En ambos países surgieron dos de los estilos de agricultura ecológica con mayor número de seguidores.

En 1924 surgió en Alemania la Agricultura Biodinámica, propuesta por el filósofo Rudolf Steiner promotor de la antroposofía, teoría filosófica de la ciencia espiritual. Ocho conferencias, que impartió en Kobervitez (Baja Silesia) a un grupo de agricultores siguen constituyendo todo su cuerpo de doctrina. Las influencias del Polo Cosmos y el Polo Suelo en el Organismo Granja; las preparaciones biodinámicas, creadas por reflexión intelectual para condensar y captar los impulsos cósmicos, o las cristalizaciones sensibles para valorar intuitivamente la calidad de los alimentos producidos, siguen atrayendo a numerosos consumidores hacia un modelo productivo espiritualista situado entre el cielo y la tierra. En Australia en 1978 Bill Mollison, profesor y naturalista, y David Holmgreen, ecologista, crearon la Permacultura o agricultura permanente con base científica formal pero utilizando métodos y recursos de la Agricultura Natural y espiritualista del japonés Fukuoka. 

Tradición, credulidad mística y renuncia a la tecnología, la evolución y el avance de las ciencias agrarias son fundamentos de la producción ecológica, mezcladas con el buenrrollismo de quienes se erigen en defensores exclusivos del medio ambiente y transmisores de los mensajes catastrofistas de la contaminación de los alimentos y la liberación de sustancias químicas sin cuento ni fin. Propuestas extremistas que han comenzado a adoptar también los movimientos neonazis alemanes que previenen contra la extinción biológica y espiritual del pueblo alemán, como consecuencia del consumo de alimentos contaminados y modificados genéticamente de origen extranjero. Para evitarlo proponen el consumo de productos biológicos alemanes y fomentan el miedo a los productos extranjeros. Sorprendente discurso cuando hace poco más de un año los alemanes vivieron la crisis del pepino provocada por la contaminación con Escherichia coli de brotes de semillas de producción ecológica alemana. Una demostración de que si los extremos se tocan, la posibilidad de que los extremismos se fundan es muy elevada y total de que sus mensajes se confundan. 

Pero la agricultura no admite extremismos, ni ideológicos ni prácticos, ya que, su lenta evolución desarrollada durante diez mil años a partir de la experiencia, habilidad e intuición de los agricultores y de su espíritu experimentador, ha creado las ciencias agronómicas. Por ello, cuando un agricultor decide producir renunciando a la tecnología actual y retornar a los métodos tradicionales (sin misticismos ni creencias ajenas a lo agrícola) con el convencimiento de que va a producir alimentos más sanos y mejores, más sostenibles y menos contaminados, además de estar en su derecho se puede afirmar que ha tomado una decisión que está de moda y que va a reducir la producción mundial de alimentos. De todo lo demás no hay una certeza demostrada significativamente, ya que se han publicado tantos artículos más o menos científicos (cientos de estudios comparativos) que demuestran una postura y la contraria. Ni siquiera se ha demostrado que estén menos contaminados porque, aunque no utilicen productos químicos, su contaminación por patógenos naturales y micotoxinas siempre es mayor que la de los  alimentos procedentes de agricultura convencional. Recuerden la contaminación por E. coli de brotes ecológicos alemanes a través de un estiércol ecológico mal compostado. Los pepinos españoles de horticultura convencional, limpios de contaminantes, no produjeron treinta y dos muertos y un millar de infectados.

Tampoco las frutas y verduras ecológicas tienen mayor intensidad aromática y gustativa porque dependen de la variedad y de su madurez en la planta, nunca de su método de producción ecológico o convencional.  

Hoy la Agricultura Ecológica es una agricultura neotradicional de sustitución de insumos, con sus fitosanitarios y fertilizantes naturales autorizados, producidos por las mismas multinacionales que producen y venden los productos químicos de síntesis utilizados en la agricultura convencional y con métodos de conservación refrigerada, transporte y comercialización paralelos a las de los productos convencionales, pero con una producción menor y unos precios de venta más elevados. Por todo ello, su consumo se basa más en motivaciones ideológicas y de poder adquisitivo que por razones de seguridad o salud.


Fernando Franco Jubete. Ingeniero Agrónomo, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia. 
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