Un porqué y un cómo

La semana pasada, como consecuencia de mi artículo sobre la hora de la verdad, he tenido muchísimas llamadas, mensajes y "recados" de amigos, y también de menos amigos. Más o menos en igual proporción de apoyo o de desaprobación. La vida es así. Ayer mismo, sin ir mas lejos, una persona a la que aprecio, pero que no es amiga, ni enemiga, me decía: Daniel, háztelo mirar. ¿A tus años y metiéndote en esta guerra?

Por eso, me gustaría explicarle a él y a todos ustedes, primero el porqué y luego, el cómo, si tengo espacio y si a ustedes les interesa saberlo.

El porqué es muy fácil. Llevo muchos años viviendo. Sin más. He visto de todo, bueno, malo y regular. He vivido sin grandes agobios durante más de cincuenta años. Mi vida ha transcurrido sin grandes sobresaltos y sin grandes aventuras, con las penas normales por la pérdida de amigos o familiares que nos dejan, también con las alegrías de ver nacer a mis hijas y con el privilegio de envejecer al lado de una gran mujer que ha sabido darme estabilidad. Y estos días, al repasar un poco mi vida, creo que me han faltado compromisos. Compromisos con mi generación, con mi país y conmigo mismo. No quiero pensarlo otra vez dentro de diez años, cuando ya mi cabeza quizá quiera, pero mi cuerpo no me permita la alegría de comprometerme. Y sobre todo, arrepentirme de no haberlo intentado

Por eso quiero hacerlo hoy. Tengo ganas, tengo tiempo, tengo ilusión y tengo necesidad de demostrarme a mí mismo que soy capaz de dedicar mis últimos esfuerzos a cambiar un sistema que no me gusta, que nos ha llevado a la deriva y que carece de capitanes que enderecen el rumbo.

Yo no soy ningún capitán. Como mucho un sargento, al mando de una pequeña  tropa muy preparada y muy ilusionada. Tanto o más que yo. Y a esa tropa, se le añadirá más tropa, mucha si ustedes quieren, o poca si no les gustan nuestras ideas. Una tropa que quiere implantar en este país, los compromisos que ya desarrollamos en el primer Congreso de la Sociedad Civil el pasado otoño en Madrid.

No hay más porqués. Sencillo de verdad y nada raro.

El cómo queremos hacerlo es más complicado. Llevamos muchos meses, escribiendo, hablando, explicando, que este modelo está acabado, que necesitamos un cambio de sistema, que esta crisis es estructural, sistémica, y que ha venido para quedarse por mucho tiempo. Nos escuchan, nos leen con interés y nos aplauden. Pero cuando se apagan los focos, cuando la gente vuelve a su casa  y piensa lo que les hemos dicho, se quedan con la insatisfacción de no saber cómo canalizar esa inquietud y plasmar de alguna manera, esas ganas de cambio que hemos metido en su alma.

La gente, los ciudadanos, están, estamos, cansados de promesas de cambio, cansados de manifestar en privado nuestra indignación y de firmar manifiestos. Todos estamos cansados de la impostura generalizada que ha tomado sitio en las instituciones democráticas españolas.

Y cuando en esas conferencias, en esas charlas, en los encuentros que celebramos, les hablas de cambio, siempre dicen que sí, pero que no saben cómo hacerlo. Y lo notas en sus ojos, que piden un cauce, una vía de descompresión.

Pues desde aquí yo les digo que la única manera de cambiar este sistema, es entrando en el sistema y la única manera de entrar en el sistema es jugando el mismo juego al que ellos juegan. Son sus reglas, ellos las han instaurado y las han blindado hasta límites insospechados.

Sociedad Civil y Democracia es un partido, es cierto, porque no nos dejan llamarnos de otra forma, pero somos en realidad una plataforma de ciudadanos a los que no nos gusta lo que vemos y sentimos. Así que, creyendo que la única manera de jugar a su juego es entrando a jugar, juguemos y que sea lo que los ciudadanos españoles quieran.

Daniel MovillaTwitter: @danielmovilla