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¿Acabó el país donde todos queríamos ser funcionarios?

Por Fernando Jáuregui
viernes 20 de abril de 2012, 00:13h
Algunas veces he dicho que las reformas laborales, tanto la que teníamos procedente de la era socialista como la actualmente a debate en el Parlamento, no me convencían como fuente de nuevos puestos de trabajo. Creo que en ambos casos las prioridades se han puesto más en las posibles nuevas contrataciones desde las empresas ya constituidas que en la generación de nuevas empresas, que es donde verdaderamente se puede crear empleo. Ignoro si la futura ley de Emprendedores, que alguien está animando fundamentalmente desde el Ministerio de Industria que encabeza José Manuel Soria, contemplará algunos aspectos de creación activa de trabajo; pero, desde luego, si la reforma laboral, a la que en la tramitación parlamentaria ya se le han aceptado algunas -leves-mejoras no va acompañada de una legislación complementaria, que espero que sí, poco habremos avanzado. O nada.

Una sugerencia que ha llegado a bastantes mesas de los integrantes del Consejo de Ministros ha sido la de que se limiten al máximo posible las cuotas que han de pagar los trabajadores autónomos. Ello animaría a que muchos jóvenes se diesen de alta en este régimen y facilitaría sus posibilidades de contratación. Ya se que se trataría de empleos 'part time' o, incluso, como se ha repetido mucho, de 'mini jobs'. Pero las encuestas nos dicen que esta fórmula es menos mala para los afectados que seguir engrosando las listas del paro y la experiencia muestra que el éxito la ha acompañado en países como Alemania.

Es el caso que ha acabado una era, lo entiendan o no los empresarios 'tradicionales', los sindicatos y los trabajadores en general, y está iniciándose una nueva etapa en casi todos los órdenes de nuestras vidas, comenzando, naturalmente, por el laboral. Aquel país en el que todos queríamos ser funcionarios, en el que las madres de los estudiantes prometedores los querían convertir en notarios o en registradores de la propiedad, ha acabado. Quizá para siempre. Las seguridades no son las que eran, las oposiciones a cuerpos de elite ya no se convocan o se han restringido al máximo y el funcionario, muchas veces tan sufrido, tiene que ver cómo le congelan el sueldo o, peor aún, cómo algún responsable político le llama, sin paliativos, 'vago'.

Quizá por eso, como reacción frente a todo eso, se ha puesto de moda el término 'emprendedor'.

Perdón por la autocita, pero formo parte de un grupo de gentes de la sociedad civil que se ha lanzado a una campaña nacional e iberoamericana para promocionar emprendedores. Gentes que no se conforman, que no aspiran a vivir del Presupuesto estatal, ni a figurar en las listas del paro. Hay que acudir en busca de jóvenes cuyo más ardoroso deseo no sea el de emigrar en busca de oportunidades, sino que conserven un resto de ilusión por realizar sus sueños. Creo que son bastantes las iniciativas que empiezan a surgir en este sentido, las más de ellas movidas por un afán de cooperar en dejar a nuestros hijos un mundo un poco mejor de lo que lo encontramos. Y no, como corremos el riesgo, bastante peor.
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