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Médicos de plantas

Médicos de plantas

Por Fernando Franco Jubete
miércoles 11 de abril de 2012, 00:25h
Desde hace seis años, la última semana del mes de marzo es destinada en diecinueve países del mundo a denunciar el efecto negativo que los pesticidas ocasionan en la salud de los seres humanos y en el medio ambiente. La "Semana sin Pesticidas", promovida en España por la "Organización para la Defensa de la Salud" y "la Fundación Vivo Sano", pretendió reflexionar sobre los riesgos de estos productos químicos que son consumidos a diario inadvertidamente por millones de personas, con el objetivo de dar a conocer las alternativas que existen, siendo lo más seguro comprar productos ecológicos, garantía de que no se han utilizado productos químicos de síntesis en su producción.
   
Este tipo de eventos, siempre alarmistas y ajenos a la realidad productiva agraria, van provocado en la población urbanita la priorización obsesiva del medio ambiente sobre las actividades productivas, que también van adoptado los políticos europeos, y están amenazando con reducir progresivamente la competitividad internacional de la agricultura europea y su capacidad para alimentarnos.
   
La realidad cotidiana es que el agricultor dispone de diversas herramientas para hacer frente a las plagas y enfermedades que atacan a sus cultivos y, en particular, frente a las malas hierbas que son causantes de las mayores pérdidas de productividad a que se enfrenta en su explotación. Medidas preventivas y métodos culturales son prioritarios pero, cuando no bastan, es necesario recurrir a productos sanitarios que combatan las plagas o curen a  las plantas.

Es decir, el agricultor, del mismo modo que cualquier persona recurre al médico para que le cure una enfermedad, o el ganadero recurre al veterinario para que cure sus animales, recurre en situaciones extremas, al médico de plantas que es el fitopatólogo. Un ingeniero agrónomo o agrícola especializado en el control de plagas, enfermedades y malas hierbas de los cultivos. Y el fitopatólogo receta al agricultor un producto fitosanitario, es decir, un medicamento para plantas (un pesticida para el ecologismo de salón, que no ha pisado el campo ni vive la actividad agraria).

Con esta sencilla reflexión trato de expresar que las tres profesiones deberían estar prestigiadas por igual y los tres tipos de medicamentos utilizados en personas, animales y plantas igualmente aceptados por la sociedad, porque tienen la misma función de curar. Sin embargo, las medicinas de plantas son consideradas venenos y la profesión de fitopatólogo no sólo no está prestigiada sino que son considerados contaminadores del medio ambiente y vendedores de venenos.

Y los profesionales de la Agronomía somos tan estúpidamente influenciables que negamos la especialización y la ciencia fitopatológica como lo demuestra la reciente decisión universitaria de incluir en los nuevos planes de estudios de grados y master asignaturas denominadas "Defensa ambiental" o "Control de plagas y enfermedades", para adaptarnos al ideario ecologista, en vez de reivindicar la Fitopatología como ciencia que nos confiere, precisamente, el prestigio de ser los médicos de las plantas.

El problema fundamental de este desprestigio social se basa en que, el uso de fitosanitarios en los cultivos, se identifica con su liberación en el medio ambiente, un hecho incierto cuando la materia activa presenta una reducida peligrosidad, el tratamiento se ejecuta correctamente y se respetan sus plazos de seguridad en los productos recolectados (que es lo que hacen siempre los buenos agricultores). Por ello, en los últimos años, a través de una nueva legislación europea sobre uso sostenible de fitosanitarios, han sido eliminadas unas quinientas materias activas de las 750 que existían hasta el año 1993, fundamentándose en los riesgos potenciales de contaminación o en los posibles efectos nocivos sobre la fauna útil y las personas, sin que haya dado tiempo a su sustitución. Consiguientemente,  no existen, en la actualidad, soluciones fitosanitarias eficaces en numerosos cultivos, a pesar de lo cual se van a seguir eliminando todos los años nuevas materias activas.

Pero los elevados costes, que estas decisiones políticas tienen sobre la producción agraria, se pueden quedar en mínimos si es aprobada la reciente propuesta de los gobernantes daneses, que actualmente presiden la Unión Europea. Están debatiendo una directiva por la cual pretenden que la UE establezca una ecotasa a los tratamientos fitosanitarios que elevaría su coste medio, que es actualmente de unos 8 Euros por hectárea, a 50 Euros por hectárea. Una propuesta insultante para los agricultores europeos que son considerados, de forma generalizada, contaminadores ambientales.

A los daneses, que importan gran parte de los vegetales que consumen y no viven la crisis de los países del sur que los producimos, no les preocupa la sostenibilidad de la producción agrícola ni sus costes productivos. A los países productores, que priorizamos la agricultura, nos debe preocupar este absurdo fundamentalismo ambiental que hace peligrar el consumo de vegetales de calidad a precios asequibles y el futuro de la agricultura y los agricultores.

Particularmente cuando las fronteras de la Unión Europea están abiertas a producciones agrícolas de cualquier parte del mundo, obtenidas en condiciones ambientales y sociales penosas. Y el ejemplo actual es el acuerdo firmado por la UE con Marruecos cuyas producciones hortofrutícolas, obtenidas utilizando materias activas prohibidas en la UE, entran en Europa sin los controles fitosanitarios que se exigen a los productos europeos y con unos reducidos costes sociales y de mano de obra (0,60 €/hora).

Mientras tanto, los fitopatólogos españoles, los médicos de las plantas a los que nadie valora socialmente, analizan el proceso de adaptación a la nueva directiva europea que entra en vigor progresivamente y que obliga a los agricultores a afrontar las plagas con métodos más exigentes y con un mayor esfuerzo agronómico y económico, para seguir produciendo alimentos de la máxima calidad y con absoluta garantía sanitaria.

Fernando Franco Jubete. Ingeniero Agrónomo, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia.
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