La oposición que tendremos
lunes 30 de enero de 2012, 12:31h
Hemos llegado casi al final de la carrera precongresual entre Alfredo
Pérez Rubalcaba y Carme Chacón sin que se haya producido un verdadero
debate --ante las cámaras de televisión, por ejemplo-- entre ellos. Como
si el duelo al sol que se dirimirá este fin de semana próximo en
Sevilla, para elegir al nuevo secretario general del partido, fuese algo
que solo compete a los novecientos y pico delegados que acudirán al
conclave o, como mucho, como si el tema fuese algo apenas del interés de
la militancia socialista. Y no es eso, no es eso.
Ni milito, ni
he militado, ni militare en el Partido Socialista, como tampoco milito
en ningún otro partido. Así que pienso que figuro entre esa inmensa
mayoría de españoles, cada vez menos silenciosa, a los que interesa la
regeneración de los aspectos políticos de su país, que quiere tener una
oposición frente a las mayorías absolutas y que piensa que, al final, no
es solamente el Gobierno, sino también las oposiciones, quienes deben
jugar un papel en el futuro de la nación.
Siento parecer
demasiado duro, pero sigo sin ver, gracias a esta falta de debate
interno, o por culpa de esta falta de apertura a la sociedad, las
diferencias entre la opción A (Rubalcaba) o la B (Chacón). Cada una
tiene sus ventajas y sus inconvenientes personales, como ambas tienen su
historia, pero ninguna de las dos nos habla con longitud de onda y con
amplitud de ideas de lo que debe ser el socialismo, o llámele si quiere
usted la izquierda, del futuro. El PSOE, el viejo partido de Pablo
Iglesias, necesita no solamente una mano de pintura, sino, pienso, una
maquinaria renovada, nueva. Nadie habla, ante el congreso sevillano, de
una nueva era, de la etapa inédita que se esta abriendo ante los
españoles, ante los europeos.
¿Como afrontar, así, un congreso
tan importante? Pues eso: pensando solamente en los delegados que uno y
otro pueden captar, que es la mejor manera de seguir sin conectar con la
ciudadanía. Sospecho que esta está siendo una oportunidad perdida,
porque, con estos mimbres, me cuesta pensar que el candidato/a
ganador/a puede lanzar un discurso ilusionante a la opinión publica. O
que esta pueda estar segura de que se va a ejercer una oposición
constructiva, en la que se pacten los grandes temas que haya que pactar y
se combatan las cuestiones que haya que combatir. Ya digo: nos va mucho
en esto, pero a veces parece que no se enteran.