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Los ministros/as que nos vienen

Por Fernando Jáuregui
domingo 11 de diciembre de 2011, 22:39h
De entre las muchas cosas que van a ocurrir esta semana que comienza, en la que se acelera (más aún) la vida política española, me voy a permitir seleccionar un tema: las quinielas de 'ministrables' que circulan con profusión por cenáculos y mentideros de la Villa y Corte, pocas veces tan agitada por rumores, ambiciones y ansiedades como ahora. Siento decepcionarle, lector, si espera de mí que recoja aquí una lista de esos nombres que circulan, autopropulsados unos, impulsados por terceros otros, fruto de especulaciones y conjeturas los más. Porque algunos de esos nombres a los que conozco bastante bien me han asegurado, y no tengo por qué no creerles, que nada les ha dicho la única fuente de poder autorizada para hacerlo; hablan de ellos, pero no con ellos.
 
Supongo que esta semana iremos conociendo datos fiables que nos permitan intuir con mayor fundamento quiénes se sentarán en los sillones más importantes del Consejo de Ministros. Cuando se descarten las personas que ocuparán las presidencias de las dos cámaras legislativas y las portavocías parlamentarias correspondientes, tendremos sin duda, aunque solamente sea por descarte, algunos indicios. Y tampoco creo, la verdad, que vayamos a tener tremendas sorpresas en relación con las listas que ahora se hacen circular: Mariano Rajoy ya ha dicho que él es un tipo previsible, y ha insinuado que el elenco de sus ministros también lo será.
 
Más que los nombres concretos, me interesa la fotografía del conjunto. El último Gobierno de Zapatero era, en ese retrato global, perfectamente mejorable, por decirlo en términos piadosos. Y eso que tenía individualidades altamente estimables, como Gabilondo, Jáuregui o la propia Elena Salgado, entre otros. Zapatero se dejó enredar en experimentos, pagos de favores, paridades absurdas, favoritismos sin causa y precipitaciones que llevaron a lo que llevaron, incluyendo esa última pirueta moscovita de una ministra de Cultura que jamás debió serlo.
 
Tengo la sensación de que Rajoy evitará todas esas tentaciones, aunque, habiendo seguido su trayectoria, también me surge el temor de que el inminente presidente del Gobierno se encierre en el círculo de su entorno de confianza, de esos hombres y mujeres que le han acompañado en la travesía del desierto y que ahora, legítimamente, esperan la recompensa, y no hablo solamente de ministerios, claro está: a Mariano Rajoy le hemos entregado los españoles una considerable dosis de poder, y ahora tiene que estudiar bien cómo repartirlo de manera equilibrada, de manera que favorezca al máximo los consensos.
 
Es su primer gran desafío: no dejarse llevar solamente por el pago a los leales, sino rodearse de los mejores, que falta le/nos va a hacer. Me atrevo a decir que el resto de la Legislatura va a estar marcado por estas decisiones iniciales.
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