El puercoespín se aferra a una idea hasta que la realiza, pero el zorro es inconstante
Se conmemoran cien años del nacimiento de un espía británico -aunque había nacido y emigrado de Riga, Letonia- enviado a Estados Unidos en 1941 a trabajar como agitador y agente provocador para estimular la entrada de Estados Unidos en la Guerra. Allí estableció relaciones con periódicos, sindicatos, gremios, activistas y todos aquellos que pudieran ayudar a que terminara la soledad de Gran Bretaña en el enfrentamiento con el monstruo totalitario que devoraba a Europa.
Daphne Straight, hija de un aristócrata refugiado en Nueva York, lo recuerda como un profesor judío hablador y algo demente, con los bolsillos llenos de caramelos, recortes de prensa y la camisa manchada de ceniza de cigarrillo. Años después se desempeñó como agente infiltrado en la Unión Soviética stalinista y, según la policía, pertenecía a una red de espionaje encargada de suministrar a occidente información sobre los movimientos y la salud de Stalin. Su tío León fue torturado hasta que intentó suicidarse y quedó en libertad sólo a la muerte de Koba.
Cien años -6 de junio de 1909- del nacimiento Isaiah Berlín, quien además fue uno de los más importantes filósofos del siglo XX, pese a que su pensamiento no tiene la amplitud de Bertrand Russell, ni la premonición de Hayek, ni la sistematicidad de Kart Popper y a veces puede hasta parecer repetitivo.
Pero lo que lo hace un monumento inigualable es haber comprendido y explicado mejor que nadie que la criatura humana individual -para bien y para mal- es más poderosa que las supuestas fuerzas de la historia, que las fatalidades sociales ("el tesón de los seres humanos tuerce la marcha de la historia"). La libertad es la verdadera potencia.
Infinitas cosas enseña Berlín quien se burlaba de la admiración que producía ("no soporto leerme a mí mismo&"). Desentierra un extraño fragmento de Arquíloco: "el zorro sabe muchas cosas, mientras el puercoespín sabe una sola cosa, la decisiva". En la historia, según la interpretación que hace Berlín, ganan los hombres y los movimientos que tienen una idea fuerte, sólida y a partir de ella confieren significados a los fenómenos variados, los incluyen en una estructura comprensiva, -los puercoespines- mientras pierden los zorros, astutos, brillantes, dispersos, que saltan de una idea a otra. En la política el puercoespín se aferra a una idea hasta que la realiza, mientras el zorro es inconstante. Lenin era un puercoespín mientras Trotsky era un zorro. Betancourt fue un puercoespín rodeado de zorros, que dedicó su vida política a la democracia, mientras los más importantes rivales de su época tienen en sus biografías feas manchas antidemocráticas.
El puercoespín va a fondo con su idea.
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