Está todo preparado para la conmemoración del día en que Estados Unidos sufrió el mayor atentado de su historia en territorio propio. El 11 de septiembre de 2001 no cayó el Imperio americano, pero sí sufrió un duro golpe del que aún no se ha repuesto y cuyas consecuencias se maximizan día a día. La guerra contra el terrorismo es la prioridad de la administración Bush y el 11 de septiembre, la justificación para hacer y deshacer su política exterior.
A pocas horas para la estelar e inoportuna aparición del hombre más buscado del mundo, Bin Laden, Nueva York vive la víspera del mayor atentado que ha sufrido Estados Unidos en toda su historia. El morbo está servido. También la polémica. Qué decir de la provocación. Mientras los familiares lloran a sus muertos y las autoridades endurecen las medidas de seguridad -que rozan en muchos casos lo naíf-, la prensa recuerda incesantemente lo ocurrido hace (este martes) seis años en el Centro Financiero de Manhattan.
El World Trade Center se convirtió en Zona Cero. Este martes se agolparán allí miles de personas para recordar a los 3.018 ciudadanos que perdieron la vida cuando se desplomaron las Torres Gemelas tras el impacto de los dos aviones secuestrados por hombres de Al Qaeda.
El 11-S amanecerá lluvioso. Un triste escenario para un día tempestuoso. A las 8h15 de la mañana sonarán 3.018 campanadas en la Trinity Church (una por cada vida perdida), seguidas de una actuación musical para la meditación y el sonido de la Campana de la Esperanza. Una ceremonia memorial con velas se producirá al anochecer. Más música en diferentes puertas de la ciudad y una exposición fotográfica con cientos de imágenes que capturan el horror de aquella larga jornada completarán la conmemoración.
Continúan las investigaciones e igualmente las especulaciones: hay sectores (minoritarios) de la población que defienden la hipótesis del auto-atentado y también aprovecharán el aniversario de la tragedia del 11-S para sustentar sus sospechas.
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