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OPINIÓN / Víctor Gijón

A beneficio de los señores del ladrillo

A beneficio de los señores del ladrillo

A beneficio de los huérfanos…”, cantaba, irónico, Moncho Alpuente en los años 60-70. A beneficio de los señores del ladrillo, podríamos cantar los santanderinos ante lo que se nos vienen encima con el nuevo Plan General de Ordenación Urbana (PGOU).
El Colegio de Arquitectos de Cantabria ha puesto el dedo en la llaga: el PGOU que el alcalde Iñigo de la Serna ha recibido como herencia envenenada de su antecesor en el cargo, Gonzalo Piñeiro, reproduce y multiplica el desastre de urbanismo desarrollado en Valdenoja y la S-20.

El nuevo PGOU, todavía pendiente de modificaciones, pretende colmatar el poco suelo urbano que queda en Santander mediante actuaciones inmobiliarias con el único fin de hacer aún más ricos a determinados promotores y constructores.

En esa operación de venta del Santander de todos a unos pocos, en detrimento de dotaciones sociales, suelo industrial y servicios, estarían implicados ex autoridades, importantes empresarios de la construcción y accionistas de referencia de un medio de comunicación. Pero, ¿está De la Serna, el nuevo alcalde, entre los implicados? Parece que no y, además tiene en su mano demostrar su distanciamiento de políticas especulativas.

La primera autoridad municipal dispone de los instrumentos legales precisos para que, cuando el proyecto de PGOU salga de nuevo a información pública, tal como ha prometido, no lo conozca ni la madre que lo parió, en este caso sus padres: Piñeiro y  Víctor Gil, ex concejal responsable de Urbanismo. Y podría comenzar el alcalde por cejar en su empeño de enfrentar suelo para viviendas sociales y suelo para instalar industrias. Hay sitio para hacer frente a las dos necesidades si se diseña bien y se limita el asalto al territorio capitalino por parte de promotores y constructores.

En los últimos 12 años el PP no construyó ni una sola vivienda protegida en Santander, lo cual confiere casi nula credibilidad a sus promesas de presente. Si, en cambio, se levantaron miles de pisos de precio libre, sin reservas de espacio para dotaciones sociales y servicios, con malos accesos, y una nula visión de las más elementales normas del urbanismo moderno.

Miles de nuevas residencias que no respondían a un crecimiento ordenado y previsor de la ciudad, que a pesar de contar con un parque de viviendas multiplicado por dos sigue perdiendo población. Y ello porque se trataba de inversiones en ladrillo. Ahorro colocado en la construcción porque rentaba más en el mercado inmobiliario que en Bolsa o a plazo fijo en los bancos. Perseverar en ese modelo, cerrar el paso a la instalación de nuevas industrias, dificultando incluso la actividad de las ya existentes en la ciudad, como acaba de denunciar la CEOE, llevaría a Santander a un futuro de camareros y jubilados.

Y sin menospreciar a unos y a otros, ya me dirán que ciudad nos espera si se cumplen los sueños --de ellos, que son unos pocos, pero una pesadilla para los más-- de Piñeiro, Gil y un exclusivo club de promotores-constructores.
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