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Autocomplacencia, jamás…¿o siempre?

Autocomplacencia, jamás…¿o siempre?

Temo que a Zapatero la autocrítica le parece asignatura a la que es refractario. Le gusta el autobombo –que en política es más bien virtud que defecto— y no puede disimularlo. Este lunes, en su discurso sobre el ‘estado económico de la nación’, en la Bolsa de Madrid, prometió que no iba a ser autocomplaciente e inmediatamente se largó cuarenta y cinco minutos de elogios a la labor de su equipo en materia económica, aunque se cuidó bien de apropiarse de todo el mérito: se lo otorgó a la “madurez” de las fuerzas sociales.

Y si, claro que la economía va bien. Y que, cuando peor estemos, que estemos como ahora. Tiene razón el presidente al decir que el paisaje que nos rodea es positivo. No la tiene en tan gran medida cuando no advierte de ciertos peligros en el horizonte (¿qué pasará cuando se agote la fórmula ‘ladrillos y paella’?. Pero no seamos agoreros…). Y, desde luego, me parece criticable que, a la hora de repasar lo ocurrido en el panorama económico en sus tres años de mandato, que se cumplen efectivamente este martes, olvide citar, siquiera citar, algunos de los episodios más traídos y llevados en todo este tiempo. Como el intento de ‘desbancar’ al presidente del Banco de Bilbao Vizcaya, gestionado desde la oficina de Planificación Económica de La Moncloa, entonces dirigida por Miguel Sebastián. O el ‘culebrón’ de las opas sobre Endesa, que tantas críticas ha acarreado a la acción del Gobierno de España en la Comisión Europea. Cuestiones ambas que para nada se contemplan en el ‘Informe económico del presidente’, elaborado bajo la supervisión del sucesor de Sebastián, David Taguas.

Decir que la economía española no presenta signos esperanzadores sería una falsedad. Acusar al Gobierno de Zapatero-Solbes de no haber hecho bien los deberes, una temeridad. Pero me parece de justicia señalar que los puntos flacos se han olvidado, exceptuando quizá alguna tímida referencia a la falta de competitividad. Y es clamoroso el silencio sobre algunas meteduras de pata, como las dos antes reseñadas. Claro que entra en el ámbito de lo utópico pensar que alguna vez, en alguna parte del mundo, algún gobernante pueda admitir que se ha equivocado.

Lo de Zapatero en la Bolsa fue, en suma, un buen acto de precampaña electoral, animado por la presencia de los empresarios más importantes del momento, con excepciones, desde luego. Y no, Manuel Pizarro, el presidente de Endesa, ni estaba ni se le esperaba. Manuel Conthe, el aún presidente de la CNMV, tampoco andaba por allí, por supuesto. Y los chicos de la prensa, que por allí pululaban, se fueron sin poder preguntar al presidente algunas cuestiones candentes que, desde luego, no estaban en su discurso. ¿Quizá en esta noche de martes, entrevistado por una televisión? No, ya verán como tampoco.

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