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Discurso del Presidente del Gobierno en la presentación del Informe Económico del Presidente del Gobierno 2007

Bolsa de Madrid, lunes, 16 de abril de 2007

Señoras y señores,

Mañana hace tres años que tuve el honor de tomar posesión como Presidente del Gobierno. En consecuencia, la responsabilidad de la política económica de este país transcurre a través de los dos últimos ejercicios presupuestarios, 2005 y 2006, de manera íntegra, y estamos ya en un momento en el que conocemos y hemos tenido la posibilidad de analizar los datos económicos de 2005 y de 2006.

Hay, por tanto, perspectiva para poner en marcha una iniciativa. En este espléndido marco me propongo llevar a cabo un acto centrado en la economía, pero de hondo significado político. Se trata de un acto inaugural. Ponemos en marcha una nueva iniciativa entre nosotros. Presentamos, por primera vez, un Informe del Presidente del Gobierno relativo a la situación de la economía española, de sus logros y de sus retos.

Es una iniciativa de responsabilidad política, porque subraya con nitidez la medida en la que el Presidente del Gobierno asume la dirección de la política económica y se responsabiliza de la valoración de sus resultados por parte de los actores económicos y sociales, y por el conjunto de los ciudadanos.

Es una decisión de calidad democrática, una decisión a favor de la transparencia, llamada a convertirse en un acto habitual que comprometerá ya en el futuro a los Presidentes del Gobierno con independencia de su identidad política; una práctica que acabará instalándose como una sana tradición, una referencia básica en la agenda económica anual del país.

Resumiré en tan solo una frase la conclusión principal del Informe: 2006 ha sido el mejor año económico de la democracia. Pero tenemos importantes desafíos ante nosotros: ser más competitivos, vigilar la inflación y mejorar nuestro balance exterior; desafíos que queremos afrontar con los empresarios y los trabajadores, con todos los ciudadanos. Vamos a poner todos los medios para que este gran caudal de crecimiento llegue y beneficie a la inmensa mayoría de los españoles.

En 2006 se ha prolongado un año más, y a los más altos niveles de intensidad, un período de expansión que dura ya década y media. Por primera vez se han superado los veinte millones de personas ocupadas, casi duplicando las que teníamos apenas veinte años atrás. Hemos conseguido situar el desempleo prácticamente en el promedio europeo, llevándolo a una tasa del 8,3 por 100, la más baja desde hace casi treinta años. Estamos ya tocando la media europea en renta per cápita.

La reducción significativa de la inflación, el consistente superávit presupuestario de las Administraciones públicas o el elevado crecimiento de la inversión muestran, igualmente, el excelente comportamiento de nuestra economía en el año pasado.

Tenemos, pues, muchas luces verdes y muchas de ellas con la intensidad y la energía suficientes para iluminar un largo tramo del futuro. Pero no quiero ni debo ser excesivamente triunfalista ni complaciente; debo fijarme también en lo que se puede mejorar. La autocomplacencia es un rasgo conservador y yo prefiero el progreso. El exceso de autocomplacencia hace perder la perspectiva y yo prefiero ser realista.

En algunos aspectos hay camino para que la economía española se comporte mejor, en otros hay necesidad estratégica de que lo haga. Puedo asegurarles que el Gobierno tiene bien identificadas las necesidades y la determinación de afrontar los retos que tenemos que resolver con autoexigencia e imaginación.

Permítanme que me extienda algo más en la caracterización de la situación actual y que me refiera, asimismo, a algunos de los desafíos que se identifican y analizan en este Informe, que va a estar a disposición de la opinión pública española en el momento en que termine mi intervención; aspectos como son la mejora de la productividad, el desequilibrio del sector exterior y el fortalecimiento de nuestro estado del bienestar, así como sobre las medidas que hemos tomado o estamos diseñando para afrontarlos.

A lo largo del último año España ha crecido más que cada uno de los países del G-7 y es hoy ya la octava potencia económica mundial, con un PIB que supera el billón de euros. En los tres últimos años hemos creado cerca del 40 por 100 del empleo en la Unión Europea, más que Francia, Alemania, Italia y Reino Unido juntas.

Esta bonanza en los dos indicadores fundamentales, crecimiento y empleo, ha producido un doble efecto beneficioso: en el orden comparativo hemos reducido el diferencial de renta per capita con Europa y en el orden interno hemos disminuido más de diez puntos en los últimos cinco años las diferencias en renta per capita entre las regiones más ricas y las más pobres.

España es hoy un espacio económico cada vez más integrado y España es hoy un país con una mayor justicia y equidad territorial. Dicho en lenguaje directo, los españoles tenemos una economía más fuerte como país, las familias tienen una renta superior y las diferencias entre unas regiones y otras se han reducido. Vivimos más como europeos y somos más iguales entre nosotros.

Con tan elevado crecimiento y con esa intensa creación de empleo hemos sido capaces de reducir la inflación, hasta alcanzar en la actualidad el 2,5 por 100, estrechando el diferencial con la Unión Económica y Monetaria hasta 0,6 puntos.

Crecimiento, empleo e inflación se han visto acompañados por un excelente comportamiento de las cuentas públicas. El superávit presupuestario de las Administraciones alcanzó en 2006 el 1,8 por 100 del Producto Interior Bruto. Es el segundo más elevado de la Unión Económica y Monetaria, y es el máximo en nuestro país en términos históricos.

El horizonte apunta en la misma dirección. El escenario macroeconómico para los dos próximos años será también muy positivo. Las previsiones apuntan a que en 2007 el crecimiento mundial se situará alrededor del 5 por 100, con las economías emergentes liderando este crecimiento mundial y con Europa manteniendo el dinamismo mostrado en 2006.

En este entorno económico internacional favorable España tendrá en este año de 2007 un crecimiento superior al 3,5 por 100 del Producto Interior Bruto. Ese crecimiento mostrará, además, un mayor equilibrio entre la demanda interna y la demanda externa.

Seguiremos creando mucho empleo, aún moderándose el ritmo alcanzado en 2006, y nos permitirá continuar con la tendencia descendente de la tasa de paro.

Seguirá mejorando la productividad, en línea con la tendencia ya manifestada en 2006.

Se desacelerarán los precios de consumo, salvo que los precios del petróleo se comporten peor de lo previsto.

La menor inflación y una posición fiscal que continuará mostrando una considerable solidez contribuirán a contener el desequilibrio exterior.

Los datos con los que ya contamos relativos al primer trimestre de 2007 corroboran las perspectivas anunciadas: las afiliaciones a la Seguridad Social han acelerado su crecimiento respecto al trimestre anterior, la producción industrial sigue creciendo por encima del 4 por 100 y las exportaciones han mantenido la tónica de la segunda mitad de 2006, con crecimientos cercanos al 10 por 100 nominal. Terminamos el último trimestre de 2006 creciendo al 4 por 100 y pensamos que el primer trimestre estaremos también en torno al 4 por 100 de crecimiento.

Este paisaje tan positivo que dibuja nuestra economía es mérito, fundamentalmente, de la madurez que ha alcanzado la sociedad española, del dinamismo de sus agentes económicos y de los frutos del clima de diálogo social entre empresas y trabajadores; también, del manejo de la política económica, cuyo acierto básico es, en gran medida, responsabilidad del Vicepresidente Segundo del Gobierno. Ese esfuerzo compartido ha permitido aprovechar con éxito las circunstancias favorables.

No me cansaré de repetir mi agradecimiento, que estoy seguro de que también es el de todos los ciudadanos, a los representantes de los empresarios y de los trabajadores por haber facilitado este clima de consenso, de acuerdo y de avance, que se expresa en veinte pactos en el ámbito del diálogo económico y social, y que para el Gobierno que presido deviene en un factor constitutivo de una política económica y social adecuada.

Desde mediados de los años 90 nuestra productividad ha presentado avances muy moderados, inferiores claramente a los experimentados por las principales economías europeas. En el último año se percibe haber retomado una tendencia más positiva.

La intensa creación de empleo que se desarrolla desde entonces, en la que la inmigración ha desempeñado un papel fundamental, ha permitido que continuara la convergencia en renta per cápita a pesar de la debilidad en el crecimiento de la productividad. Por ello, uno de los retos principales de nuestra economía para seguir aumentando su renta per cápita y su bienestar es continuar con el proceso de creación de empleo y, simultáneamente, aumentar su productividad.

El Gobierno es consciente de la necesidad de avanzar en ambas áreas. Para ello ha diseñado y puesto en práctica un amplio conjunto de medidas agrupadas en el Programa Nacional de Reformas. Este plan de acción trata de potenciar factores que afectan positivamente a la productividad. Tales son la inversión en infraestructuras, en capital humano y en Investigación, Desarrollo e Innovación; la intensificación y la promoción de la competencia en los mercados; la dinamización del tejido empresarial; la mejora de la regulación pública y la reducción de procesos y trabas administrativas para la actividad del sector privado.

Estas medidas deben acompañarse con políticas que incentiven la cantidad y la calidad del empleo, combinando la necesaria flexibilidad con protección y seguridad.

En una sociedad expuesta a los constantes cambios que impone una economía cada vez más globalizada, el Gobierno continuará los esfuerzos dirigidos a reducir la segmentación del mercado del trabajo y la temporalidad, a incrementar la tasa de empleo de algunos colectivos y a adecuar mejor la correspondencia entre salario y productividad dentro de las empresas.

La experiencia, y muy especialmente la de los últimos años, demuestra que no hay mejor manera de conseguir estos objetivos que mediante el diálogo social, con el apoyo y respaldo de todos los agentes sociales.

El segundo de los desafíos a los que me he referido tiene que ver con el aumento del déficit por cuenta corriente durante los últimos años.

Nuestro importante dinamismo, la ralentización del crecimiento de las principales economías europeas en los últimos cinco años, el alza de los precios de la energía y, también hay que decirlo, un incremento de costes superior al de nuestros principales competidores han sido los factores fundamentales que han llevado a ampliar el déficit por cuenta corriente por encima del 8 por 100 del PIB.

Sin embargo, conviene tener presente que el aumento del déficit por cuenta corriente refleja el fuerte crecimiento de la inversión, que se ha incrementado hasta situarse por encima del 30 por 100 del PIB en 2006.

Este aumento de la tasa de inversión, la más alta de las últimas décadas y la más elevada de la Unión Económica y Monetaria, ha sido consecuencia de la pujante y estable inversión inmobiliaria, y, sobre todo, en los últimos años, del crecimiento de la inversión en bienes de equipo.

Mientras se producía este considerable aumento de la tasa de inversión, la tasa de ahorro nacional, conviene recordarlo, se ha mantenido alrededor del 22 por 100 del Producto Interior Bruto en los últimos años, tasa similar a la de los países de la Unión Europea.

Por lo tanto, puede afirmarse que el aumento del déficit exterior se ha producido por causas muy distintas a las observadas en otras economías, en las que el aumento del déficit por cuenta corriente ha sido consecuencia de la caída de la tasa del ahorro nacional.

A pesar de que el déficit exterior es consecuencia del intenso aumento de la inversión nacional, esta situación no está exenta de riesgos.

España ha ido mejorando el saldo presupuestario de sus Administraciones Públicas en los últimos diez años; pero sólo en 2005 y en 2006 ha conseguido alcanzar superávit, en claro contraste con la situación observada en la Unión Económica y Monetaria, y en los Estados Unidos.

Como ya he señalado, el mantenimiento de la situación de crecimiento económico y cuentas públicas saneadas en el medio y largo plazo requiere aumentar nuestra productividad y competitividad a través de la mejora de los factores productivos, con más dotación de infraestructuras, más y mejor educación, y con una apuesta decisiva por la Investigación, el Desarrollo y la Innovación.

En infraestructuras, los dos principales planes inversores aprobados en esta legislatura, el Plan Estratégico de Infraestructuras del Transporte y el Programa A.G.U.A., permitirán a España converger en 2020 en dotación de capital público por habitante con el conjunto de los países más ricos de la Unión Europea.

Una prioridad esencial del Gobierno es alcanzar mayores y mejores niveles educativos, quizá la clave última y más definitiva para mantener el futuro de nuestro crecimiento económico y de nuestro bienestar. A pesar de los importantes avances, todavía nos encontramos rezagados en algunos indicadores con respecto a los países líderes de nuestro entorno.

Para hacer frente al desafío que suponen estas diferencias que aún padecemos, para mejorar la educación de nuestros jóvenes de hoy y la de la próxima generación, y para asegurar la igualdad de oportunidades, se ha aprobado la nueva Ley Orgánica de Educación. En el desarrollo de esa Ley de Educación el Gobierno ha comprometido ya una importante aportación presupuestaria inicial; pero somos conscientes de que tendremos que intensificarla y perseverar en un esfuerzo que asegure una rápida evolución hacía, entre otros, un objetivo fundamental de la Estrategia de Lisboa: que el 85 por 100 de nuestros jóvenes concluyan el primer nivel de la educación secundaria postobliglatoria, es decir, Bachillerato, Formación Profesional de Grado Medio o su equivalente en Enseñanzas Artísticas.

Para avanzar decididamente hacia una educación superior de excelencia se ha reformado la Ley Orgánica de Universidades, que abre el camino para una rápida adaptación al Espacio Europeo de Educación Superior y abre el camino a una mayor relación entre empresa y Universidad. En uno y otro ámbito se han asumido también importantes incrementos presupuestarios, que deben proseguir en el futuro, y se ha decidido apostar por el aumento del número y cuantía de las becas.

Otra de las grandes prioridades ha sido, es y seguirá siendo recortar y superar el retraso que sufrimos en ciencia y tecnología. Este Informe refleja las medidas puestas en marcha a través del programa Ingenio 2010. Ésas y otras en este mismo campo han convertido a la Investigación, al Desarrollo y a la Innovación en eje central de buena parte de las políticas encaminadas a mejorar la productividad. Tal es la dimensión de nuestro compromiso que en sólo tres años se han más que duplicado los presupuestos de Investigación, Desarrollo e Innovación civil. Y debemos de asumir y cumplir el objetivo de llegar al 2 por 100 de gasto en Investigación, Desarrollo e Innovación en los próximos cinco años.

La productividad, el crecimiento económico y el bienestar de las sociedades se potencian, asimismo, con las políticas que garantizan un buen funcionamiento de los mercados. Por ello, entre los retos que hemos asumido desde el Gobierno se encuentran el fomento de la competencia y la mejora de la regulación sectorial, así como el impulso del espíritu emprendedor, porque es necesario que el nivel de competencia de nuestros mercados de bienes y servicios sea superior al actual.

Todo ello en un contexto de sostenibilidad y respeto por el medio ambiente, en una actitud responsable ante el importante desafío planetario que representa el cambio climático.

Las emisiones de gases de efecto invernadero por habitante siguen siendo inferiores al promedio europeo en nuestro país. Ello es así aún con el fuerte crecimiento económico y demográfico que hemos experimentado, y que ha incrementado las necesidades de infraestructuras, de viviendas y de transporte, sectores con altos requerimientos de gasto y suministro energético, y con elevadas emisiones.

Para cumplir con Kyoto el Gobierno ha acometido ya varias actuaciones para que el crecimiento económico deje de ir asociado necesariamente a un incremento en las emisiones. Entre tales actuaciones destacaré los Planes de Eficiencia Energética y el Plan de Energías Renovables, gracias a los cuales los datos de intensidad energética de 2006 han mostrado una importante ruptura de la tendencia de años anteriores, que ha conllevado una reducción de las emisiones en nuestro país.

En todo caso, es necesario seguir mejorando sustancialmente en este ámbito para cumplir con nuestros compromisos internacionales.

Las mejoras de eficiencia en la generación de electricidad, la mayor participación de las fuentes energéticas más limpias, la ampliación de las interconexiones eléctricas con Francia, el uso del transporte público y del ferrocarril o la sustitución parcial de los carburantes por biocombustibles son ejemplos de cómo podemos desarrollar una apuesta estratégica, cuyo gran reto sea alcanzar un modelo de crecimiento económico bajo en emisiones.

Afrontar con decisión el cambio climático es nuestro mayor desafío contemporáneo. Nuestro esfuerzo en el presente será la mejor inversión de futuro.

El último capítulo del Informe Económico que hoy les presento lleva a cabo un diagnóstico de la situación actual y de los retos futuros relacionados con la estabilidad presupuestaria, el gasto social, el sistema de pensiones, la fiscalidad y la financiación autonómica.

La política fiscal es una herramienta macroeconómica básica de la que dispone el Gobierno en la Unión Económica y Monetaria para estabilizar la economía española. El Gobierno la ha utilizado no sólo con tales fines, sino también para impulsar el crecimiento potencial, para fortalecer la protección social de los ciudadanos y para afianzar el Estado de Bienestar en la perspectiva de futuro.

Durante todos los años de Legislatura los ingresos públicos han crecido por encima del PIB, impulsados por el aumento de los beneficios empresariales y la expansión del sector inmobiliario. Como el nivel de gasto público en relación con el PIB se ha mantenido prácticamente constante, se ha generado un superávit creciente.

La estabilización se ha reforzado con la aprobación de una nueva Ley de Estabilidad Presupuestaria, que facilita el ejercicio de una política fiscal contracíclica a lo largo del ciclo económico.

El crecimiento y la disminución de las cargas financieras, asociados a la buena gestión presupuestaria, han permitido avances en el gasto público productivo.

Las cuentas públicas saneadas también han permitido al Gobierno reducir la imposición de la renta de las personas físicas y de las sociedades, y reforzar la sostenibilidad del sistema de pensiones.

La Seguridad Social está alcanzando cifras brillantes. En el mes de marzo la recaudación por cotizaciones del Sistema superó por primera vez los nueve mil millones de euros frente a los siete mil con los que comenzaba esta Legislatura. Las reformas ya abordadas y en tramitación parlamentaria profundizan la sostenibilidad de la Seguridad Social. Además, en el propio acuerdo, traducido en Proyecto de Ley que está en estos momentos en el Parlamento, se prevé un seguimiento permanente del Sistema por parte de los todos los firmantes, lo que permitirá, si fueran necesarias nuevas reformas, su adopción en el marco del diálogo social, de la responsabilidad compartida entre Gobierno e interlocutores sociales. Éste es un valor añadido del círculo virtuoso de nuestra situación económica al que no vamos a renunciar.

La continuidad de la buena gestión de las finanzas públicas es clave para afrontar importantes retos como el envejecimiento de la población y los avances en biomedicina que, sin duda, incidirán en la financiación del sistema público de pensiones y de salud.

Señoras y señores,

La buena marcha de la economía española expresa una dinámica positiva y es fruto de la confianza que hoy genera nuestro país, valoración de la realidad actual y confianza en la evolución futura.

En 2006 tuvieron que revisarse las previsiones que se habían hecho sobre el comportamiento de nuestra economía. Todas se revisaron al alza. Lo hizo por dos veces la Comisión Europea, lo hizo por dos veces el Fondo Monetario Internacional, lo hizo la OCDE y lo hicieron todos los analistas nacionales.

Esas mismas u otras instituciones ya han revisado también sus previsiones para 2007. La última, el Fondo Monetario Internacional, que en su Asamblea recientemente celebrada sitúa ya la previsión de crecimiento para España en el 3,6 por 100, dos décimas por encima de la previsión anterior y también por encima de los países pertenecientes al G-7. La Comisión Europea constata en marzo el aumento del indicador del clima económico en España, el Fondo Monetario Internacional juzga acertada la política contenida en el Programa Nacional de Reformas y el ECOFIN valora muy positivamente la actualización de nuestro Programa de Estabilidad.

Mientras “The Economist” califica de imparable a la economía española, un sondeo del “Financial Times” nos sitúa como el país preferido para trabajar fuera del suyo por parte de los profesionales del Reino Unido, Francia, Alemania e Italia.

Esta innegable realidad de la economía española, que este Informe subraya, tiene como protagonistas principales a los actores económicos y sociales, a empresarios y trabajadores, a las instituciones responsables de la toma de medidas económicas y a los analistas que permiten un conocimiento más operativo de la realidad.

En este entorno quiero subrayar que el proceso de internacionalización de las empresas españolas tiene por delante un horizonte positivo. Cabe destacar el papel desempeñado por el sector financiero, que lidera los rankings mundiales en solvencia y en eficiencia. Instituciones financieras saneadas y modernas redundan en una economía española más competitiva, y en este sector en el que destacan algunas entidades constituyéndose como bancos líderes incluso a nivel mundial, y con posibilidades aún de mayor crecimiento y de mayor internacionalización que, desde luego, cuentan con el pleno respaldo del Gobierno de España.

Pero hay muchas otras empresas españolas con fuerza en el mundo. Sobresale el sector de las telecomunicaciones, que ha ganado tamaño, a la vez que eficiencia, desarrollando su actividad en nuevos mercados. Y hoy no se puede explicar una parte del panorama exitoso que atraviesa la economía española sin considerar esta internacionalización, que ya abarca otros muchos sectores como la construcción, el transporte, la ingeniería, el turismo, el sector agroalimentario o las energías renovables. En este último sector los resultados logrados por las empresas españolas los han conducido a situarse en los primeros puestos a nivel mundial.

El acierto de la orientación y la eficacia gestora tienen valor y efectos positivos por sí mismos, pero no dejan de ser instrumentos de una acción social dirigida finalmente a la satisfacción de necesidades y aspiraciones de los ciudadanos. Detrás de los porcentajes y de las frías cifras hay 44 millones de personas. Ellas son nuestra verdadera preocupación, su bienestar, su vida cotidiana y los servicios que les prestamos. La economía irá bien si sus beneficios se hacen llegar, de una u otra forma, a todos los ciudadanos. Prefiero trabajar pensando en personas y no sólo en cifras macroeconómicas.

El crecimiento y la creación de empleo aprovechan a toda la colectividad pero, sobre todo, a aquellos que se incorporan por primera vez al mercado de trabajo o a los segmentos sociales que tienen más dificultades para acceder a un puesto de trabajo.

El superávit público o la disminución de la deuda son potentes incentivos a la reducción del déficit exterior y al impulso de la inversión privada pero, sobre todo, alivian la carga que tendrán que afrontar las generaciones futuras. Ese descenso de nuestra deuda pública en relación con el PIB permitirá a los jóvenes de hoy pagar menos impuestos en el futuro.

La contención de la inflación mejora nuestra competitividad, pero beneficia especialmente a los millones de españoles de rentas más bajas y a los pensionistas.

El esfuerzo en educación incrementará la productividad, pero antes que nada servirá a las oportunidades vitales de nuestros niños y jóvenes de hoy.

El incremento de la tasa de actividad femenina explica, en gran medida, junto con la emigración, el gran salto que ha dado nuestra economía; pero es sustancialmente un cambio cultural que hace justicia a sus protagonistas y nos da una sociedad mejor; también en lo que atañe a la participación de las mujeres en los Consejos de Administración de las grandes empresas, donde ya hay avances porque algunas de ellas están llegando, incluso, al 12 por 100.

Ésa es la intensa dimensión social que subyace a la buena marcha de nuestra economía y ésos son los efectos reales sobre la vida de los ciudadanos.

Les señalaba al inicio de mi intervención que la elaboración de este Informe por la Oficina Económica del Presidente y la presentación que les estoy haciendo hoy es una medida de calidad democrática; una medida que viene a sumarse a otras muchas que, de una manera más publicitada o más discreta, se han ido tomando a lo largo de la Legislatura, la mayoría de ellas por voluntad regeneradora de autolimitación del Gobierno.

Cuando hemos reformado Radiotelevisión Española, hemos acabado con la resignación largos años instalada de que nada cabía hacer ante una deuda creciente y desbocada. Unos lo prometieron en el pasado, pero nosotros hemos tenido que resolverlo en el presente, con el acuerdo de los trabajadores, precisamente para que tenga realmente futuro nuestro Ente Público; un nuevo modelo, público, eficiente, austero, de calidad y, además, independiente.

Cuando hemos prescindido de la utilización de la llamada Ley de Acompañamiento, hemos trabajado a favor del debate sustantivo sobre cada una de las reformas legales y en pro de la seguridad jurídica; también, y muy fundamentalmente, para la actividad económica.

Ésta es la realidad económica y social de la España de hoy, y ésta es la dinámica en la que está inmersa la España real; una España que ha dado pasos de gigante hacia la modernización; la España hoy líder en crecimiento y creación de empleo, avanzada en derechos, pionera en nuevas dimensiones de políticas sociales y en la vanguardia de la igualdad, también.

Esa España, consciente también de los problemas que aún tiene irresueltos, sabedora de los retos que tiene que afrontar, del esfuerzo sostenido que tiene que desplegar, pero que afronta el futuro confiada en sus posibilidades, tiene por base de apoyo la buena situación de nuestra economía.

Tenemos una lección bien aprendida del pasado: el futuro no llega, sino que se construye. En eso estamos y para eso trabajamos, afrontando las reformas que prolonguen el ya amplio período de crecimiento y bienestar del que venimos disfrutando; reforzando el diálogo, la cooperación y el amplio compromiso que debe constituir todo buen gobierno económico y social; gestionando eficazmente y con transparencia, y abriendo nuevos caminos, como hoy, a los debates públicos y a los consensos democráticos.

Señoras y señores,

Estoy aquí ante ustedes para hacer balance. Creo que esta gran empresa de todos llamada España presenta hoy buenos resultados y un rumbo adecuado. Es mérito de todos ustedes, empresarios y trabajadores, y de todos los ciudadanos; también del Gobierno.

Asumo con realismo los desafíos, pero comparto con la sociedad española la esperanza y el optimismo. Tenemos muchas cosas que hacer aún y muchos proyectos que ver cumplidos por el bien de nuestro país. Cada vez que alcancemos un éxito se tratará de un éxito colectivo y la sucesión de éxitos beneficiará a los ciudadanos, destinatarios últimos del funcionamiento actual y futuro de nuestra economía.

Concluyo. Les avanzaba al comienzo de mi intervención que un objetivo esencial de este Informe es promover su debate, el debate sobre nuestra economía, el debate sobre nuestro futuro. Ninguna sociedad avanza si no es sumando esfuerzos, escuchando voces y atendiendo a otros criterios para confirmar o revisar los propios.

Ustedes han demostrado su esfuerzo y ustedes han aportado sus criterios. Tienen ahora la voz para contribuir fructíferamente a ese debate al que les convoco, a un debate anual sobre la economía española que me comprometo a mantener mientras tenga la responsabilidad como Presidente del Gobierno.

Muchas gracias.

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