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Cambio climático, pantanos y trasvases

Cambio climático, pantanos y trasvases

  He estado en el cambio climático. En el Chad es una atroz realidad. Las temperaturas se vuelven asfixiantes, se llega al sol a los 60º C, el desierto de Sahara avanza incontenible sobre todo el Sahel, el gran lago Chad se deseca a ojos vista y de manera veloz, el río Chari, que lo nutre, es una ínfima sombra de lo que fue tan sólo hace unos años.

   El cambio climático no es una especulación. Esta ya ahí. Cierto que los ha habido, y drásticos, en la vida de la tierra, pero este lo ha provocado artificialmente el hombre y su velocidad es vertiginosa y puede ser destructiva. Mil millones de personas tendrán carencia vital de agua y el 20 por 100 de las especies desaparecerán. Lo ha vuelto a repetir la ONU. La sequía y la desertización caerán en el plazo de tan solo diez años de manera atroz sobre España, al tiempo que se producirán convulsiones e inundaciones. El culpable es la emisión de gases y a eso es a lo que prioritariamente hay que poner remedio. Con políticas energéticas sensatas y pragmáticas, de ahorro, por supuesto, pero también retomando sin antojeras el debate nuclear, por ejemplo.

   Pero urge también y de inmediato replantearnos la política del agua. Y las inundaciones del Ebro son buen momento para reflexionar. Algunas lecciones sí podemos extraer. Los pantanos no son fachas por que un día Franco inaugurara alguno. Los pantanos nos van a ser cada vez más necesarios. No solo por almacenaje de un bien cada vez más escaso sino por la regulación y control de las cuencas y sus avenidas. Más claro no ha podido dejarlo el Ebro. Los primeros interesados en ello son los propios aragoneses, que han de dejarse ya de la monserga de cuatro talibanes ecologistas que se representan a ellos y a la novia de su primo y de sus políticos prestándoles tantos oídos como sordera a quienes de verdad viven y saben de campo y necesidades de la  tierra...

   Ha de volverse con extremada diligencia a recuperar el concepto del agua como bien común de todos los españoles -ese concepto solidario y asumido hace nada y que la nefasta ministra Narbona ha hecho añicos en la más grave de las responsabilidades que habrán de reclamársele. Ha de volverse al agua como un tesoro público y nacional y poner en su sitio las apetencia egoístas, miopes y tribales de los taifas de las autonomías. El Ebro es mío, el Tajo es mío, el Guadalquivir es mío. Pues no. De todos es el agua. Ha de afrontarse sin establecer la cuestión como batalla electoral, aldeana y de clamor de campanario, con rigor científico y seriedad, la posibilidad de los trasvases de excedentes. De nuevo el padre Ebro lo proclama. Y sin demagogias. Porque solo cuando Aragón tenga su plan y sólo, repitámoslo cien veces, de los sobrantes.

   Pero también, y afirmando como siempre hecho aunque fuera a  contracorriente del pensamiento presuntamente progre, que los trasvases pueden ser necesarios y no son intrínsecamente satánicos , es necesario saber para que y donde esa agua que se trasvasa. Si es para seguir anegando el litoral de cemento, si es para la especulación inmobiliaria si es para el desarrollo tan salvaje como insostenible, jamás de los jamases. Y eso también ha de estar en la balanza y se tenido en cuenta.

   Vamos a necesitar pantanos, que almacenen para los tiempos de la sed y que regulen para los momentos de riadas, vamos a tener que replantearnos llevar agua habrá cada vez menos y repensar nuestros trasvases. Debíamos hacerlo y cuanto antes. Pero los políticos están en berrea electoral. Y no para pensar en España.

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