2006, un gran año para el fútbol español

El año futbolero que concluye, a caballo de la temporada 2006/7, podría haber sido perfecto para el balompié español si se hubiera producido el milagro, laico e imposible, de un papel digno de la Selección en el Mundial de Alemania. Mas a pesar del habitual fiasco de los de Luis Aragonés, 2006 ha sido extraordinario. Porque el petardo del combinado nacional se ha compensado sobradamente con los éxitos de los clubes, a los que ya estamos acostumbrados, aunque no en tanta medida y nivel como ahora.

Porque los dos títulos más importantes de Europa -y por tanto del mundo-, la Liga de Campeones  y la Copa de la UEFA- fueron conquistados por sendos equipos patrios: Barcelona y Sevilla, respectivamente. Y, como corolario lógico, la Supercopa continental que enfrenta a los campeones de estos torneos también recayó en España, concretamente en el club que entrena Juande Ramos -por cierto, nombrado oficiosamente entrenador del año por la FIFA, para añadir más brillo a este magnífico 2006 español-, que ‘apalizó’ a los de Franz Rijkaard (3-0).

De esta manera, sumando todos los títulos obtenidos en el Viejo Continente en estas dos competiciones desde su creación e incluyendo a la ya fenecida Recopa, España se sitúa en cabeza, seguida de Italia, Alemania e Inglaterra. De modo que el balance global, a pesar del reciente pinchazo de los azulgrana en la finalísima del Mundial de clubes, es altamente satisfactorio y será muy difícil que se repita tal doblete o triplete.

Más aún si le agregamos el mérito añadido de que la institución que rige el deporte rey a nivel planetario, la FIFA, acaba de proclamar oficialmente hace unos días al Sevilla como el mejor club del año, seguido precisamente del Barcelona. Todo ello demuestra que el apodo de ‘Liga de las estrellas’ con el que se califica a la nuestra es más que adecuado.

Y una última observación, que no es estadística, aunque influye de forma muy positiva en el rendimiento de los clubes y en el disfrute del juego por parte de los aficionados: el denominador común por el cuidado y buen trato del balón, el juego con criterio atacante y la apuesta por el espectáculo que tienen todos los clubes españoles de las dos máximas categorías (en Segunda, también). Esta cultura futbolera, esta filosofía de cuidar que se juegue bien –tan lejana a la de Italia, aunque al país transalpino sí le da resultados con la Selección, última campeona del mundo- es igualmente fundamental.

Viene del pasado, sigue en el presente y garantiza no sólo que en el futuro sigan cayendo títulos –de clubes, por supuesto, que la Selección es un caso perdido-, sino que nuevas generaciones de espectadores se sientan atraídos a ir a los estadios o a ver los encuentros por televisión. Porque jugando bien casi siempre se gana, aunque el azar, tan importante en este deporte, gaste algunas malas bromas en forma de resultados. Y, a las pruebas nos remitimos con nuestro dominio europeo desde hace lustros, con algunos baches, y que en 2006 alcanzó la cumbre.