La 'monja cojonera' y otros espantos
jueves 21 de mayo de 2015, 23:25h
Creo tener bastante claro, y no lo digo solamente por las
encuestas, lo que ocurrirá este domingo en las urnas. Todos dirán que han
ganado, pero solamente uno ganará, aunque no con la suficiente amplitud como
para gobernar en solitario: el lunes asistiremos (o, mejor, no asistiremos,
aunque se darán bajo cuerda y en la oscuridad) a un frenesí de llamadas en
busca de pactos, componendas, do-ut-des...Salvo sorpresas enormes 'a la
británica', la suerte en las urnas está echada: luego, de quién ocupará los
despachos de mando se encargará ese ingrediente sustancial en política que se
llama el compromiso. Que no digo yo que sea algo negativo: la mejor política
consiste, como en la vida, en lograr lo
más perdiendo lo menos. Menudo mes de junio nos espera hasta que sepamos quién
va a gobernar, dónde y cómo lo hará.
Lo que ocurre es que
han sido muchas las plumas que se han perdido ya en esta pelea, y ni siquiera
se ha abierto la etapa de las concesiones. Que las últimas horas de la campaña
electoral municipal y autonómica más decisiva de los últimos tiempos se hayan
consumido en titulares con los que se referían a la 'monja cojonera' (así se
llama ella a sí misma, conste) y con el debate acerca de si Susana Díaz y Pedro
Sánchez se habían besado o no cuando coincidieron en Alcalá de Guadaira este
miércoles, es algo que nos habla de todo un estado de cosas. Claro que los
telespectadores que pudieron ver los debates entre los candidatos en Madrid, y
también en otros muchos lugares de España,
supongo que también se habrán hecho una idea cabal de la insoportable
levedad del ser preelectoral: los candidatos, o mejor algunas candidatas,
pongamos que hablo de Madrid, se sacudieron de lo lindo, pero la verdad es que daba la impresión de
que los diferendos se centraban, más que en distancias programáticas, en
cuestiones personales.
Perdone usted, pero,
en un resumen apresurado de lo que ha sido esta campaña, que se ha solapado con
la fallida investidura de Susana Díaz como presidenta andaluza, quisiera no
perderme en el detalle, y obviaré, por tanto, las actitudes irresponsables de
una sor que se dice "enamorada" de un presidente de la Generalitat
catalana, al tiempo que se califica como "la monja cojonera, que
incordia"; lo malo no es la monja, que se permite disgustar con sus
'pasadas' hasta al mismísimo Papa Francisco -que ya es crispar al muy paciente,
admirable, Pontífice--; lo peor es el molt honorable, que sonríe ante la
'travesura' monjil, pensando que ello quizá le dé votos. Por eso mismo, voy a
obviar si hubo o no beso, y cuánto de beso, entre los dos socialistas más
conocidos de España en la antes mentada localidad sevillana, y hasta me
guardaré para mí mismo ulteriores comentarios a los debates en la 'tele'
autonómica madrileña, donde una candidata, que nunca debió serlo, llegó a
lanzar acusaciones de favorecer a ETA contra otra candidata a la que algunos,
que seguimos su trayectoria desde tiempo atrás, no nos queda sino respetar en
su veteranía luchadora. Por cierto que esta última candidata hasta compartió
con quien suscribe el muy relativo 'honor' de ser amenazada por la banda
terrorista, ambos casi al mismo tiempo.
No puedo, por razones de espacio, ir mucho más allá en esto
que he calificado de 'resumen de campaña' : me he encontrado con candidatos
inéditos -para bien, pero también para mal-con formaciones emergentes a las que
nadie, en las localidades concretas, a la hora de los nombres concretos, conoce.
He estado con viejos dinosaurios y con jóvenes cervatillos. Ha sido una campaña
municipal y autonómica en la que, por la participación activísima en ella de
los líderes nacionales, nadie diría que 'solamente' -comillas, por favor-se
juegan presidencias autonómicas y alcaldías. El domingo se juega, en efecto, el
futuro de nuestro país, primer acto. Así que permítame que le pida un favor: no
se le ocurra, querido lector, dejar de ir a votar y dejar al menos su impronta
en este proceso decisivo. Y no, yo tampoco sé -todavía-a quién diablos votar;
es casi lo de menos.