Corrupción, la antítesis de la verdad
Por
Francisco Muro de Iscar
jueves 09 de abril de 2015, 09:51h
He tenido la oportunidad de moderar un debate sobre
"Pluralismo e Increencia" en el Colegio Mayor Chaminade de Madrid,
ante un auditorio de más de 200 personas. No deja de sorprenderme que haya
tanta gente dispuesta a escuchar y a reflexionar sobre este asunto, por más que
sea uno de los puntos más calientes de la sociedad actual. En el debate, en el que
participaron dos mujeres periodistas, jóvenes y sobradamente preparadas,
también estuvo el escolapio Carles Such. Y suya fue una de las reflexiones que
me hicieron pensar. La antítesis de la verdad, vino a decir, no es hoy la
mentira sino la corrupción. Y si San Juan hubiera estado hoy entre nosotros, no
hubiera dicho "la verdad os hará libres", sino "la autenticidad
os hará libres". La corrupción como lo que deshace la verdad, la rompe. Lo
auténtico enfrentado o por encima de lo verdadero.
Cierto que la verdad es un concepto tan amplio y tan
complejo, tan oscilante, a veces, que no es fácil aprehenderla. Hay quien dice
que la verdad cambia con el tiempo y la verdad judicial, por ejemplo, puede no
tener nada que ver con la verdad real. "Tu verdad, no, la verdad; y ven
conmigo a buscarla. La tuya guárdatela" decía Machado. Y en una Facultad
de Ciencias de la Información, escuché a un profesor decir a sus alumnos,
convencido, que lo importante "no era que una noticia fuera verdad sino
que pareciera verosímil".
Ser "auténtico" suena de otra manera y los jóvenes
lo dicen con mucha frecuencia: "Fulano es auténtico". Pero tampoco es
fácil saber quién o qué es ser auténtico. "La calidad o el carácter de
verdadero o autorizado", según la Real Academia de la Lengua. O ser uno
mismo y del todo en cada situación, según otras fuentes menos autorizadas. Pero
mientras la verdad es discutible, la autenticidad -al menos en algunos
procesos- se certifica, obtiene un sello. Si eso se pudiera hacer con los
políticos y las personas, no sólo con las empresas o con los productos,
seguramente marcharíamos mucho mejor.
No obstante, a lo mejor tiene razón Carles Such y hay que
manejar más el concepto de auténtico y un poco menos el de verdad. La verdad
económica de Mariano Rajoy -que es una verdad demostrable- no es la verdad de
todos los que siguen en el desempleo -que es otra verdad demostrable y no sólo
estadísticamente sino desde la desesperación-. Albert Rivera parece
"auténtico" incluso cuando presenta un programa económico que
seguramente no cumplirá si alguna vez llega al poder, cosa que no ha sucedido
todavía. Pero esa autenticidad aparente le ha dado y le va a dar muchos votos.
Pablo Iglesias iba de más auténtico que los auténticos de toda la vida, pero
desde que se ha acercado a la casta y ha tenido que explicarse de verdad, se ha
escondido y ya ni parece que es de verdad. Sartre decía que "quien es
auténtico asume la responsabilidad por ser lo que es y se reconoce libre de ser
lo que es". Nada menos. Hay muchos que se han empeñado en corromper la
verdad y no sé si sabemos bien los que es la autenticidad. El lenguaje que
debería unirnos, a veces puede ser una barrera.