Tres medidas para devolverle equilibrio a la Justicia.
miércoles 25 de febrero de 2015, 12:00h
En los últimos días pasamos por una rutina que no falla,
abrimos los diarios y nos encontramos con apelaciones de algún funcionario, o
de la misma Presidenta, contra el Poder Judicial. Y no es casual, el Gobierno
ha decidido dejar en la práctica la gestión pública y dedicar sus horas al
frente judicial que lo atormenta.
Lo llamativo es que durante estos años el Gobierno hizo un
par de reformas en la Justicia que pusieron a algunos jueces de rodillas frente
a la Casa Rosada y a otros, bajo una amenaza que pendía sobre sus cabezas, cual
espada de Damocles.
Pero más allá de las incoherencias oficiales entre lo dicho
y lo hecho, está claro que una de las claves para ser un mejor país, es tener
Justicia independiente, un Estado más transparente y poderes equilibrados,
donde nadie se lleve puesto a nadie, y todos le debamos explicaciones a
alguien.
Tal vez alguno diga, "sí es cierto que hace falta eso, pero
estamos muy lejos" o, "En Argentina es imposible conseguir eso". En mi opinión,
quien piense eso, se equivoca.
Podemos equilibrar el sistema con tres leyes cuyos efectos,
se apreciarán desde el mismo día que se pongan en debate. Con tres cambios,
Argentina puede cambiar mucho, muchísimo.
Primero, con el nuevo Código Procesal Penal, se transfiere
la instrucción de las causas, de los jueces a los fiscales. Son ahora los
fiscales quienes instruyen, investigan y acusan. Pero a su vez, la Procuradora
General de la Nación nombra y traslada fiscales como si fueran adornos de su
casa, sin explicaciones y con una evidente intencionalidad política. Una
primera medida, debe ser reformar la Ley del Ministerio Público, para acotar el
poder de maniobra de la Procuración, evitar nombramientos sin concurso,
subrogancias eternas y traslados injustificados.
Esta disposición, debe ser complementada por una más amplia,
medular. Ningún Gobierno, ni este, ni el que venga, puede tener el poder que
tiene la Presidenta hoy en el Consejo de la Magistratura.
En Argentina no puede ser removido un juez si no es con el
apoyo del Gobierno Nacional, y eso pasa porque de trece integrantes que tiene
el Consejo de la Magistratura, al menos cinco son oficialistas.
Como para destituir a un juez hacen falta dos tercios de
esos trece votos, el gobierno tiene poder de bloqueo. Por eso los Oyarbide
gozan de buena salud, porque hay un sistema súper eficiente, que protege a los
fieles y condiciona a los rebeldes.
Esta reforma es simplemente volver a 2006. Hasta entonces
tuvimos un Consejo de la Magistratura equilibrado, recomponer el equilibrio de
ese Consejo es garantizar que nadie puede por sí solo apartar a un juez. Y eso,
en la Argentina de hoy, es un enorme avance.
Finalmente, hay que darle más protagonismo a la Auditoría
General de la Nación. Este organismo alertó sobre el peligro del sistema
ferroviario antes de la Tragedia de Once y viene poniendo alarmas hace rato, en
el avance del narcotráfico.
Pero la Auditoria tiene un problema, si bien el presidente
es opositor, de sus siete miembros cuatro son oficialistas. Es decir que sin el
apoyo de los oficialistas no hay informes que prosperen.
Para darle más fuerza a la Auditoría hay que tomar dos
medidas: una, darle mayoría a los opositores de manera tal que el control no
esté en manos de los controlados. Otra, darle la atribución de presentar
denuncias penales, como lo hacen sus pares de los países vecinos. La Auditoria
es clave para la transparencia del Estado,
tiene profesionales idóneos y prestigio, pero necesita salir de la órbita de la
dependencia de los controlados.
Muchas veces nos enredamos en palabras difíciles o ideas
inaplicables. No es este caso. Estas tres reformas se pueden promover en un par
de semanas y su efecto sería inmediato: jueces menos condicionados, fiscales
menos dependientes y un Estado más controlado.
Para entender esas cartas apostólicas de la Presidenta en
las redes sociales, no hay que leer la
literalidad que suele estar cargada de agravios, conjeturas y frases
incendiarias.Hay que mirar con atención qué está pasando en Argentina.
Tenemos un Gobierno que en mil palabras resume una idea que
tiene entre ceja y ceja: "quiero impunidad". Enfrente, hay una inmensa mayoría
del país que en silencio grita "quiero un cambio". Estas tres medidas, forman
parte del corazón del cambio, que en el fondo implica que nadie, por poderoso
que sea, pueda tener a otro bajo la suela de su zapato.