miércoles 18 de febrero de 2015, 23:17h
Los
argentinos hicimos hoy lo que es debido, mostrar que nuestra capacidad de
emoción, indignación y solidaridad no fueron esmeriladas por tantos años de
impunidad y circo.
Vi,
pateando la avenida de Mayo, a hombres y mujeres muy mayores, con tantas
marchas en el historial como sabiduría creada por el juego de aciertos y
errores que es cada vida, los vi con sus bastones o su paso inseguro; vi
también a un niño con un paragüitas estampado con personajes de Toy Story,
junto a sus padres, recibiendo una primera lección amable de urbanidad; a gente
que lloraba por la emoción que produce la multitud y el gesto moral, ¡la
emoción del duelo atrasado!, y se abrazaban y contenían, y más se abrazaban las
parejas, protegiéndose el uno con el otro, compartiendo el paraguas,
entrelazándose, con esa esperanza única del amor. Había jóvenes que fueron por
primera vez a una marcha: también los vi. Eran yo a los veinte años.Tenían el
mentón levantado y los ojos grandes calcando el gesto de los superhéroes ante
una acción trascendente de efectos duraderos.
Llovió
tercamente, no nos vamos a olvidar del día que cuatrocientos mil argentinos
marchamos bajo una lluvia bíblica entre el Congreso y la Casa Rosada, que pocas
veces nos creó la expectativa de una noche tibia y despojada. Así fue y así la
recordaremos, empapados. Y caminamos lento, midiendo el paso, para acompañar y
acompañarnos, sobre el ecosistema húmedo que se creó entre el asfalto y el
toldo gigante de paraguas.
Incluso
para los que podemos presumir sobre marchas el 18F fue de no creer. Por la
comunión, el respeto y por el profundo sentido político que tiene encontrarse
con los contemporáneos a marcar lo que es aceptable, de lo que no, en la vida
común.
Señora
Presidenta: hoy los héroes del silencio le dieron una lección.
Empiece
mañana mismo a reencontrarse con este pueblo, diga la verdad, deje de cubrir a
los que hacen mal y a los que hacen peor. Tiene usted el honor más grande que
puede tener un servidor público. Entonces, simplemente sirva y deje de
servirse. Salga de la cueva, presidenta, que ya dejó de llover.