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Opciones y decisiones

Opciones y decisiones

Por Ricardo Lafferriere
martes 16 de diciembre de 2014, 18:10h
"Quisiera que la Argentina se pareciera a Alemania"...(CFK, 2007)
Las sucesivas muertes en prisión de imputados de delitos "de lesa humanidad" presuntamente cometidos durante la dictadura y los amargos reclamos de sus parientes y amigos vuelve a ubicar en la escena el tema del castigo a quienes son imputados de protagonizar tales episodios durante la última dictadura militar y durante el gobierno que lo precedió, la administración peronista de Juan e Isabel Perón.
 
Desde esta columna, nos hemos pronunciado reiteradamente por la necesidad de la reconciliación nacional mediante la aplicación neutral de las leyes vigentes para los crímenes realmente probados, pero también por la decisión política que ya fuera votada en 1983 por los argentinos a través del apoyo a los candidatos que abrieron la puerta de salida a la dictadura y de entrada a la democracia.
 
En aquellos momentos se enfrentaron dos propuestas: la de Raúl Alfonsín y el radicalismo, que sostenía la necesidad de aplicar el estado de derecho para el juzgamiento de las cúpulas militares y guerrilleras, así como para quienes hubieran cometido hechos atroces y aberrantes; y la de Italo Luder y el peronismo, que proponía reconocer la amnistía general decretada por el gobierno militar en sus últimos meses de gobierno.
 
De una u otra forma, el 83 % de los argentinos se pronunciaron por dar vuelta una página de la historia y comenzar la reconstrucción de la convivencia democrática, y así se hizo -a pesar de las conmociones que, por presiones de unos y otros, intentaron torcer el rumbo decidido por la mayoría y gestionado por el presidente Alfonsín-.
 
Al terminar el primer turno democrático, el país estaba aceptablemente encarrilado. Los jefes máximos purgaban prisión, condenados por tribunales civiles, así como los represores paradigmáticos. Las cúpulas guerrilleras discutían la legalidad de su juzgamiento, y hasta José López Rega, gestor de la organización parapolicial criminal "Triple A" durante los gobiernos de Juan e Isabel Perón, había sido ubicado, detenido y extraditado por la justicia.
El poder militar, luego de los coletazos que conmovieron la naciente democracia, se había adaptado al funcionamiento institucional. El país pasó a debatir otros temas, más relacionados con la construcción de su futuro, como su transformación económica, su inclusión social, su imbricación con el mundo y la integración regional. La Argentina era ejemplo en la región y el mundo, por la forma en que había resuelto el drama de su pasado reciente encontrando su camino de reencuentro sin claudicaciones éticas.
 
Fue luego de la crisis de cambio de siglo que se produjo el retroceso, inteligentemente reavivado por Néstor y Cristina Kirchner -escasamente relacionables hasta ese momento con la lucha por los derechos humanos-, quienes vieron en la vuelta al pasado una excelente posibilidad de construir un poder ficcional, del que carecían, aunque esto significara abrir una Caja de Pandora que haría estallar la convivencia nacional, en todos los niveles.
A más de treinta años de producidos los "años de plomo", los argentinos aún tenemos abiertas heridas cínicamente reavivadas, en forma periódica, buscando "culpables" selectivos útiles para las sucesivas polarizaciones con las que se pretende dividir ("..para reinar...") a los argentinos.
...
En 1945 terminó el conflicto más sangriento que haya sufrido la humanidad en su historia. Los países triunfadores constituyeron los tribunales internacionales, el más destacado de los cuales se realizó en Núremberg, para juzgar a los responsables del genocidio y la violación de derechos humanos cometidos por los vencidos durante la guerra.  Más allá de la evidente injusticia de someter a juicio sólo a los vencidos, su saldo positivo es que desde allí surgieron los principios que se abrirían paso en los años posteriores, institucionalizándose la vigencia de los Derechos Humanos por encima de las legislaciones nacionales. Las Corte Penal Internacional, a pesar de su trabajosa implantación, es una de sus consecuencias.
 
Sin embargo, en los países intervinientes se privilegió la reconstrucción de la convivencia, a pesar de haber sido teatros de enfrentamientos sangrientos en sus poblaciones por la característica fuertemente represiva del nazismo y de los partidos fascistas -en Italia, Francia, Holanda, Bélgica, Noruega, Dinamarca, Austria, Hungría, Checoeslovaquia, Bulgaria, Rumanía y Polonia-. En todos ellos, cinco años después de terminada la guerra, prácticamente no había ya detenidos por delitos de colaboracionismo o violaciones de DDHH. Los máximos responsables -en números ínfimos- habían sido ejecutados y los demás, mediante expedientes como amnistías o conmutaciones de pena, gozaban ya de todos sus derechos políticos, como lo recuerda Tomas Judt en su excelente obra "Postguerra".
 
En el principal de ellos, Alemania, el proceso fue el más rápido. Ya en 1946, apenas un año después de la guerra, quien sería luego Canciller, Konrad Adenauer, reclamaba que se "dejara en paz a los compañeros de viaje de los nazis", mientras Italia reconstruía su Estado -al igual que Alemania- reincorporando miles de ex - funcionarios fascistas a través de los novedosos partidos demócratas cristianos, y los comunistas de Alemania Oriental desarrollaran su nueva policía secreta -luego conocida como "Stassi"- sobre la base de la antigua Gestapo, la policía de seguridad hitlerista. Empresarios y obreros que habían participado de las organizaciones Nazis fueron partícipes activos de la reorganización alemana a través de sus empresas, sindicatos y partidos.
 
Era natural, porque el camino contrario hubiera convertido a la convivencia en un infierno ante la infinidad de "grises" cuyo "límite" era imposible definir. ¡Hasta los socialdemócratas austríacos habían aplaudido la "Anschluss" que terminó con la incorporación de Austria al Reich alemán!
Apenas a 12 años del fin de la guerra en la que murieron 70 millones de personas, Europa constituía la Comunidad del Carbón y del Acero -sobre la base del pilar franco alemán-, y el proceso no pararía hasta conformar el primer estado transnacional de la historia, la Unión Europea.
 
Cinco años. Doce años...
 
Los hechos del "proceso" ocurrieron aquí hace cuarenta años. Los de la represión peronista de la triple A, cincuenta años, o sea... ¡hace medio siglo!... En el ínterin, los crímenes de la guerrilla que provocaron la dictadura y no perseguidos por nadie, se produjeron ¡hace cuarenta años!..
Debemos terminar con ésto. Realizo esta afirmación desde la autoridad de haber luchado por la democracia y la libertad cuando había que hacerlo, haber sufrido represión y cárcel durante el proceso, y haber defendido los derechos humanos cuando eran violados. Tiempos en los que tal vez participar de algún mecanismo ambiguo de captación del poder de entonces, o de recluirse en la vida profesional hubiera sido más redituable y menos peligroso.
 
Pero hoy... honestamente, quien esto escribe coincide con aquella espontánea declaración de Cristina Kirchner.
 
¡Qué lindo sería parecernos a Alemania!... Pensar en el futuro, liberar la capacidad de inversión y trabajo, organizar un sistema ciudadano de inclusión social, olvidarse de la lucha por lo que no se puede cambiar porque pertenece al pasado y trabajar por lo que se puede construir hoy y en el futuro, que es nuestro tiempo; unirnos en un gran abrazo nacional sobre la Constitución juramentándonos no violar en adelante ni una sola de sus normas, ponernos a trabajar en el desarrollo científico y técnico, en la reconversión energética hacia energías limpias, en reforzar la solidaridad nacional, en aportar a la integración continental sin declamaciones... ¡Es tan emocionante, portentoso y prometedor el camino que está ofreciendo el mundo hoy!
 
Ya es época de hacerlo. Los argentinos nos lo merecemos. Está dentro de nuestras opciones posibles. Sólo se requiere tomar la decisión.
 
Ricardo Lafferriere
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