Un nuevo Código Civil que nace viciado de escaso consenso
viernes 10 de octubre de 2014, 23:58h
Hace 16 años que la Unión Cívica Radical busca actualizar el
Código Civil con 150 años de antigüedad a una sociedad compleja como la
contemporánea. En esa búsqueda fuimos en el 2012 a la convocatoria realizada
por el Poder Ejecutivo e integramos la Comisión Bicameral constituida para su
tratamiento. Participamos de las audiencias públicas realizadas a lo largo del
todo el país y escuchamos más de 1200 exposiciones. Prentendíamos dotar de
coherencia a un cuerpo normativo que había perdido su homogeneidad como
consecuencia de las innumerables leyes parciales, y se tenía como propósito
modificar una ideología esencialmente individualista que tomaba como modelo al
hombre de familia, heterosexual, adulto, sano y propietario; por una filosofía
que respete la autonomía de la voluntad, el multiculturalismo, la idea de
familias, y la concepción humanista.
Coincidimos con el núcleo duro de principios que constituyó
la guía del andamiaje legal. Sobre esta base sólida realizamos aportes que
tendían a mejorar la vida de los argentinos. Creímos que el anteproyecto
redactado por los juristas era un piso sobre el que se podía construir. A
partir de ello hicimos mejoras en la adopción (acortamos los plazos y
profundizando el derecho a la identidad del niño), en el matrimonio (computando
el trabajo en el hogar como contribución), en la regulación de los pueblos y comunidades
originarias, en los complejos problemas de los contratos pactados en moneda
extranjera, en las locaciones, y en otros temas vinculados a las relaciones
privadas entre las personas y a las consecuencias derivadas de las nuevas
legislaciones protectoras de la igualdad y la diversidad. Lo lamentable es
donde se terminó yendo. El oficialismo introdujo modificaciones que
desvirtuaron el andamiaje jurídico proyectado.
Aplicaron amputaciones que irán en perjuicio de la sociedad.
¿Qué sucedió, a donde fueron, a donde terminamos? Inconcebiblemente no
reconocieron el derecho fundamental al agua potable. Limitaron el acceso a la
justicia mediante la supresión de las acciones de clase. Abrieron la puerta a
la judicialización en lo referente al comienzo de la existencia de la persona
humana. Y desguazaron una construcción jurisprudencial de casi un siglo en lo
que respecta a responsabilidad del Estado y de los funcionarios públicos.
Ninguna de las reformas introducidas por el gobierno al anteproyecto de los juristas
fue en beneficio de la sociedad. Lo que debía haber hecho el código es
equiparar, y no promover las diferencias en beneficio de los funcionarios y en
desmedro de los ciudadanos.
Así fue que, repentinamente y en soledad, aprobaron en el
Senado una reforma que comenzó a abandonar definitivamente el camino del
consenso. Los códigos constituyen andamiajes normativos que deben ser pensados
en términos centenarios, y por tanto su contenido y confección deben mostrarse
impermeables frente a los momentos particulares de un país, no debiendo ser
contaminados por cuestiones estrictamente coyunturales.
En un plano inclinado llegamos al debate a la Cámara de
Diputados con un final manifiestamente antijurídico y antirreglamentario.
Cuando la reforma de un código de fondo es el resultado de una conducta
cesarista del que está en el poder, muestra la verdadera intención de éste; no
legislar para los tiempos de una sociedad compleja, sino convirtiéndose en un
brazo largo de sus necedades. Finalmente hicimos todo lo posible. El consenso
ha sido imposible. Nos quisieron llevar mediante la ilegalidad a aprobar la ley
de fondo más trascendente de los últimos 100 años, y que regirá la vida de los
argentinos.
Por Mario Negri-
Presidente del bloque de diputados
nacionales de la UCR