Manual de cómo mandar al carajo una campaña electoral en cinco días
sábado 17 de mayo de 2014, 22:07h
No existen, creo, manuales de cómo mandar al carajo una
campaña electoral. Pero, si los hubiera, me parece que contemplarían muchas de
las cosas que han ocurrido en esta semana. Los sondeos de inminente
publicación, los últimos posibles, no reflejarán ni los efectos sobre el cuerpo
electoral de la muerte de Isabel Carrasco -que sin duda existen--, ni los del
'cara a cara' entre los dos principales candidatos -que vaya si existen--, ni
los de las posteriores, desafortunadísimas, declaraciones de uno de ellos,
Miguel Arias, acerca de su contrincante, Elena Valenciano; y esto sí que va a
repercutir, seguro, en los tristes resultados que se cosechen en las urnas el
próximo día 25. El caso es que entramos en la recta final de una campaña que,
en cinco días, ya se ha ido al diablo, por decirlo de manera menos contundente.
Primero: las reacciones al asesinato. Para quien suscribe,
permítame el amable lector una pequeña incursión personal, la semana ha sido
más bien triste: estuve, lunes, con la presidenta de la Diputación de León
hasta diez minutos antes de que sus asesinas le descerrajasen, a pocos metros
de donde nos despedimos, cuatro tiros mortales, abriendo un culebrón de
sucesos, de infamias y de mala baba en las redes sociales que, sin duda,
influyen en el desarrollo de algo políticamente tan delicado como es una
campaña electoral, incluso obligando a suspenderla durante un día. Quién sabe
si, de haber accedido ella a mi pretensión de acompañarla hasta su casa, o
hasta su coche, hubiésemos evitado el crimen, porque las autoras buscaban
tenerla sola. Ella, amablemente, declinó mi invitación, porque mi automóvil
estaba aparcado allí mismo, y partió hacia su destino. Inútil ahora preguntarse
qué hubiese ocurrido de haber transcurrido las cosas de otra manera. La clase
política actuó bastante bien, aunque algunos sectores trataron de hacer
victimismo político de lo que era un aborrecible suceso, ni más ni menos.
Segundo: luego está, martes, lo de la moción de censura en
Extremadura, metedura de pata donde las haya del dirigente socialista extremeño
Fernández Vara. Todavía quiero escuchar de labios de Pérez Rubalcaba, y no de
los de algunos de sus adjuntos, que dio su visto bueno a tamaño dislate, que,
también, influía sobre la campaña algo descolorida del PSOE. Pero ¿no estábamos
deseando transmitir mensajes de cara a Europa? Hombre, para perder una moción
de censura tan calamitosamente podrían haber esperado un par de semanas, ¿no?
La sensación de descontrol en los cuarteles de Ferraz se incrementaba.
Tercero: el debate anodino. El jueves, con un día de retraso
sobre lo previsto, como muestra de luto por el asesinato de Carrasco, el debate
en televisión. Se ha hablado mucho de ello. Lo ganó Valenciano por cuatro
cuerpos. Miguel Arias Cañete, mi compañero de colegio, y durante un curso hasta
de pupitre, Miguel Arias, no fue él: lo inmovilizaron consejos equivocados de
quienes pretendieron mantener atada su lengua y encerrado su pensamiento.
Culpan al superasesor Pedro Arriola, pero hay otros responsables, el propio
Arias el primero.
Cuarto: el patinazo. Arias, viernes, se dio cuenta de su
error, y corrió presto hasta las cámaras de Antena 3 a corregirlo. No se le
ocurrió nada mejor que, siendo acaso más él que él mismo, decir todas aquellas
burradas sobre la superioridad intelectual del hombre que debate con las
mujeres indefensas. ¿Machismo? Nunca le tuve por tal. Sí por imprudente y algo
lenguaraz.
Quinto: alegría en el PSOE. En los cuarteles socialistas de
la 'indefensa' (¿?) Valenciano, de cuya amistad, aunque más lejana, también me
enorgullezco, han sabido sacarle no poco lustre al patinazo del candidato del PP, que ha sumido a los
suyos en negros presagios: "ojala perdamos solamente un punto", se
lamentaba, sábado, otro miembro de la candidatura, anticipando las encuestas
dominicales que, ya digo, no han tenido tiempo de reflejar lo ocurrido en esta
semana, verdaderamente inusual. Y es que resulta difícil acumular tanta
desgracia, tanta infamia, tanto dislate y tanta equivocación en solamente cinco
días. Cinco días que cambiaron una campaña que, de tono menor, ha pasado a ser
catastrófica. ¿Cabrá, en los próximos cinco días, rectificar tanto error?