¿Fin de ciclo o cambio de época?
lunes 05 de mayo de 2014, 11:41h
La política argentina de nuestros días ofrece, tal vez, una
única certeza: no existe ninguna posibilidad que la próxima administración
reproduzca algunos rasgos de identidad del actual gobierno, como el ejercicio
sistemático de la prepotencia política. Y la buena noticia es que así será
porque esa práctica no es, ya más, socialmente aceptada.
Existe otra evidencia: la coalición que gobierna desde hace
12 años se fragmentó y la coalición opositora, por su parte, fue capaz de
reagruparse en el flamante Frente Amplio Unen.
En efecto, los sectores identificados con un ideario que
cree en la fortaleza de las instituciones democráticas y republicanas como
determinante para el progreso de la sociedad nos confirman que, felizmente, han
internalizado un triple aprendizaje.
En primer lugar, hubo un reconocimiento de las consecuencias
negativas que, para la solución de las demandas sociales, tuvieron los casi 40
puntos de diferencia, con el segundo más votado, en la última elección
presidencial. En segundo término, se comprendió que la coalición se debe
concretar con antelación suficiente y con reglas que gobiernen su
funcionamiento y los procedimientos para la selección de candidatos.
Por último, es un valor entendido para los partidos que
integran la coalición que, en el nuevo turno democrático, será necesario
desarrollar un programa de progreso económico y dar inicio a una etapa de
regeneración democrática en la que la ejemplaridad de los gobernantes sea, a la
vez, un imperativo moral y una garantía de justicia.
La competencia del año próximo es crucial ya que se elegirán
todos los cargos ejecutivos, la mitad de la Cámara de Diputados y un tercio de
los senadores nacionales, además de legisladores y concejales en todo el país.
La próxima cita electoral presentará, además, una novedad
histórica. Muy probablemente, por primera vez en la Argentina, habrá balotaje
para fórmulas de Presidente y Vice que obtengan los dos primeros lugares en la
primera vuelta electoral.
El sistema de la doble vuelta electoral previsto en nuestra
Constitución tiene la virtud de favorecer las preferencias de los votantes en
la primera ronda y, muy importante para nuestra realidad política, contribuir a
la selección de presidentes que, en la segunda vuelta, consiguen un extendido
respaldo popular.
El polo democrático y republicano, expresado en el Frente
Amplio UNEN, está en condiciones de ser uno de los dos actores excluyentes de
esa segunda vuelta. Las razones que justifican las opiniones que recogen las
encuestas se basan en que los partidos que componen el Frente no sólo
obtuvieron uno de cada cuatro votos emitidos en la última elección sino que,
además, gobiernan dos provincias y más de 500 municipios.
Al mismo tiempo, el Frente en el Congreso es el mayor bloque
opositor y su contingente parlamentario, con más de ochenta legisladores, es
cuatro veces superior a los otros núcleos que, tributarios de la tradición
justicialista, expresan los puntos de vista de otros precandidatos
presidenciales.
Así las cosas, la creación del Frente es en sí mismo una
vitalización de la democracia que requiere, para ser tal, de la posibilidad de
la alternancia como regla de oro de su vigencia. Si su proyecto político es
capaz de estructurarse en torno a ideas que alumbren una sociedad cohesionada,
proyecten un crecimiento compartido y aseguren un futuro sostenible, el
garantizado fin de ciclo puede devenir en un cambio de época.
Es apropiado, entonces, recordar a Bertolt Brecht cuando
afirmaba que "la más larga noche no es eterna" y soñar que la decadencia que
nos trajeron los golpes de estado y el populismo tampoco.