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Dos 1º de mayo

Dos 1º de mayo

Por Gabriel Di Meglio
jueves 01 de mayo de 2014, 21:29h
De las muchas conmemoraciones del 1º de mayo en Argentina destacan varias, como las de 1909 y 1974. La segunda es relevante en las discusiones públicas de hoy, la otra no. Sin embargo, es necesario resaltar la importancia de episodios lejanos para entender la actualidad.
 
 
Desde que grupos de trabajadores comenzaron a celebrar el 1º de mayo en Argentina, en 1890, la fecha se volvió altamente significativa en el país. De los numerosos episodios de conmemoración a lo largo del tiempo hay varios destacados, pero quiero resaltar dos -ambos en Capital Federal-: el 1º de mayo de 1909 y el de 1974.
 
El de 1909 fue protagonizado por socialistas y anarquistas, que se reunieron por separado. El acto anarquista se hizo en Plaza Lorea, donde termina la Avenida de Mayo, e incluyó una lista de reivindicaciones amplia, desde aumento salarial a la oposición contra un nuevo código municipal de penalidades que afectaba entre otros a los choferes. El anarquismo preocupaba seriamente a las autoridades en la primera década del siglo XX y el gobierno del presidente Figueroa Alcorta, el más represivo del período conservador, proponía la intransigencia con él.
 
El jefe de la policía Ramón Falcón y sus hombres se hicieron presentes en el acto de Plaza Lorea; a su término Falcón ordenó dispersar a los presentes a sable y bala. La policía asesinó al menos a ocho personas, causó decenas de heridos y detuvo a cientos de manifestantes. La reacción fue una huelga general de grandes proporciones en la que aunaron fuerzas anarquistas y socialistas -que pasó a la historia como la "Semana Roja" de 1909- cuyo resultado fue la derogación del cuestionado código y la libertad de los trabajadores presos. Unos meses más tarde, en noviembre, el anarquista Simón Radowitsky mató con una bomba al coronel Falcón.
 
En un país muy diferente, 65 años más tarde, la militancia peronista se reunió en Plaza de Mayo para escuchar a su líder. La tensión entre la izquierda y la derecha del movimiento estaba en un punto altísimo y ese día terminó de estallar. La consigna había sido marchar sin banderas, pero una vez iniciado el acto las gruesas columnas de la JP y Montoneros decidieron mostrar las suyas, mientras hostigaban con cantos a la vicepresidenta Isabel Perón y cuestionaban que estuviera "lleno de gorilas el gobierno popular". El presidente respondió ofuscado elogiando a los viejos sindicalistas y llamando "imberbes" y "estúpidos" a los de la juventud, que abandonaron la Plaza. Dos meses después Perón moría y la Triple A lanzaba desde un sector del Estado los asesinatos de militantes de izquierda.
 
El peso de uno y otro episodio no son equiparables hoy. El de 1974 está presente en el debate actual (hace unos días Horacio Verbitsky lo recordó con una mirada nueva); el de 1909 parece puro pasado, sin conexión clara con nuestro presente. Y ahí hay un problema para la historia nacional. Hay razones lógicas en esta diferencia: nadie vivo puede tener recuerdos de 1909, mientras que muchos protagonistas de 1974 viven y ocupan posiciones prominentes, amén de que es una fecha clave para entender la última dictadura. Es más, la etapa posterior al Cordobazo atrae actualmente más atención que la iniciada en 1976 (e incluso varios colegas vienen comentando la peligrosa reaparición no explícita de una lógica de "dos demonios" en algunos análisis; es interesante la nota del director Nicolás Prividera sobre lo sucedido al respecto en la producción audiovisual).
 
Mucho se escribirá y discutirá sobre la primera mitad de los años 70 todavía y está muy bien que sea así.
 
Sin embargo, ello no tiene que llevar al olvido a la historia precedente. Sin episodios como el de 1909, y muchísimos más, tampoco es posible comprender cómo es la Argentina actual: las luchas populares, las formas de acción colectiva y las reacciones represivas, la conformación de culturas políticas, las actitudes ante situaciones críticas en distintos sectores sociales requieren miradas "cortas" pero también "largas" para hacerlas comprensibles. Todo esto es bastante obvio pero no es ocioso recordarlo dada cierta tendencia que se advierte hacia el "presentismo".
 
Quienes estudiábamos Historia en la década del 90 solíamos criticar la falta de abordajes historiográficos sobre la segunda mitad del siglo XX, tarea a la que en general se animaban los periodistas. Pero el cambio de ese rasgo fue rotundo: en la actualidad, lo que está de moda en la producción de la historiografía "académica" -puede verse en congresos, publicaciones, proyectos de doctorado- es la historia del peronismo, la historia de la izquierda (sobre todo desde los 30) y la "historia reciente" (que en realidad se ocupa en su mayoría de los 70).
 
Era un movimiento necesario y trajo novedades muy importantes. Pero también conlleva un riesgo. Los que investigamos los siglos XVIII y XIX solemos llamar la atención acerca de que la historia argentina no empieza en 1880 sino que es indispensable mirar más atrás para entenderla. Sin embargo, en la actualidad el eje parece estar corriéndose medio siglo más adelante aún. Pero el surgimiento del peronismo no se comprende si se observan meramente los años 30, ni los 70 sólo por el espiral de violencia posterior a 1955, ni la actualidad se basa exclusivamente en los efectos de la Dictadura y la imposición del neoliberalismo, y así.
 
1974 no es más relevante que 1909 (ni que 1852 o 1776) si se quiere comprender la historia de esta sociedad, este Estado, esta Nación.
 
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