Terrorismo económico y civil, el botín presente de la dictadura que empieza a ser juzgado
lunes 24 de marzo de 2014, 13:02h
La recuperación de los bienes arrebatados durante la
dictadura mediante crímenes de lesa humanidad comenzó a avanzar a partir de la
aplicación de la legislación antilavado, con el fin de que el botín del
Terrorismo de Estado no quede en manos de sus apropiadores.
El avance de los juicios contra los autores de esos crímenes
no impidió que el botín de lo robado continuara estando en manos de sus
apropiadres o de sus herederos.
Casos paradigmáticos son los de Papel Prensa, los bienes de
la familia Iaccarino, la intervención fraudulenta del Banco Latinoamericano o
el lavado de "activos" robados por los grupos de tareas de la ESMA, en los
cuales intervino la Unidad de Información Financiera (UIF), pero el universo es
mucho más amplio y demuestra una sistematicidad en la represión clandestina.
El informe emitido por la Oficina de Derechos Humanos de la
Comisón Nacional de Valores (CNV) da cuenta de al menos 132 empresarios -y no
considera agotado el universo de casos- que permanecieron
detenidos-desaparecidos con el fin de expropiarles sus bienes y obligarlos a
firmar transferencias en centros clandestinos, incluso ante escribanos
cómplices.
Este intento por elaborar una "normalidad fraguada"
-concepto que explica cómo se pretendía construir un marco de legalidad para
que el desapoderamiento de las acciones pudiera ser incluido dentro de la ley
de subversión económica- buscaba dejar firme la propiedad por parte de los
"nuevos dueños".
En este marco, en un comienzo, la imprescriptibilidad de los
crímenes se aplicó desde un enfoque penal, pero no del derecho civil, con lo
cual los desapoderamientos no se revertían y prescribían.
"Los juicios de recuperación terminaban yendo contra el
Estado y pidiendo indemnización a su cargo, porque el mismo Estado terrorista
fue el que lo hizo, pero los bienes siguen en manos de los apropiadores", dijo
a Télam José Sbattella, titular de la UIF, organismo que ha pedido ser parte
querellante en los casos paradigmáticos.
Este cambio de enfoque, en el marco de la aplicación de la
legislación antilavado, parte de que la apropiación es un delito continuo, que
se sigue cometiendo hoy, mientras los bienes permanecen en manos de quienes se
apoderaron de ellos durante el Terrorismo de Estado económico.
"Toda masa de dinero proveniente de un ilícito anterior, que
no prescribió, compite en forma desleal y saca de mercado al capital lícito,
por lo que entra en el orden económico y financiero -que es el bien protegido
por la ley- en forma ventajosa, y toda esa plata está operando de este modo",
afirma Sbatella.
Todos estos casos vienen también a demostrar que hubo una
amplia participación de civiles y no sólo de militares en la aplicación del
Terrorismo de Estado durante la dictadura.
Estructuras como las de la CNV, la Justicia, el Banco
Central (BCRA), el Nación y en su momento el Banade, tuvieron rol activo en la
creación de esa "normalidad fraguada", ya que convalidaron operaciones de
traspaso, balances o financiaron esas "ventas".
Ese Estado civil tenía un vértice articulador, como lo
prueban las propias actas secretas de las Juntas Militares que gobernaban el
país, donde consta que el propio ministro de Economía, José Alfredo Martínez de
Hoz, durante la discusión por la estatización fraudulenta de Austral consideró
el rol del Estado como "subsidiario" para beneficiar el desarrollo de sectores
empresarios, que participaban de la elaboración de sus políticas a través del
Grupo Azcuénaga.
También en las actas de las Juntas constan las
presentaciones realizadas por entidades civiles como el plan estratégico de los
bancos nucleados en Adeba, o las "sugerencias" de sectores interesados en la
ley de Radiodifusión que la dictadura sancionó en 1980.
De este modo, el Terrorismo de Estado civil sigue teniendo
consecuencias visibles en la economía y en otros órdenes, como la concentración
mediática, que casos como el de Papel Prensa contribuyeron a producir, en una
aplicación práctica de lo que Sbatella menciona como "sacar de mercado" a
competidores.
La propia procuradora general Alejandra Gils Carbó remarcó
en la presentación del informe de la CNV que para lograrlo hubo una
"complicidad estructural" entre el Poder Judicial y la dictadura, sin la cual, destacó,
el Terrorismo de Estado Económico no hubiera sido posible.
Funcionarios de la CNV participaban de los interrogatorios a
los empresarios -su entonces presidente, Juan Alfredo Etchebarne, fue detenido
en la causa por el desapoderamiento del Banco de Hurlingham por orden del juez
Daniel Rafecas-, y el Banco Nación y el Central estaban integrados a esa
represión.
Las actas de estas entidades prueban cómo se fraguaba
"normalidad" en operaciones represivas cuyas características no eran menos
alevosas ni burdas que un asalto callejero.
Y muchos de esos funcionarios, u otros designados por ellos,
siguieron en sus cargos en democracia, igual que muchos de esos jueces, y
continuaron articulando políticas con los empresarios a los que beneficiaron.
La Justicia tiene ante sí la resolución de casos como el de
la familia Iaccarino, o la causa iniciada por Eduardo Saiegh por el
desapoderamiento del Banco Latinoamericano, en la que fueron demandados José
Alfredo Martínez de Hoz (fallecido sin que la causa avanzara) y el entonces
vicepresidente del Banco Central, Alejandro Reynal.
En este caso, el Estado nacional es coquerellante por
considerarlo crimen de lesa humanidad. La presentación se hizo a través de un
escrito elaborado por el ex secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis
Duhalde.
"Los crímenes de lesa humanidad investigados en estas
actuaciones son de tal magnitud que el derecho penal internacional ha entendido
que cuando ellos se ejecutan, no sólo se violan los derechos de víctimas
individuales, sino que por su magnitud pone en riesgo a toda la humanidad y se
vulnera, de esta manera, el derecho de gentes", afirma Duhalde en su escrito.
Por lo tanto, los considera "imprescriptibles" y pide a la
Justicia "que se avance y profundice la investigación de los delitos
descriptos, se individualice a los autores, cómplices y encubridores
sometiéndoselos a juicio, se les aplique sanción penal, garantizándose para
ellos el debido proceso".
El escrito de Duhalde es claro en cuanto a demostrar que el
avance de las causas contra los apropiadores de bienes que participaron de las
políticas que instauró el Terrorismo de Estado es sin duda una parte
fundamental en el proceso de Memoria, Verdad y Justicia, necesario para reparar
los daños producidos por la dictadura y castigar a todos sus actores civiles.
Los que participaron desde el Estado y también los que lo hicieron -y continúan
haciéndolo- desde las corporaciones privadas.