Los debates de la crisis eléctrica
lunes 30 de diciembre de 2013, 14:48h
Dos debates, aunque la pasión lleve a superponerlos. Uno es
el de la responsabilidad. Otro, el de las soluciones. Ambos tienden a
reemplazar al urgente: cómo aliviar los sufrimientos de la crisis.
Sobre la responsabilidad, se dirá mucho. "Perfil"
del domingo informa en una investigación periodística que la situación fue
advertida ya en marzo de 2012, por nota a Cammesa, la distribuidora mayorista,
virtualmente intervenida por el Ministro De Vido: era urgente realizar
inversiones, y para ello era imprescindible cumplir con el contrato de 2005,
actualizando las tarifas porque no había otros recursos disponibles. Las
investigaciones que vendrán aclararán si es la empresa, el gobierno o ambos el
responsable principal de esta absurda situación.
Sobre lo que hay que hacer, parece claro aunque requiere un
debate sin gritos. El tema es técnico y económico. Dentro de ambas limitaciones
-y no fuera- deben tomarse las decisiones políticas.
Inversión es igual a recursos. No hay magia.
La suma requerida viene siendo reiterada desde hace años por
los ex Secretarios de Energía: entre 2 y 3 % del PBI -en números, entre 10000 y
15000 millones dólares por año- No es un monto ¨nac & pop" ni
"neoliberal". Es lo que se necesita invertir en el sistema energético
para sostener un crecimiento de la economía de un 5 % acumulativo.
Si ese monto se desea cubrir con ahorro interno, hay que
sacarlo del consumo y de otras inversiones. Eso tiene un nombre: ajuste
tarifario sustancial y reducción del gasto social -educación, planes de
inclusión, salud, obras públicas, seguridad, incluso deterioro ambiental-.
Habrá que decidir cuáles, todos dolorosos.
Si no se acepta este camino, quedan dos alternativas: se
buscan afuera (inversiones externas o deuda), o se renuncia al crecimiento
optando por una economía que congele su demanda energética, o sea, se estanque,
ingrese en una recesión o peor aún, en una depresión. Ello se traduce en
desocupación, caídas salariales y conflictos sociales.
Dentro de esos condicionantes debe actuar la política y
decidir, sea por una alternativa o por diferentes mixturas.
Puede liberar las tarifas para que las nivele el mercado, o
puede elaborar un esquema tarifario inteligente y sofisticado, que subsidie un
piso de consumo imprescindible, decidiendo en forma transparente y democrática
los escalones de ¨corte¨ y las situaciones que ameriten consideraciones
especiales, así como quién financiará esos subsidios.
Puede liberar las fuentes primarias liberando las
inversiones a la rentabilidad de cada una, desentendiéndose de los efectos
ambientales, o puede elaborar un plan integral en el que las renovables tengan
un papel decisivo. Valga como acotación: hoy su costo es inferior a las
tradicionales, y fundamentalmente inferior a las nuevas tecnologías capital-intensivas,
como el "shale".
Puede dejar liberada la demanda a la acción del mercado, o
puede elaborar un plan inteligente que aproveche todas las herramientas
tecnológicas ya probadas, que son muchas. Se pueden discriminar los precios
según la hora de demanda. Se puede adecuar la red a la autogeneración
particular con posibilidad para los particulares de vender energía a la red. Se
puede estimular el uso de "electrones verdes" y desalentar los
originados en fuentes no renovables. Se puede estimular la reconversión
industrial hacia procedimientos "verdes" tanto como fomentar
fuertemente el transporte público y su modernización hacia unidades híbridas.
Se puede reglamentar la construcción para mejor utilización de la luz solar,
tanto como avanzar en la reconversión de las luminarias públicas y particulares
hacia las LED's. Se deben hacer más estrictas las reglamentaciones para las
fábricas de automotores hacia vehículos de menor cilindrada y mejor relación
prestación-consumo, etc.
Todas estas medidas -y muchas otras- existen ya en muchos
países, asumiendo las necesidades de energía, de reducir su derroche, de hacer
su uso más eficiente y de cambiar comportamientos hacia formas de convivencia
menos inducidas por el consumismo exacerbado.
Alemania tiene ya un tercio de su parque generador originado
en energías renovables, dentro de las cuales la solar es decisiva y la
inversión de los hogares en paneles solares son un pilar fundamental. Chile ya
ha aprobado la venta de energía de particulares a la red. Varios Estados
norteamericanos han desarrollado parques eólicos y solares gigantescos, además
de estimular la generación particular. España ha cubierto su territorio de
turbinas eólicas. En la mayoría de los casos, se está reemplazando el paradigma
alternativo nuclear por otras alternativas, por razones de seguridad.
Ese plan requiere transparencia, técnicas avanzadas
disponibles, madurez política, discusión sin gritos. Incluso el propio recurso
de Vaca Muerta, que despierta tantas ambiciones como prevenciones, debe ser
objeto de un cambio de ideas que busque el bien común y escuche a todos. No
puede quedar reducido ese debate a los ingenieros ni muchísimo menos a los
economistas y las burocracias políticas que lo ven como una nueva fuente de
rentas desentendiéndose totalmente del resto de sus consecuencias. Hay
intereses diversos -que pueden ser legítimos y deben escucharse- y se trata de
un problema cuya respuesta no está en los libros, sino en la inteligencia y la
creatividad, apoyados en la buena fe.
Todo eso es lo que vendrá. Pero por el momento, debemos
ayudar a los que sufren. Ya habrá tiempo para responsabilidades y decisiones de
futuro. Tal vez más que en muchas otras situaciones, estamos frente a una
crisis que demandará como pocas un comportamiento que pondrá a prueba la
solidaridad nacional con los compatriotas que sufren.
Ricardo Lafferriere