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Fin de año con poco para festejar

Fin de año con poco para festejar

Por Jesús Rodríguez
viernes 13 de diciembre de 2013, 19:56h
Pocos anuncios y menos cambios. El desgobierno en la policía de Córdoba y el efecto sobre las demás provincias. Pobre marco para el 30 Aniversario de la democracia que, además, despide a Nelson Mandela.
 
 
En quince días, el tiempo que media entre esta edición y la anterior, las expectativas que se abrían con la llegada de la gestión "Kokicilloff" se están diluyendo y se confirman nuestras sospechas: no habrá más que cambios de algunos modales pero ninguno sustantivo con respecto a la política económica y a la virulencia de la interna peronista.
 
El envío al Congreso de una ley para gravar la compra de vehículos suntuosos, incapaz por si sola de detener el drenaje constante de dólares, sólo consiguió que creciera dicha importación, en tanto que el aumento del "dólar turista" no alcanzaría para desanimar los viajes al exterior, la mayoría de ellos ya pactados.
 
Se mantiene la aceleración en el ritmo de depreciación nominal del peso en el mercado formal que en los últimos quince días alcanza el 95 por ciento anualizado. Sin un ajuste de las tasas de interés es natural que exacerbe la caída de las reservas. En diciembre esa caída podría sumar otros 2000 millones de dólares.
 
Se profundiza el deterioro de los ingresos de la cuenta corriente cambiaria, particularmente por el mencionado déficit del sector del turismo y las consecuencias de la postergación en las liquidaciones de exportaciones y el anticipo de los pagos de importaciones. En el tercer trimestre de este año se registró el primer déficit del balance comercial cambiario desde 2001 lo que lleva a una retracción de las reservas de 12.500 millones de dólares en el año.
 
El gasto sigue creciendo y lo hará aún más a la luz de la "rebelión de las policías". A partir del aumento otorgado por el gobernador José Manuel De La Sota a los policías cordobeses, se ha generado un dominó de reclamos de otras policías, a los que le sucederá la inevitable puja de empleados públicos y docentes. El déficit energético sigue presionando al igual que los subsidios. Sobre estos últimos el gobierno parecería querer retomar la "sintonía fina" abandonada hace dos años.
 
El Jefe Capitanich comienza a transformar sus conferencias en letanías vaporosas que, si bien sirven para fijar la agenda, se hacen cada vez más soporíferas y monótonas en su mensaje que gira en torno a las "metas, la cadena de valor, la matriz insumo/producto y la felicidad del pueblo".
 
Las reuniones con Mauricio Macri y Antonio Bonfatti en la Casa Rosada, con conferencia de prensa incluida, son señales de apertura comunicativa, pero en ningún caso de la conformación de agendas serias de trabajo en asuntos que son comunes. Los buenos modales incluyen la invitación a ex jefes de Estado a las celebraciones de los 30 años de democracia, todos ellos políticamente inofensivos para el oficialismo que sigue sin acusar la derrota de octubre.
 
La cara habitual del kirchnerismo se la mostró el Jefe de Gabinete al gobernador cordobés, irresponsablemente ausente de su provincia con la policía acuartelada, a quien no le brindó ayuda - dicen por orden del secretario legal y técnico Carlos Zannini - ante los desbordes y saqueos causados por la ausencia de efectivos en las calles de la ciudad capital. La idea es hacerlo hocicar, desgastarlo y recibir ayuda sólo bajo algunas condiciones.
 
No hay nada nuevo bajo el cielo K, aunque las nubes se ciernen sobre un horizonte que ya no es fuente de promesas creíbles como hace diez años.
 
El "De la Sotazo"
 
Córdoba, tiene una historia de desestabilización policial antigua. El último episodio ocurrió en 1974 cuando la policía se le empacó al gobierno de Ricardo Obregón Cano y Atilio López, en un hecho conocido como el "Navarrazo" - apellido del entonces jefe de policía - con un alto grado de violencia política.
 
El 27 de febrero de 1974, Navarro - un peronista de derecha - fue relevado de su cargo de Jefe de Policía provincial por el gobernador que lo consideraba poco confiable. El jefe destituido respondió acuartelando a siete mil efectivos bajo sus órdenes en la ciudad, aduciendo una "infiltración marxista" en el Gobierno Popular.
 
Esa misma tarde, grupos de comandos civiles ocuparon las emisoras La Voz del Pueblo y Radio Córdoba para emitir comunicados en apoyo al jefe de la insurrección. Al caer la noche, hubo tiroteos en distintas partes de la ciudad. Civiles armados e identificados con brazaletes comenzaron a circular por las calles. Por la noche, un grupo de más de cincuenta policías provinciales, vestidos de civil y armados, ingresó a la Casa de Gobierno y depuso al gobernador peronista y a su vice.
 
Los acontecimientos derivaron en la intervención federal que apoyó a la derecha policial de Córdoba - influida por los militares de esa provincia - y la renuncia de las autoridades elegidas por el pueblo. La antesala del golpe de marzo de 1976.
 
El contexto actual es muy distinto. La politización extrema que operó en aquella oportunidad no existe hoy, ni hay conexiones de la policía con el Ejército. Lo que sí actúa es el crimen organizado que sufrió un primer golpe con el cierre de un centenar de prostíbulos en Córdoba y la consiguiente "mano de obra desocupada" que seguramente estuvo detrás de los saqueos, a los que se plegaron miles de excluidos, fenómeno social desconocido hasta la década de los '90 que aún no se ha revertido - en algunos casos se ha profundizado - durante la "década ganada".
 
El resultado de la evaluación educativa PISA está muy ligado al comportamiento social visto durante los saqueos en diversas provincias, porque en el desarrollo humano la educación tiene un lugar importante, tanto como el buen funcionamiento de los partidos políticos, también débiles ante la acción arrolladora del Estado Nacional en manos del peronismo gobernante.
 
Si bien el gobernador de Córdoba purgó la policía luego de la ilegítima medida sindical adoptada, el precio fue alto en términos económicos y nada hace dudar de que en el futuro se repitan estas acciones y se repliquen en distintas provincias del país.
 
Treinta años no es nada
 
La foto y las declaraciones del jefe del Ejército César Milani y la señora Hebe de Bonafini - ambos con deudas pendientes ante la justicia, sería una hermosa síntesis de estos treinta años de democracia, de no ser por la perversidad que encierran. El primero, la amenaza de una repolitización de las FF.AA. y la segunda el alejamiento de la lucha por los DD.HH. hacia lugares del poder dentro del Estado.
 
La interpretación del Jefe de Gabinete acerca de los saqueos y disturbios como "actos de desestabilización institucional" son otra exageración para poner bajo la alfombra la pobreza de las políticas públicas de un gobierno agotado que apenas atina a reaccionar en formas pavloviana ante los problemas y, ante todo, encontrar el culpable.
 
También coinciden con la muerte de Nelson Mandela, líder africano que luchó por la abolición del apartheid en su país, aquella Sudáfrica a la que el presidente Raúl Alfonsín cortara relaciones diplomáticas en apoyo a la causa de "Madiba" y su pueblo. No debe sorprender - por lo dispar de nuestra política exterior - que Carlos Menem instruyera al canciller Guido Di Tella para recomponerlas aún con el apartheid vigente y transformarse en el primer presidente argentino en realizar una visita oficial a Sudáfrica.
 
Pese al triste augurio de este aniversario, es una verdad incontrastable que la democracia se ha enraizado en nuestra sociedad, todavía es débil en muchos aspectos, pero goza de un consenso que debe ser inculcado en aquellos que no conocen su pérdida o la lucha para recuperarla.
 
Para algunos el gobierno de Alfonsín es vivido como la derrota de los sueños de sus impulsores y de sus sostenedores; para otros carga con la mácula de malos gestores, un estigma por haber sido vencidos por las corporaciones, pero para todos ese gobierno es justamente reconocido como el que sentó las bases para el porvenir de la democracia.
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